VÍA
CRUCIS PENITENCIAL EN TIEMPO DE PANDEMIA
Por
Antonio DIAZ TORTAJADA
Delegado Episcopal de
Religiosidad Popular
ORACIÓN INICIAL
V/ En el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
R/ Amén.
Señor Jesús, nos
disponemos a meditar las estaciones de tu Vía Crucis en este tiempo de dolor, enfermedad
y pandemia por el coronavirus que nos ataca. Queremos seguir los pasos de tu
entrega hasta el final por amor a nosotros. No queremos ser meros espectadores
de tu Pasión. Nos unimos a ti. Queremos vivir tu vía crucis, sentir tu vía crucis
y que toque profundamente nuestro corazón.
Hoy queremos
revivir las últimas horas de tu vida terrena, Señor Jesús, hasta que,
suspendido en la cruz, gritaste tu: “Todo está cumplido”. Queremos ahora recorrer
esta “vía dolorosa” junto a los nuevos crucificados de nuestra historia actual.
Formamos una gran familia de hijos de Dios, unida por la enfermedad. Una
enfermedad, que también sufrimos nosotros, los cristianos. Que tu cruz, Señor
Jesús, instrumento de muerte pero también de vida nueva, nos una a todos e
ilumine la conciencia de todos los hombres.
Señor, que al
meditar cada estación, nos sintamos heridos por tu inmenso amor de tal forma
que nos dispongamos a seguirte con más fidelidad y verdadero compromiso. Virgen
María, Madre Dolorosa que seguiste en camino de la cruz hasta la muerte de tu
Hijo, acompáñanos, guíanos en este vía crucis y ayúdanos para que en esta meditación
se vayan imprimiendo en nosotros los sentimientos vivos del corazón de tu Hijo:
humildad, mansedumbre, bondad y perdón. Amén.
I Estación
Jesús es
condenado a muerte
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el
reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los
cielos” (Mt 7,21)
Condenado a
muerte. Y nosotros condenados a vivir con esa enfermedad del coronavirus que es
nuestra cruz. Una cruz que puede llegar a trastocar todos los ámbitos de nuestra
existencia: el ámbito personal, el familiar, el social e incluso el mundial,
como está ocurriendo. Es una invitación a asumir la cruz como cuna del
cristiano; y las cunas, más que de muerte nos hablan de vida, de futuro, de
esperanza.
Estamos llamados
a recorrer el mismo camino: Tú y nosotros. Parece un mismo camino y es también
un camino diferente para todos, porque cada uno estamos llamados a seguirte
desde nuestra propia realidad. Nadie como el que sufre comprende la realidad
del camino de la cruz, porque nadie como él sabe cuánto pesa el madero del
dolor y de la enfermedad.
Señor que
encontremos luz y paz en nuestra cruz junto a la cruz de nuestro Señor
Jesucristo. Que nos des la capacidad de decir sí a nuestros sufrimientos, como
tú dijiste sí a tu condena a muerte.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
II Estación:
Jesús con la
cruz a cuestas
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue
a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga” (Lc 9,23)
Señor Tú llevas
la cruz sobre tus espaldas. Nosotros ponemos nuestras espaldas sobre nuestra
cruz. Tú llevas la cruz. A nosotros nos lleva nuestra cruz. Tú y nosotros caminamos
por la vida pegados a la cruz.
A veces quisiéramos
desapegarnos de ella, tirarla lejos, no volver a verla más. Pero cuanto más la rechazamos
más nos duele. Pensamos que la única manera de hacerla menos pesada es amarla,
abrazarla, convertirla en nuestro propio camino.
Te pedimos por
las autoridades sanitarias que les toca cargar a sus espaldas la cruz de velar
por la salud de tantas y tantas personas. Que tu luz, Señor, les ilumine y les
guíe en la toma de decisiones. Que sepan poner siempre sus vidas al servicio de
los demás.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
III Estación:
Jesús cae por
primera vez
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros
dolores” (Is 53,4)
Señor Jesús, en
el camino empinado que conduce al Calvario has querido experimentar la
fragilidad y la debilidad humana.
