MARIA: BENDITA
TÚ ERES
Por Antonio DÍAZ
TORTAJADA
Delegado Episcopal de Religiosidad Popular
María es un manantial inagotable. De
ella se pintan cuadros, se haces esculturas, se escriben poemas. Esta reflexión
ha estado regada con el agua del seno de María Inmaculada. Nos hemos acercado a
María en su Concepción desde la sencillez y la humildad de la poesía mística.
Nos trasladamos a Roma, para escuchar a
Pío IX como define como dogma de fe el gran privilegio de la Virgen: “La beatísima Virgen María fue preservada
inmune de toda mancha de culpa original en el primer instante de su
concepción”.
Contemplemos, ahora, la silueta de esta
Mujer marcada por el amor y la plenitud de gracia junto al canto litúrgico de
las vísperas de la fiesta solemne de la Inmaculada, en los monasterios o en los
conventos de clausura.
El gregoriano se viste de azul. Y los
contemplativos quieren describirnos y explicarnos en qué consiste la palabra y
el dogma de la Inmaculada.
Las palabras que salen de sus labios,
las dirigen a María. Dice el himno de vísperas: “De Adán el primer pecado/ no vino en vos a caer; / que quiso Dios
preservaros/ limpia como para Él/. De vos el Verbo encarnado/ recibió el humano
ser/ y quiere toda pureza/ quien todo puro es también/. Si es Dios autor de
leyes/ que rigen la humana grey/, para engendrar a su madre/ ¿no pudo cambiar
la ley? Decir que pudo y no quiso/ parece cosa cruel/, y, si es todopoderoso/,
¿con vos no lo habrá de ser/ Que honrar al hijo en la madre/ derecho de todos
es/, y ese derecho tan justo/, ¿Dios no lo debe tener?/ Porque es justo, porque
os ama/, porque vais su madre a ser/, os hizo Dios tan purísima/g como Dios
merece y es”.
Tras escuchar el Magisterio de la
Iglesia y la Liturgia, los poetas convierten sus versos en campanarios
marianos, evocando con más luz la silueta de María. Es el poeta Gerardo Diego quien
habla sobre la Inmaculada: “Era ella/ y
nadie lo sabía/ Pero cuando pasaba/ los árboles se arrodillaban/. Anidaba en
sus ojos/ el Ave María/ y en su cabellera/ se trenzaban las letanías/. Era ella/.
Era ella/. Me desmayé en sus manos/, como una hoja muerta/, en sus manos
ojivales/ que daban de comer a las estrellas/. Por el aire volaban/ romanzas
sin sonido/, y en su almohada de pasos/ me quedé dormido”.
El sueño del poeta Gerardo Diego, enlaza
con el “despertar” de otro poeta, Dámaso Alonso, quien se siente triste y solo,
con una soledad tan profunda que necesita gritar. He aquí sus versos apesadumbrados:
“Como hoy estaba abandonado de todos, /
como el veneno ya me llegaba al corazón, / mi corazón rompió en un grito/y era
tu nombre, / Virgen María, Madre/. No, yo no sé quién eres:/Pero eres una gran
ternura”.
Y nos preguntamos como hombres de pequeñita
fe que alguien nos explique para qué sirve un “corazón virginal” o “una madre
virginal”. Y nadie mejor que el jesuita Cándido Pozo. Este teólogo lo hace
desde las profundidades teológicas, pero con un lenguaje claro, diáfano,
filial. “María, la madre virginal de
Jesús, vuelca sobre cada uno de los discípulos de su Hijo su corazón virginal.
Precisamente el amor virginal recae sobre la persona amada sin dividirse. La
virginidad de María tenía la finalidad, querida por Dios, de hacer posible a
María una plena concentración de su amor en Jesús, sin que división alguna de
su corazón lo dispersara. Esa misma concentración de amor por parte de María se
produce sobre cada uno de nosotros, a los que María nos mira como a Jesús”.
Y termina diciendo el padre Cándido
Pozo: “Nuestra confianza en María pierde
así todo límite. No sólo podemos apelar ante ella a que Jesús nos ha puesto
bajo su protección, sino a que el encargo ultimo del Señor moribundo a ella fue
que nos mirara, a cada uno, como a Jesús. Con alegre audacia (“parresía” es la
palabra griega que usa en estos casos el Nuevo Testamento) puedo presentarme
ante ella y decirle: Escúchame Madre, soy Jesús que viene a Ti; cuida de mi
como cuidaste de Él en Belén o Nazaret, y haz que te sienta cercana en mis
horas difíciles con aquella misma solicitud con que lo acompañaste al
Calvario”.
Satisfechas nuestras interrogantes
teológicas, es el poeta Francisco Pino quien
se encarga de ofrecernos este listado, tomado de su “Letanía de los pobres a
María”:
María,
la pobre. Trono de ningún trono. Causa de la alegría de los que no la tienen.
Vaso en el que la materia se hace ala. Vaso del agua, rosa del hambriento.
Chabola sin paredes. Chabola en vilo. Casa de adobes azules. Arca soñada de un
ajuar soñado. Puerta sin puerta. Tragaluz que ilumina el abrazo de la pareja.
Almohada de los encarcelados. Chacha arrodillada sobre la baldosa de los
pobres. Nodriza de los que no esperan comer mañana. Ruega por nosotros”.
A la pregunta de un cristiano de a pie:
¿Quién es la Virgen María?
Me respondo, también, con acento
poético: María es un sueño de Dios, pero un sueño realizado. Porque el primer
sueño de Dios que fue el hombre fracasó. María nos deja el encargo de imitarla,
siendo también, cada hombre y mujer de la historia, sueños realizados de Dios.
Proclamemos bienaventurada a María
Inmaculada porque el Creador puso su mirada en ti y fuiste la llena de gracia; porque
con tu silencio fecundo --gozosa contemplación-- hiciste posible el nacimiento
de la Luz. Porque en el encuentro amargo de la vía dolorosa con el Dios-Hijo,
el don de tu mirada abrió de nuevo un cielo con estrellas y porque aquella
mañana que esperaron los siglos, nueva Pascua perenne, te pusiste en camino, en
busca del prodigio, estrenaste alegría y comenzó la fiesta.