martes, 2 de mayo de 2023

LA CORONA DE LA VIRGEN: DEMENTES, EMIGRANTES, NIÑOS NO NACIDOS, MUJERES ABANDONADAS

 

 

LA CORONA DE LA VIRGEN: DEMENTES, EMIGRANTES, NIÑOS NO NACIDOS, MUJERES ABANDONADAS

 

 

Por Antonio DÍAZ TORTAJADA

Delegado Episcopal de Religiosidad Popular

 

 

La gran historia de la Virgen de locos, dementes, inocentes, no nacidos, prostitutas y “desamparados”, empezó en Valencia, creando para ellos el primer hospital o casa de acogida y de posible curación del mundo occidental.

El padre Joan Gilabert Jofré (Valencia, 1350 - El Puig de Santa María, 1417) fue un valenciano ejemplar, mercedario, profesor y predicador ambulante, redentor de cautivos y hombre de Iglesia, cuyo recuerdo está vinculado, sobre todo, a una de las obras más importantes y por la que será recordado: La creación del primer Hospital psiquiátrico del mundo occidental, puesto bajo la advocación de Nuestra Señora de los Desamparados que el pintor valenciano Joaquín Sorolla (1863-1923) supo captar en un cuadro famoso la inspiración y el momento de su fundación.

Ésta fundación es la aportación básica del padre Juan Gilabert Jofré a la historia de la cultura y a la espiritualidad de la Iglesia: Él puso de relieve eso que pudiéramos llamar el “evangelio” de los locos, viendo que es Cristo quien vive y sufre en ellos, y lo hizo creando en Valencia, una obra eficaz para “ampararles”, tanto en el plano humano como sanitario.

En esa línea retomó un aspecto básico de la vida y obra de Jesús, que fue ante todo un “amigo” de los locos, de aquellos que en su tiempo tendían a llamarse “poseídos por el diablo”. Jesús quiso acogerles y curarles. De un modo semejante, el padre José Gilabert Jofré quiso ocuparse también de los locos, ofreciéndoles una casa donde pudieran vivir sin ser amenazados y condenados por el resto de la población. Entre Jesús y el padre Jofré hay una semejanza grande, aunque con una diferencia. Jesús quiso “curar” los locos (expulsar su demonio), para que pudieran ser acogidos en la comunidad mesiánica, como privilegiados de Dios. No creó un hospital separado; quiso que toda la comunidad fuera su hospital y casa, pues ellos (locos, enfermos, publicanos, prostitutas…) eran el corazón del Reino de Dios.

Las palabras básicas de su sermón cuaresmal que fueron conservadas y transmitidas en el “Acta fundacional del Hospital” constituyen uno documento cristiano profundo, preciso y muy significativo.

En aquel tiempo había en esta ciudad muchas obras piadosas, caritativas y de gran provecho para los pobres; pero faltaba una que era de suma necesidad: Es decir, un Hospital o Casa en donde los pobres inocentes y enajenados fuesen acogidos. Pues muchos pobres inocentes iban por la ciudad pasando grandes necesidades de hambre, frío y malos tratos; por tal razón y como por su estado no sabían ganar ni pedir lo que necesitaban para el sustento, dormían por las calles y morían de hambre y de frío. Y existían personas sin Dios ni conciencia que los maltrataban y ofendían y especialmente si los encontraban dormidos los herían, mataban algunos y si eran mujeres inocentes sucedían que abusaban de ellas.

Significativamente, el padre Juan Gilabert Jofré asume como propia la suerte de los más pobres, de aquellos que no tienen familia poniéndose en su lugar y procurando descubrir el daño que ellos sufrían. Más que una obra social el padre Juan Gilabert Jofré quería crear una obra liberadora, al servicio de los excluidos de la buena sociedad y familia (pobres inocentes y locos).

Los locos son necesitados en plano laboral, pues no pueden trabajar, ni pedir de un modo organizado. Eso significa que son los últimos de la sociedad: Vienen después de los mismos mendicantes o pobres que están necesitados pero, al menos, saben hablar y pedir, buscando un sustento. Los locos no poseen ni siquiera la palabra para reivindicar sus derechos.