Pensábamos que
solamente nosotros éramos débiles ante el dolor y la enfermedad. No sentimos
alegría por tu debilidad. Pero sí sentimos la alegría espiritual de verte a ti
tan parecido a nosotros: hombre como nosotros.
Señor, ante esta
enfermedad que padece nuestra sociedad te agradecemos la presencia de tantos
nuevos samaritanos del tercer milenio que viven hoy la experiencia del camino,
inclinándose con amor y compasión sobre las numerosas heridas físicas y morales
de los que viven en el miedo y el terror de la oscuridad, de la soledad y de la
indiferencia.
Te pedimos que
no caigamos en la tentación de la frivolidad, de no tomarnos en serio las
recomendaciones que se nos hacen para evitar posibles caídas o contagios,
poniendo en riesgo nuestra salud y la salud de los demás. Cuando sintamos que
el desaliento, el cansancio, el aburrimiento o la impotencia quieran adueñarse
de nosotros tu caída bajo la cruz será para nosotros un aliento para luchar y
salir de nuestra depresión.
Señor, queremos
pedirte por todos nuestros hermanos enfermos, por todos aquellos que como nosotros
se cansan de su enfermedad, para que encuentren una palabra de aliento.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
IV Estación:
Jesús encuentra
a su Madre
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Una espada te traspasará el alma, para que se
pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones” (cf. Lc 2,35)
Señor Jesús, no
sólo sufrías, cargado con tu cruz, sino que eras ocasión de dolor para el
corazón de tu madre, María. Tu dolor, de alguna manera también hería y
santificaba el corazón de la Madre.
Cada momento de
ese breve encuentro, ¿te pareció una eternidad? Como vemos tanto sufrimiento en
nuestro mundo, hay veces que creemos que ya no hay esperanza. Nuestra oración
¿de qué servirá? Los enfermos se enferman más y los hambrientos se mueren de
hambre. Pensamos en esa mirada entre Tú y María. La mirada que dijo: Demos este
padecimiento al Padre por la salvación de las almas. El poder del Padre toma
todos nuestros dolores y frustraciones y renueva las almas, los salva para una
vida nueva, una vida de alegría eterna, dicha eterna. Vale la pena todo esto.
Pedimos por intercesión de la Virgen María, y para que
nos de confianza en la tarea de tantos profesionales que velan como madres por
nuestra salud y nuestro bienestar. Que sepan dar siempre apoyo y consuelo, y
estar presentes para ofrecer ayuda. Su atención nos consuela.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
V Estación
El Cireneo ayuda
a Jesús a llevar la cruz
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Llevad los unos las cargas de los otros y así
cumpliréis la ley de Cristo” (Ga 6,2)
Señor Jesús, en
el camino al Calvario sentiste el peso y la dificultad de llevar esa áspera
cruz de madera. En vano esperaste el gesto de ayuda de un amigo, de uno de tus
discípulos o de una de las muchas personas a quienes aliviaste sus
sufrimientos. Lamentablemente, solo un desconocido, Simón de Cirene, por
obligación, te echó una mano.
¿Dónde están hoy
los nuevos cireneos del tercer milenio? ¿Dónde los encontramos?
Te pedimos por
todos los cireneos de nuestra historia.
Que los
profesionales sanitarios: médicos, enfermeras, auxiliares; por todo el personal
de los hospitales, los cirineos que ayudan a los enfermos a vencer la
enfermedad, Dios les proteja, les cuide, les fortalezca y les ayude en esta
hora difícil. Que ellos, cuando nos cansemos y desanimemos, cuando sintamos el
peso de nuestra soledad nos ayuden a llevar nuestra cruz.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
VI Estación
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis
hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40)
Las cosas
sencillas tienen un gran valor. La Verónica limpió tu rostro, Señor Jesús,
sucio por la sangre y el polvo. Cuantos son los que están junto a nuestra cama
de hospital. Cuánta gente que nos atiende para lavar nuestro rostro o quitarnos
el sudor. Casi nada.
Señor Jesús,
limpia nuestros rostros y que sepamos descubrir el tuyo en nuestros hermanos y hermanas,
especialmente en todos aquellos que, en muchos hospitales y residencias, viven
en el dolor de la enfermedad.
