Mes de octubre,
mes del Rosario
EL ROSARIO,
EXPRESIÓN DE LA RELIGIOSIDAD POPULAR
Por Antonio DÍAZ
TORTAJADA
Delegado Episcopal
de Religiosidad Popular
El Santo Rosario es una de las expresiones privilegiadas de oración
cristiana fruto de la inculturación de la fe. No se trata solo de una expresión
religiosa sino también de unos valores, criterios, conductas y actitudes que
nacen del dogma católico y constituyen la sabiduría de nuestro pueblo, formando
su matriz cultural.
El Santo Rosario que pertenece a la religiosidad popular forma parte del
conjunto de hondas creencias selladas por Dios, de las actitudes básicas que de
esas convicciones derivan y las expresiones que las manifiestan. Es la
manifestación en su forma cultural más característica, es expresión de la fe
católica. Es un catolicismo popular.
Antiguamente, los romanos y griegos solían coronar de rosas a las imágenes
que representaban a sus dioses; de esta manera, ofrecían a ellos sus corazones.
Razón por la cual las mujeres que eran llevadas al martirio por los romanos,
adornaban sus cabezas con una corona de rosas, como símbolo de entrega de sus
corazones a Dios. Por la noche, los cristianos recogían esas coronas y por cada
rosa recitaban una oración que generalmente era un salmo por el eterno descanso
del alma de las mártires. Es así como se le llama también al rosario: “corona
de rosas”
En el siglo XII la Iglesia comenzó a recomendar el rezo del rosario, que
consistía en recitar los 150 salmos de David, por obvias razones, este rezo lo
hacían solo personas cultas y letradas, que no lo era la mayoría de los
cristianos.
Como la Iglesia consideró que el rosario era una oración agradable a Dios,
y una fuente de gracia para quienes lo rezaran, sugirió que quienes no supieran
leer, reemplazaran los salmos por avemarías. A esta oración se le llamó
“salterio de la Virgen”.
Se le atribuye a santo Domingo de Guzmán la propagación del rezo del
rosario, pues él hacía mucha oración, penitencia y hasta se flagelaba por la
conversión de la gente. En uno de estos sacrificios, se le apareció la Virgen
con tres ángeles y le dijo que la mejor manera de convertir a las almas duras,
no era la flagelación, sino el rezo de su salterio. Así, santo Domingo corrió
hasta la catedral de Toulouse y empezó a narrar a la gente lo ocurrido y a
fomentar el rezo del rosario, explicando que el rezo de las avemarías,
recordaba ciento cincuenta veces el momento en que la humanidad representada
por María, había aceptado a su Hijo como salvador.
Santo Domingo que murió en 1221, su vida la dedicó a predicar y hacer
popular el rezo del rosario, entre la gente de todas las clases sociales. Las
intenciones o razones con las que motivaba su rezo, eran el sufragio de las almas
del Purgatorio, que el bien triunfe sobre el mal, que los fieles vivan
cristianamente y para pedir por la Santa Madre Iglesia.
Algunos años después de la muerte de santo Domingo, empezó a olvidarse el
rezo del Rosario. Fue en la Europa de 1349, cuando hubo la temible epidemia
llamada “muerte negra” en la que llegaron a morir muchas personas. Esta
circunstancia fue, la que hizo retomar la devoción al Rosario, guiada esta vez,
por el fraile Alan de la Roche, superior de la congregación de los dominicos.
Son ellos los que le dan la forma que tiene actualmente, con la aprobación de
la Iglesia jerárquica. Desde 1460 se propaga la devoción por todas las iglesias
del mundo. El papa Gregorio XIII, instituye la fiesta de Nuestra Señora del
Rosario el 7 de Octubre de 1571, fecha en que los cristianos ganaron la batalla
de Lepanto. Esta batalla, se juzgó muy importante para el cristianismo,
victoria que se la atribuyó a la protección de la Virgen.
Es tal la importancia que para la Iglesia tiene el Santo Rosario, que desde
el papa Pío V, de la orden de los dominicos, a quien se conoció como el “primer
papa del Rosario”, hasta Juan Pablo II, esta ha multiplicado aprobaciones y
escritos promoviendo el rezo del rosario, y principalmente en familia. Juan
Pablo II, por ejemplo, poco después de su elección, decía a los fieles que se
habían reunido en la plaza de san Pedro: “El Rosario es mi oración predilecta”.
Y en su homilía en el santuario de Pompeya decía “Venimos aquí a rezar con
María, para meditar junto con ella, los misterios que ella, como madre,
meditaba en su corazón (Lc.2, 19). Y sigue meditando, porque estos son los misterios
de la vida eterna. Están inmersos en Dios mismo…Y tan estrechamente ligados a
la historia de nuestra salvación. Por eso, esta oración de María, inmersa en la
luz de Dios, sigue al mismo tiempo abierta siempre hacia la tierra, hacia los
problemas de cada hombre, hacia todos los problemas humanos… hacia toda la
misión de la Iglesia, hacia sus dificultades y esperanzas…Esta oración de
María, este rosario es precisamente así, porque desde el principio ha estado
invadido por la lógica del corazón. En efecto, la madre es corazón, y la
oración se formó en ese corazón mediante la experiencia más espléndida:
mediante el misterio de la encarnación”.
Pío V en su Bula de 1569, define al rosario o salterio de la Virgen
como:“Un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, y que consiste en ir
repitiendo el saludo que el ángel Gabriel le dio a María, interponiendo un
padre nuestro entre cada diez avemarías, e ir meditando en la vida de nuestro
Señor Jesucristo”. La palabra Rosario significa “Corona de Rosas” por tanto
cada misterio completo es una corona de rosas que se le da a la Virgen María;
el Rosario es considerado la más importante de todas las devociones de la
Iglesia.
