LA CORONA DE LA VIRGEN: DEMENTES, EMIGRANTES, NIÑOS
NO NACIDOS, MUJERES ABANDONADAS
Por
Antonio DÍAZ TORTAJADA
Delegado
Episcopal de Religiosidad Popular
La gran historia
de la Virgen de locos, dementes, inocentes, no nacidos, prostitutas y “desamparados”,
empezó en Valencia, creando para ellos el primer hospital o casa de acogida y
de posible curación del mundo occidental.
El padre Joan
Gilabert Jofré (Valencia, 1350 - El Puig de Santa María, 1417) fue un
valenciano ejemplar, mercedario, profesor y predicador ambulante, redentor de
cautivos y hombre de Iglesia, cuyo recuerdo está vinculado, sobre todo, a una
de las obras más importantes y por la que será recordado: La creación del
primer Hospital psiquiátrico del mundo occidental, puesto bajo la advocación de
Nuestra Señora de los Desamparados que el pintor valenciano Joaquín Sorolla
(1863-1923) supo captar en un cuadro famoso la inspiración y el momento de su
fundación.
Ésta fundación
es la aportación básica del padre Juan Gilabert Jofré a la historia de la
cultura y a la espiritualidad de la Iglesia: Él puso de relieve eso que
pudiéramos llamar el “evangelio” de los locos, viendo que es Cristo quien vive
y sufre en ellos, y lo hizo creando en Valencia, una obra eficaz para
“ampararles”, tanto en el plano humano como sanitario.
En esa línea retomó
un aspecto básico de la vida y obra de Jesús, que fue ante todo un “amigo” de
los locos, de aquellos que en su tiempo tendían a llamarse “poseídos por el
diablo”. Jesús quiso acogerles y curarles. De un modo semejante, el padre José
Gilabert Jofré quiso ocuparse también de los locos, ofreciéndoles una casa
donde pudieran vivir sin ser amenazados y condenados por el resto de la
población. Entre Jesús y el padre Jofré hay una semejanza grande, aunque con
una diferencia. Jesús quiso “curar” los locos (expulsar su demonio), para que
pudieran ser acogidos en la comunidad mesiánica, como privilegiados de Dios. No
creó un hospital separado; quiso que toda la comunidad fuera su hospital y
casa, pues ellos (locos, enfermos, publicanos, prostitutas…) eran el corazón
del Reino de Dios.
Las palabras
básicas de su sermón cuaresmal que fueron conservadas y transmitidas en el “Acta
fundacional del Hospital” constituyen uno documento cristiano profundo, preciso
y muy significativo.
En aquel tiempo
había en esta ciudad muchas obras piadosas, caritativas y de gran provecho para
los pobres; pero faltaba una que era de suma necesidad: Es decir, un Hospital o
Casa en donde los pobres inocentes y enajenados fuesen acogidos. Pues muchos
pobres inocentes iban por la ciudad pasando grandes necesidades de hambre, frío
y malos tratos; por tal razón y como por su estado no sabían ganar ni pedir lo
que necesitaban para el sustento, dormían por las calles y morían de hambre y
de frío. Y existían personas sin Dios ni conciencia que los maltrataban y ofendían
y especialmente si los encontraban dormidos los herían, mataban algunos y si eran
mujeres inocentes sucedían que abusaban de ellas.
Significativamente,
el padre Juan Gilabert Jofré asume como propia la suerte de los más pobres, de
aquellos que no tienen familia poniéndose en su lugar y procurando descubrir el
daño que ellos sufrían. Más que una obra social el padre Juan Gilabert Jofré quería
crear una obra liberadora, al servicio de los excluidos de la buena sociedad y
familia (pobres inocentes y locos).
Los locos son
necesitados en plano laboral, pues no pueden trabajar, ni pedir de un modo
organizado. Eso significa que son los últimos de la sociedad: Vienen después de
los mismos mendicantes o pobres que están necesitados pero, al menos, saben
hablar y pedir, buscando un sustento. Los locos no poseen ni siquiera la
palabra para reivindicar sus derechos.
El razonamiento
y experiencia del padre Juan Gilabert Jofré resulta muy realista y actual.
Ciertamente, le importa el buen orden de la sociedad, pero le preocupa sobre
todo la vida y dignidad de los amenazados indefensos, es decir, de los
inocentes locos, de los que no tienen familia. Toda la argumentación del padre
Juan Gilabert Jofré nos ofrece es el retrato de una sociedad vista al revés: No
desde el triunfo de los grandes, no desde la fuerza y salud de los sanos, no
desde la buena familia de los privilegiados de la sociedad, sino desde el
sufrimiento de los “inocentes”, entendidos aquí como los más necesitados.