Bendice a las personas
que, de manera altruista, ayudan, colaboran, se solidarizan, aportan su tiempo
y sus dones para aliviar tantas necesidades como acarrea una situación como
ésta. Que aprendamos a estar siempre al lado de los que sufren, sin
estigmatizar a nadie.
Señor, te
pedimos que tengas piedad y compasión de este mundo enfermo y ayúdanos a
redescubrir la belleza de nuestra dignidad como seres humanos, creados a tu
imagen y semejanza.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
VII Estación
Jesús cae por
segunda vez
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban;
sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente”
(1P 2,23)
El camino se
hace largo y las fuerzas son cada vez más débiles. El tiempo para el que sufre
es un sufrimiento más. Uno se va cansando de todo. El cuerpo ya no da para más.
Todas las posturas son incómodas. La cruz de la enfermedad nos parece cada vez
más dura. Tú besas por segunda vez el polvo del camino.
Señor Jesús,
también tú sentiste el peso de la condena, del rechazo, del abandono, del
sufrimiento ocasionado por personas que te habían encontrado, acogido y
seguido. Con la certeza de que el Padre no te había abandonado, encontraste la
fuerza para aceptar su voluntad perdonando, amando y ofreciendo esperanza a
quien como tú recorre hoy el mismo camino de burla, desprecio, escarnio,
abandono, traición y soledad.
Señor que no
caigamos en el miedo, en la histeria, en la desesperanza… que no conducen a
nada. Que el Señor nos dé serenidad para afrontar esta situación de emergencia
que nos toca vivir.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
VIII Estación
Jesús encuentra a
las mujeres de Jerusalén
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por
vosotras y por vuestros hijos” (Lc 23,28)
Jesús, incluso
cargando con la Cruz es capaz de olvidarse de sí mismo. Se olvida del peso de
la Cruz, se olvida de sus flaquezas y
debilidades, para preocuparse de los demás.
Es la tentación
del egoísmo. Es la tentación de convertir nuestro dolor en nuestra carta de
derechos frente a los demás. Nuestro único derecho es ayudar y servir a los
demás. Solamente sumando la pobreza de cada uno, esta puede convertirse en una
gran riqueza, capaz de cambiar la mentalidad y de aliviar el sufrimiento de la
humanidad.
Concédenos,
Señor, a tener tus ojos. Esa mirada de bienvenida y misericordia con la que ves
nuestros límites y nuestros temores. Ayúdanos a ver las diferencias de ideas,
hábitos y puntos de vista. Ayúdanos a reconocernos a nosotros mismos como parte
de la misma humanidad y a convertirnos en promotores de formas audaces y nuevas
de acogida a los diferentes.
Señor te pedimos
por tantos creyentes como en estos días rezamos para que apartes del mundo este
mal del coronavirus. Señor Jesús, escucha y atiende nuestras oraciones.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
IX Estación:
Jesús cae por
tercera vez
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría
la boca: como cordero llevado al matadero” (Is 53,7)
Señor Jesús, has
caído por tercera vez, exhausto y humillado, bajo el peso de la cruz. Te vemos
a ti, caído en tierra, una vez más. Una vez más tienen que ayudarte a
levantarte, a ponerte en pie. Una vez más, necesitas de los otros para poder
andar tu camino. Una vez más necesitas de la mano y la fuerza de los otros para
no quedarte en el camino. Y no protestas ni gritas contra tu impotencia y
flaqueza. Al contrario, agradeces la mano que se tiende.
Señor, ¿cuántas
veces nos has dirigido esta pregunta incómoda: “Dónde está tu hermano, dónde
está tu hermana”? ¿Cuántas veces nos has recordado que su grito desgarrador
había llegado hasta ti? Ayúdanos a compartir el sufrimiento y la humillación de
tantas personas tratadas como desechos.
Te pedimos por
quienes sufren los daños colaterales de esta crisis. De un modo especial por
los empresarios que ven peligrar su medio de subsistencia y por los obreros
que, como consecuencia, se quedan sin trabajo. Que pronto todo pueda volver a
la normalidad.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
X Estación
Jesús es
despojado de sus vestiduras
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad,
mansedumbre, paciencia” (Col 3,12)
En esta
situación que vivimos la epidemia todo nos estorba. Somos despojados de la
vida. Y ahora, despojados hasta de las sábanas desinfectadas que cubren nuestro
cuerpo. A la muerte no nos llevamos nada. Para morir todo nos estorba. Estorban
las fuerzas. Estorba el poder. Estorba la riqueza. Hasta los vestidos estorban.