El razonamiento y experiencia del padre Juan Gilabert Jofré resulta muy realista y actual. Ciertamente, le importa el buen orden de la sociedad, pero le preocupa sobre todo la vida y dignidad de los amenazados indefensos, es decir, de los inocentes locos, de los que no tienen familia. Toda la argumentación del padre Juan Gilabert Jofré nos ofrece es el retrato de una sociedad vista al revés: No desde el triunfo de los grandes, no desde la fuerza y salud de los sanos, no desde la buena familia de los privilegiados de la sociedad, sino desde el sufrimiento de los “inocentes”, entendidos aquí como los más necesitados.

Estos locos no son simplemente inocentes en sentido moral, son simplemente necesitados, como los expulsados sociales, como los emigrantes sin familia, como los niños abandonados. Ellos eran hace seiscientos años “el centro de la familia de Dios”, en la ciudad de Valencia y en toda la cristiandad.

Precisamente estos locos, incapaces de libertad y responsabilidad, hombres y mujeres que no tienen ni siquiera la conciencia de su propio padecimiento personal, estos "inocentes" son a los ojos del padre Juan Gilabert Jofré los representantes de Dios y han de ser los privilegiados de la sociedad. La misma existencia de estos inocentes abre una especie de juicio de Dios en el centro de la sociedad y ciudad de Valencia. Ellos son para los buenos valencianos del 1409 el verdadero sacramento de Dios, la señal de su presencia.

La primera reacción es el miedo: Es arriesgado encontrarse con un loco por la calle pues los locos, andando libres por la ciudad, pueden dañar a muchas personas. Tenemos miedo de los que no son de “buena familia”, de los emigrantes, de los rechazados sociales.

El mismo miedo se puede convertir en sadismo y violencia: Hay personas tan malvadas y sin Dios que se atreven a herir, violar o matar a los dementes. A los ojos del padre Juan Gilabert Jofré, este era (y sigue siendo) la suma perversión del ser humano: Aprovecharse de los débiles para maltratarles o ignorarles.

La respuesta de Juan Gilabert Jofré y de la ciudad de Valencia fue realista en el plano asistencial y sanitario. No basta con rezar por los locos y los excluidos de la buena familia. Hay que saber construir para ellos un hospital, bien administrado y dirigido, que les pudiera ofrecer lugar de curación o de vida digna. Hay que saber ofrecer escuela y trabajo a los que viven en la calle, hay que ofrecer familia a los que no tienen familia.

Pues bien, el año 1409, el conjunto de la ciudad de Valencia y su rey Martín de Aragón, asumieron y ratificaron la construcción de un hospital psiquiátrico y de una casa de acogida para los “desamparados”. De todas formas (a diferencia del padre Jofré), el Rey se fija en la seguridad ciudadana más que en el bien de los propios “inocentes o locos”.

Por su parte, el Rey, sin negar el aspecto de ayuda a los “desamparados”, destaca ante todo el objetivo de la seguridad ciudadana. Ciertamente, le interesa el bien de los “dementes”, pero más que ellos le importa la tranquilidad social de Valencia: Quiere que no existan peligros en ella.

Sea como fuere, la palabra desencadenante en la construcción del Hospital fue la del padre Juan Gilabert Jofré y la de otros ciudadanos de Valencia: Ellos pusieron en movimiento un proceso de ayuda en favor de los dementes, porque veían en ellos el signo de Cristo. No hay que llevarles al hospital para “sacarles de la circulación” (para evitar peligros al resto de los ciudadanos) sino para ofrecerles espacio de misericordia, para darles una casa donde se encuentren acogidos y queridos.

Podemos decir que ha sido una de las instituciones más importantes de la ciencia y caridad humana-cristiana de los tiempos modernos y así la han considerado médicos y sociólogos de todas las tendencias (en casi todos los tratados de psiquiatría se cita el Hospital de los Desamparados de Valencia, como primer lugar en el que se ha tratado de ayudar a “desamparados” y locos, de un modo científico y humano, social y religioso).

La devoción a la Virgen bajo el título de Madre y protectora de los “inocentes” y en general de todos los “desamparados” fue naciendo y creciendo de un modo natural en el entorno del padre Juan Gilabert Jofré y de su hospital. No fue necesaria una aparición especial, sino la misma experiencia de la ayuda a los “desamparados”, a quienes se empezó a ver como hijos privilegiados de la familia de María. Ellos, los que no tenían familia, los excluidos de la sociedad, por locura o por otras causas, eran en Valencia la familia de María, la madre de Jesús.

De esta manera reinterpretó el padre Juan Gilabert Jofré la devoción de la Virgen de la Merced (virgen de la redención de cautivos) como Virgen de los locos (Virgen que protege la obra de ayuda a los “desamparados”).