Estos locos no
son simplemente inocentes en sentido moral, son simplemente necesitados, como
los expulsados sociales, como los emigrantes sin familia, como los niños
abandonados. Ellos eran hace seiscientos años “el centro de la familia de
Dios”, en la ciudad de Valencia y en toda la cristiandad.
Precisamente
estos locos, incapaces de libertad y responsabilidad, hombres y mujeres que no
tienen ni siquiera la conciencia de su propio padecimiento personal, estos
"inocentes" son a los ojos del padre Juan Gilabert Jofré los representantes
de Dios y han de ser los privilegiados de la sociedad. La misma existencia de
estos inocentes abre una especie de juicio de Dios en el centro de la sociedad
y ciudad de Valencia. Ellos son para los buenos valencianos del 1409 el
verdadero sacramento de Dios, la señal de su presencia.
La primera
reacción es el miedo: Es arriesgado encontrarse con un loco por la calle pues
los locos, andando libres por la ciudad, pueden dañar a muchas personas.
Tenemos miedo de los que no son de “buena familia”, de los emigrantes, de los
rechazados sociales.
El mismo miedo
se puede convertir en sadismo y violencia: Hay personas tan malvadas y sin Dios
que se atreven a herir, violar o matar a los dementes. A los ojos del padre
Juan Gilabert Jofré, este era (y sigue siendo) la suma perversión del ser
humano: Aprovecharse de los débiles para maltratarles o ignorarles.
La respuesta de
Juan Gilabert Jofré y de la ciudad de Valencia fue realista en el plano
asistencial y sanitario. No basta con rezar por los locos y los excluidos de la
buena familia. Hay que saber construir para ellos un hospital, bien administrado
y dirigido, que les pudiera ofrecer lugar de curación o de vida digna. Hay que
saber ofrecer escuela y trabajo a los que viven en la calle, hay que ofrecer
familia a los que no tienen familia.
Pues bien, el
año 1409, el conjunto de la ciudad de Valencia y su rey Martín de Aragón, asumieron
y ratificaron la construcción de un hospital psiquiátrico y de una casa de
acogida para los “desamparados”. De todas formas (a diferencia del padre
Jofré), el Rey se fija en la seguridad ciudadana más que en el bien de los
propios “inocentes o locos”.
Por su parte, el
Rey, sin negar el aspecto de ayuda a los “desamparados”, destaca ante todo el
objetivo de la seguridad ciudadana. Ciertamente, le interesa el bien de los “dementes”,
pero más que ellos le importa la tranquilidad social de Valencia: Quiere que no
existan peligros en ella.
Sea como fuere,
la palabra desencadenante en la construcción del Hospital fue la del padre Juan
Gilabert Jofré y la de otros ciudadanos de Valencia: Ellos pusieron en
movimiento un proceso de ayuda en favor de los dementes, porque veían en ellos
el signo de Cristo. No hay que llevarles al hospital para “sacarles de la
circulación” (para evitar peligros al resto de los ciudadanos) sino para
ofrecerles espacio de misericordia, para darles una casa donde se encuentren
acogidos y queridos.
Podemos decir
que ha sido una de las instituciones más importantes de la ciencia y caridad
humana-cristiana de los tiempos modernos y así la han considerado médicos y
sociólogos de todas las tendencias (en casi todos los tratados de psiquiatría
se cita el Hospital de los Desamparados de Valencia, como primer lugar en el
que se ha tratado de ayudar a “desamparados” y locos, de un modo científico y
humano, social y religioso).
La devoción a la
Virgen bajo el título de Madre y protectora de los “inocentes” y en general de
todos los “desamparados” fue naciendo y creciendo de un modo natural en el
entorno del padre Juan Gilabert Jofré y de su hospital. No fue necesaria una
aparición especial, sino la misma experiencia de la ayuda a los “desamparados”,
a quienes se empezó a ver como hijos privilegiados de la familia de María.
Ellos, los que no tenían familia, los excluidos de la sociedad, por locura o
por otras causas, eran en Valencia la familia de María, la madre de Jesús.
De esta manera
reinterpretó el padre Juan Gilabert Jofré la devoción de la Virgen de la Merced
(virgen de la redención de cautivos) como Virgen de los locos (Virgen que
protege la obra de ayuda a los “desamparados”).