Algunos Papas han resaltado el carácter teológico del Santo Rosario, pues
es una oración que nace del misterio de la encarnación.
Los elementos teológicos sobre los que se fundamenta el rosario: Oración
evangélica: Se la considera así, pues es del mismo Evangelio en donde se
inspiran las oraciones y los misterios. El padre nuestro es la oración enseñada
por Jesús, y el avemaría combina el saludo del ángel y el de Isabel. Los
misterios son la síntesis de la vida de Cristo: encarnación, vida pública,
pasión y resurrección, es decir los misterios gozosos, luminosos dolorosos y
gloriosos.
Es una oración cristocéntrica: La alabanza que en el rosario se le hace a
María, se fundamenta en Jesús. Alabando a María, no se hace otra cosa que proclamar
y anunciar la gracia por la cual ella es Madre de Dios.
Es una oración eclesial, “porque es María quien con su amor, contribuyó a
que naciese en la Iglesia los fieles que son miembro de aquella Cabeza” como
recoge la Lumen Gentium inspirada en el tratado de Sacra Virginitate de San
Agustín.
El Santo Rosario es la meditación sobre los hechos más importantes de la
vida de Jesucristo y de su madre la Virgen María.
Misterios que contemplan la anunciación que el ángel le hiciera a María,
la visitación a su prima Isabel y el nacimiento, la presentación y purificación
de María en el templo y la pérdida del Niño Jesús.
Con los misterios luminosos, recorremos la vida pública de Jesús desde el
bautismo, el milagro de la multiplicación del vino en la boda de Caná de
Galilea, anuncio del Reino e invitación a la conversión, la transfiguración y
la Eucaristía que como dice el Vaticano II “mediante ella que la Iglesia vive y
crece continuamente”
Los misterios de dolor se refieren a la pasión y muerte de Jesucristo. Y
los misterios gloriosos, nos revelan el triunfo de Jesús sobre la muerte: la
resurrección, la ascensión, la venida del Espíritu Santo y la asunción de la
Virgen y coronación de María como madre y reina de todo lo creado.
Las avemarías son el elemento más extenso del Rosario y que a la vez lo
convierte en una oración mariana. Pero precisamente a la luz del Ave María,
bien entendida, es donde se nota con claridad que el carácter mariano no se
opone al cristológico, sino que más bien lo subraya y lo exalta. En efecto, la
primera parte del Ave María, tomada de las palabras dirigidas a María por el
ángel Gabriel y por santa Isabel, es contemplación adorante del misterio que se
realiza en la virgen de Nazaret. Expresan por así decir, la admiración del
cielo y de la tierra y, en cierto sentido, dejan entrever la complacencia de
Dios mismo al ver su obra maestra – la encarnación del Hijo en el seno virginal
de María análogamente a la mirada de aprobación del Génesis aquel pathos con el que Dios, en el alba
de la creación, contempló la obra de sus manos. Repetir en el rosario el Ave
María nos acerca a la complacencia de Dios: es júbilo, asombro, reconocimiento
del milagro más grande de la historia.
El centro del Ave María, casi como engarce entre la primera y la segunda
parte, es el nombre de Jesús. A veces en el rezo apresurado, no se percibe este
aspecto central y tampoco la relación con el misterio de Cristo que se está
contemplando. Pero es precisamente el relieve que se da al nombre de Jesús y a
su misterio lo que caracteriza una recitación consciente y fructuosa del
rosario. Ya Pablo VI recordó en la Exhortación Apostólica Marialis cultus,
la costumbre practicada en algunas regiones, de realzar el nombre de Cristo
añadiéndole una cláusula evocadora del misterio que se está meditando.
Es una costumbre loable, especialmente en la plegaria pública. Expresa con
intensidad la fe cristológica, aplicada a los diversos momentos de la vida del
Redentor. Es profesión de fe y al mismo tiempo ayuda a mantener atenta la meditación,
permitiendo vivir la función asimiladora, innata en la repetición del Ave
María, respecto al misterio de Cristo. Repetir el nombre de Jesús, el único
nombre del cual podemos esperar la salvación (Hch.4, 12) junto con su Madre
Santísima, y como dejando que ella misma nos lo sugiera, es un modo de
asimilación, que aspira a hacernos entrar cada vez más profundamente en la vida
de Cristo.
De la especial relación con Cristo, que hace de María la Madre de Dios, la
Theotokos, deriva además, la fuerza de la súplica con la que nos dirigimos a
Ella en la segunda parte de la oración, confiando a su materna intercesión
nuestra vida y la hora de nuestra muerte.
El Santo Rosario es una excelente oración popular, al alcance de todos y
que une como pocas devociones a la Virgen con Cristo su Hijo.
Y que, a pesar de que con mucha frecuencia el rezo del Rosario se lo hace
mecánicamente y actualmente como parte del culto a los difuntos, ésta es una
oración que debemos “recrearla”, valorarla más, vivirla personalmente y
extender su práctica. Es decir caer en la cuenta que es una oración con la que
podemos unirnos a María y a su Hijo, meditando el gran misterio de la
Encarnación que fue el inicio de nuestra redención; el misterio que nos
permitió conocer el amor del Padre, conocer al Dios de Jesús, misterio que nos
abrió el camino para sentir la presencia de Dios entre nosotros.
Y finalmente es una oración evangélica, pues está inspirada en los
misterios de la vida de Cristo. Por tanto podemos rezar el rosario, haciendo énfasis
en el texto bíblico que nos habla de la vida de Jesús y reflexionarlo.
Recordemos que somos seres sensibles a los símbolos y que el tener el rosario
entre las manos, nos ayuda a recordar, a evocar que el Señor nos amó hasta la
locura de la cruz.
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