Ésta es una devoción que nació y creció con la obra del “Hospital de los Inocentes”, obra que fue asumiendo y dando sentido a otras actividades de tipo asistencial y caritativo en favor de los marginados (“desamparados”) de la sociedad que fueron surgiendo en Valencia. De esa manera, la Virgen María no aparece sólo como Inmaculada y triunfante sobre el cielo. No es tampoco la Madre Dolorosa que llora ante el Calvario. Es todo eso, pero lo es de un modo especial, desde la perspectiva de los “desamparados” (de los más oprimidos del mundo) a los que ella avala, sostiene y protege como Madre poderosa.

Con este fin, como signo de la Virgen que acoge como hijos suyos a los más “desamparados” se construye una hermosa imagen agachada, en gesto de acogerles, adoptarles como hijos y elevarles a la suprema dignidad de la redención cristiana.

Así nace la imagen de la Virgen de los “desamparados”. Ella se inclina materna, cercana, cariñosa: Se inclina y se abaja para acoger, bendecir y salvar a los más desamparados, a los mismos que han sido ajusticiados por la ciudad.

Este es un signo de extraordinaria profundidad teológica y humana: Había entonces personas que “abandonaban” y deshonraban a los ajusticiados, echándoles a una fosa común, sin bendición cristiana, sin esperanza. En contra de eso, los cofrades de la Virgen acogen bajo su protección a esos “desamparados” y así ponen la imagen de María sobre el ataúd de los ajusticiados, para iniciar con ellos una procesión salvadora y enterrarlos a lugar sagrado. Es hermoso que la Madre de Jesús haya recibido este título de suprema misericordia: Es Madre de los “desamparados”, protectora y salvadora de aquellos que han muerto sin familia, es Madre de aquellos a los que la buena sociedad ha condenado y ajusticiado como malhechores o bandidos.

La misma Virgen toma bajo su protección a las mujeres prostitutas, de tal forma que la Cofradía de la Virgen de los Inocentes (vinculada al Hospital de los Desamparados) les ofrece protección y ayuda. El Evangelio presenta a Jesús como “amigo de publicanos y prostitutas” es decir, de gentes de “mala familia”. Pues bien, esta Madre de los “desamparados” aparece en Valencia como Virgen evangélica y cristiana por excelencia.

Así viene a presentarse como signo y garantía de ayuda cristiana y social para todos los oprimidos y expulsados. Antes que posibles pecadores, los ajusticiados y las prostitutas, lo mismo que los locos y los maleantes, son hijos de Dios, necesitados de misericordia y protección. Eso es lo que quiere ofrecerles la Madre de Jesús a través de su Cofradía (de la obra de sus cofrades) y de su mismo nombre: Ella es Madre de todos los “desamparados”.

Finalmente, la Cofradía de la Virgen los inocentes y “desamparados” toma bajo su protección a los niños abandonados o sin familia, a los que acoge y cuida el mismo hospital de los locos. En ese sentido, la devoción mariana tiene que expresarse, conforme a la inspiración y obra del padre Juan Gilabert Jofré, a través de una fuerte solidaridad social. La Virgen no nos saca de este mundo, para consolarnos y ofrecernos una ayuda en plano puramente interno, sino que nos hace asumir un fuerte compromiso en favor de los más necesitados, emplazando por los locos y terminando por los niños sin hogar o sin familia

Resulta difícil encontrar una "galería" más impresionantes de marginados sociales y oprimidos: Locos y ajusticiados, prostitutas y niños abandonados o no nacidos. Ellos son los que Valencia pone bajo la protección de la Virgen María, el año 1409 y siguientes, en los momentos quizá más importantes de la historia de la ciudad. Parece que estamos volviendo a los tiempos iniciales del mensaje de Jesús que anuncia su evangelio y ofrece su ayuda redentora a publicanos y pecadores, a enfermos y prostitutas, a posesos y a todo tipo de bandidos, incluido el ladrón que está a su lado en el Calvario. Pues bien, aquellos tiempos son nuestros tiempos.

Este año 2023, el mundo sigue siendo ciudad de locos y “desamparados”, ciudad de niños abandonados y no nacidos, de emigrantes y familias desestructuras. Ellos tenían que ser, ellos son, los destinatarios privilegiados del signo de Dios, expresado en la “corona de caridad” de la Virgen María, Madre de los “desamparados”.