Ésta es una
devoción que nació y creció con la obra del “Hospital de los Inocentes”, obra
que fue asumiendo y dando sentido a otras actividades de tipo asistencial y
caritativo en favor de los marginados (“desamparados”) de la sociedad que
fueron surgiendo en Valencia. De esa manera, la Virgen María no aparece sólo
como Inmaculada y triunfante sobre el cielo. No es tampoco la Madre Dolorosa
que llora ante el Calvario. Es todo eso, pero lo es de un modo especial, desde
la perspectiva de los “desamparados” (de los más oprimidos del mundo) a los que
ella avala, sostiene y protege como Madre poderosa.
Con este fin,
como signo de la Virgen que acoge como hijos suyos a los más “desamparados” se
construye una hermosa imagen agachada, en gesto de acogerles, adoptarles como
hijos y elevarles a la suprema dignidad de la redención cristiana.
Así nace la
imagen de la Virgen de los “desamparados”. Ella se inclina materna, cercana,
cariñosa: Se inclina y se abaja para acoger, bendecir y salvar a los más desamparados,
a los mismos que han sido ajusticiados por la ciudad.
Este es un signo
de extraordinaria profundidad teológica y humana: Había entonces personas que “abandonaban”
y deshonraban a los ajusticiados, echándoles a una fosa común, sin bendición
cristiana, sin esperanza. En contra de eso, los cofrades de la Virgen acogen
bajo su protección a esos “desamparados” y así ponen la imagen de María sobre
el ataúd de los ajusticiados, para iniciar con ellos una procesión salvadora y
enterrarlos a lugar sagrado. Es hermoso que la Madre de Jesús haya recibido
este título de suprema misericordia: Es Madre de los “desamparados”, protectora
y salvadora de aquellos que han muerto sin familia, es Madre de aquellos a los
que la buena sociedad ha condenado y ajusticiado como malhechores o bandidos.
La misma Virgen
toma bajo su protección a las mujeres prostitutas, de tal forma que la Cofradía
de la Virgen de los Inocentes (vinculada al Hospital de los Desamparados) les
ofrece protección y ayuda. El Evangelio presenta a Jesús como “amigo de
publicanos y prostitutas” es decir, de gentes de “mala familia”. Pues bien,
esta Madre de los “desamparados” aparece en Valencia como Virgen evangélica y
cristiana por excelencia.
Así viene a
presentarse como signo y garantía de ayuda cristiana y social para todos los
oprimidos y expulsados. Antes que posibles pecadores, los ajusticiados y las
prostitutas, lo mismo que los locos y los maleantes, son hijos de Dios,
necesitados de misericordia y protección. Eso es lo que quiere ofrecerles la
Madre de Jesús a través de su Cofradía (de la obra de sus cofrades) y de su
mismo nombre: Ella es Madre de todos los “desamparados”.
Finalmente, la
Cofradía de la Virgen los inocentes y “desamparados” toma bajo su protección a
los niños abandonados o sin familia, a los que acoge y cuida el mismo hospital
de los locos. En ese sentido, la devoción mariana tiene que expresarse,
conforme a la inspiración y obra del padre Juan Gilabert Jofré, a través de una
fuerte solidaridad social. La Virgen no nos saca de este mundo, para consolarnos
y ofrecernos una ayuda en plano puramente interno, sino que nos hace asumir un
fuerte compromiso en favor de los más necesitados, emplazando por los locos y
terminando por los niños sin hogar o sin familia
Resulta difícil
encontrar una "galería" más impresionantes de marginados sociales y
oprimidos: Locos y ajusticiados, prostitutas y niños abandonados o no nacidos.
Ellos son los que Valencia pone bajo la protección de la Virgen María, el año
1409 y siguientes, en los momentos quizá más importantes de la historia de la
ciudad. Parece que estamos volviendo a los tiempos iniciales del mensaje de
Jesús que anuncia su evangelio y ofrece su ayuda redentora a publicanos y
pecadores, a enfermos y prostitutas, a posesos y a todo tipo de bandidos, incluido
el ladrón que está a su lado en el Calvario. Pues bien, aquellos tiempos son
nuestros tiempos.
Este año 2023,
el mundo sigue siendo ciudad de locos y “desamparados”, ciudad de niños
abandonados y no nacidos, de emigrantes y familias desestructuras. Ellos tenían
que ser, ellos son, los destinatarios privilegiados del signo de Dios,
expresado en la “corona de caridad” de la Virgen María, Madre de los “desamparados”.