MARÍA DEL CARMEN, LA GRAN MISIONERA
Por Antonio DÍAZ TORTAJADA
Delegado
Episcopal de Religiosidad Popular
Cada 16 de julio, la Iglesia celebra la
memoria de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo. Pocas advocaciones
de la Virgen han tenido tanta devoción a través de los siglos como es esta de
la Virgen bajo la advocación del Monte Carmelo: la Virgen del Carmen, día
marcado de forma especial en el calendario litúrgico de muchas localidades.
Esta advocación mariana surge en el
siglo XII en torno a la cueva de Elías, situada en el Monte Carmelo, en la
actual ciudad de Haifa (Israel). Unos ermitaños, precursores de las órdenes
carmelitas, construyeron sobre la cueva una iglesia que dedicaron a la Virgen
bajo la advocación de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
Los carmelitas han sido conocidos por su
profunda devoción a la Santísima Virgen. Ellos interpretaron la nube de la
visión de Elías como un símbolo de la Virgen María Inmaculada. Ya en el siglo
XIII, cinco siglos antes de la proclamación del dogma, el misal carmelita
contenía una Misa para la Inmaculada Concepción.
Desde que en el siglo XIII se apareciera
la Virgen al Superior General de los Carmelitas san Simón Stock, según la
tradición, el 16 de julio de 1251, con estas palabras: “Toma este hábito, el
que muera con él no padecerá el fuego eterno”, y le entregara el hábito y el
escapulario, la devoción a la Virgen del Carmen se fue extendiendo por toda
Europa, y España fue una de las naciones donde pronto su devoción por la Virgen
del Carmen fue adquiriendo una devoción especial.
Después, fueron precisamente los frailes
y las monjas, calzados y descalzos carmelitas los que llevaron la devoción a su
patrona, a la Virgen del Carmen, a diferentes países.
Existen hoy órdenes de carmelitas en
todo el mundo, masculinas y femeninas, que han asumido esta forma de vida,
centrando la espiritualidad en la Virgen del Carmen.
En el año 1209 el patriarca de
Jerusalén, Alberto, entregó a los ermitaños una Regla de vida, que sintetiza el
ideal del Carmelo: la contemplación, la meditación de la Palabra de Dios y el
trabajo.
También destaca entre las más antiguas
formas de culto, especial y necesario a María Santísima, que cooperan a que “al
ser honrada la Madre, sea mejor conocido, amado, glorificado el Hijo, y que, a
la vez, sean mejor cumplidos sus mandamiento”. La celebración de la Virgen del
Carmen, está entre las fiestas “que hoy, por la difusión alcanzada, pueden
considerarse verdaderamente eclesiales”.
La Virgen nos enseña a: vivir abiertos a
Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida. Escuchar
la Palabra de Dios en la Biblia y en la vida, a creer en ella y a poner en
práctica sus exigencias. Orar en todo momento, descubriendo a Dios presente en
todas las circunstancias y a vivir cercanos a las necesidades de nuestros
hermanos y a solidarizarnos con ellos.
Juan Pablo II, escribió: “También yo
llevo sobre mi corazón, desde hace mucho tiempo, el Escapulario del Carmen. Por
el amor que siento hacia nuestra Madre celestial común, cuya protección
experimento continuamente, deseo que este año mariano ayude a todos los
religiosos y las religiosas del Carmelo y a los piadosos fíeles que la veneran
filialmente a acrecentar su amor y a irradiar en el mundo la presencia de esta
Mujer del silencio y de la oración, invocada como Madre de la Misericordia,
Madre de la esperanza y de la gracia”.
Los hombres del mar la tienen por su
fiel protectora, la Marina española la tiene como patrona. Ella es la Estrella
de los Mares. María es muy querida por los hombres y mujeres del mar, honrada y
festejada por la Marina Española y admirada por todos los discípulos de su
Hijo, porque ella es la Estrella del Mar, que ilumina el camino, que es como el
faro seguro que conduce a Cristo, puerto de Salvación. María, para nosotros, es
siempre luz en nuestro caminar, faro seguro que orienta hacia Cristo, puerto
seguro de salvación.
La vida de María es un canto al amor a
Dios y al amor a los hermanos. Su vida entera es una vida consagrada a Dios y
al cumplimiento de lo que Dios le pedía: Por amor a Dios, está siempre atenta a
lo que Dios puede pedirle, descubriendo, desde esa escucha, los planes de Dios
sobre ella; por amor a Dios, se pone plenamente a su servicio y de cuanto Él le
pedía; por amor, ante el anuncio del Ángel de parte de Dios que iba ser la
Madre del Salvador, ella pronunció su “hágase en mi según tu palabra”, y esta
va a ser la respuesta constante de su vida toda: tanto cuando las cosas le son
favorables y a Cristo le aclama el pueblo como un verdadero profeta, buen
predicador y gran milagrero, como cuando pasaba por momentos de dolor y
angustia viendo a su Hijo condenado a muerte y muriendo en la cruz, ella va a
seguir diciendo “hágase”. Y por amor a Dios antepone siempre los planes de Dios
a sus propios planes.
Monseñor Oscar Arnulfo Romero, arzobispo
de San Salvador, asesinado en marzo de 1980 durante su ministerio episcopal, al
menos en tres ocasiones, se refirió con palabras muy hermosas a la Virgen del
Carmen y a las celebraciones del 16 de julio. El Arzobispo alaba esta devoción
y pide que se convierta en una plataforma de evangelización y de liberación.
Con un estilo pastoral que nos recuerda mucho al documento de “Aparecida” y
también al papa Francisco. Romero nos invita a descubrir la fuerza
evangelizadora que late tras la piedad popular que --aunque en ocasiones deba
ser purificada de ciertos riesgos como el sentimentalismo pasajero, el mero
“exteriorismo” folclórico o la falta de compromiso en la vida-- supone una
riqueza enorme para toda la Iglesia. En esta piedad el pueblo sencillo
encuentra en muchas ocasiones la forma de expresar las grandes verdades de la
fe, así como su esperanza y su confianza en Dios a través de la Virgen María.
No hay predicadora más atrayente que la
Virgen del Carmen en medio de nuestro pueblo”—decía monseñor Romero en 1977-: “Nuestro
pueblo siente que María, bajo ese título del Carmen, es la gran misionera
popular (…). Unamos pues nuestra reflexión a este cariño del pueblo, de la vida
religiosa y sacerdotal a Nuestra Señora del Carmen”. Poco tiempo después, el
Arzobispo era tiroteado mientras celebraba la eucaristía y caía muerto cerca de
una imagen de la Virgen del Carmen.