Cada día que se prolonga esta nuestra enfermedad tú, Señor, nos vas despojando
de todo.
Que nuestros sufrimientos
que no nos dejan, nos vayan despojando de nosotros mismos, de nuestros
orgullos, de nuestros pecados, de nuestras rebeldías, para que cada día estemos
más dispuestos a lo que tú quieras de nosotros.
Te pedimos,
Señor Jesús, por los investigadores que gastan su tiempo en la investigación
farmacéutica, buscando un remedio de curación eficaz, para que sus trabajos
pronto puedan dar fruto, y podamos seguir alabándote descubriendo la belleza y
la riqueza que toda persona encierra en sí como don tuyo, único e irrepetible
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
XI Estación
Jesús es clavado en la cruz
Jesús es clavado en la cruz
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”
(Lc 23,34)
Ahora te han
clavado a la cruz. Irás a donde te lleve tu cruz. Clavadas las manos, que ya no
pueden extenderse a otras manos para estrecharlas. Clavados los pies, que ya no
pueden caminar a ninguna parte. Unos clavos y unos maderos son los únicos
dueños de tu cuerpo y de tu vida. ¡Qué poca cosa basta para crucificarnos!
Cuántas personas
todavía hoy son clavadas en una cruz, víctimas de una explotación deshumana,
privadas de dignidad, de libertad, de futuro. Su grito de auxilio ante la
enfermedad y dolor nos interpela como hombres y mujeres. Concédenos ojos para
ver y un corazón para sentir los sufrimientos de tantas personas que aún hoy
son clavadas en la cruz de su propia enfermedad.
Señor, ponemos
ante tus ojos los nuevos crucificados de hoy, dispersos por toda la tierra,
todos los que guardan cuarentena, bien por tener el virus, bien por haber
convivido con personas infectadas. Concédenos,
Señor, paciencia, y que este tiempo nos sirva de provecho para
reflexionar sobre la propia vida y sobre la necesidad que tenemos de Dios.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
XII Estación
Jesús muere en la cruz
Jesús muere en la cruz
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
(Mc 15,34)
Señor, has
llegado al final del camino. Un final inesperado y que no te corresponde. Tú te
merecías otra muerte. No la de un crucificado. Y sin embargo, es tu única
muerte. La muerte por fidelidad al Padre. La muerte por fidelidad a la causa
del hombre. A cada uno nos concedes nuestra propia muerte.
Tú, Señor, has
sentido en la cruz el peso del abandono y de la indiferencia. Solo María, tu
madre, y otras pocas discípulas, permanecieron allí, testigos de tu sufrimiento
y de tu muerte.
Que tu ejemplo
nos inspire a comprometernos para no hacer sentir la soledad a cuantos agonizan
hoy en tantas camas de hospital dispersos por el mundo.
Queremos
parecernos a ti también en el morir. Si ha llegado nuestra hora, que se haga la
voluntad del Padre. ¿Qué más da morir de esta o aquella enfermedad? Que
tengamos siempre cerca alguien que nos a enjugue el sudor y las lágrimas en
nuestra agonía, y cerca para confortarnos con una presencia familiar y amiga
como supieron hacerlo María y las otras mujeres al pie de tu cruz.
Acoge en tu
reino a los que han fallecido con coronavirus, para que les acojas en el cielo
donde ya no hay ni enfermedad, ni luto ni dolor.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
XIII Estación
Jesús es bajado
de la cruz
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24)
Jesús, a la hora
de tu muerte no estabas solo. Allí estuvo tu Madre. Ella te recibió en sus
entrañas de virgen por obra del Espíritu Santo, en la encarnación. Y ella te
recibe ahora en sus brazos, bajado muerto de la cruz. Es tan bello que alguien
nos ame hasta darnos la vida… Y es tan bello que alguien nos ame hasta recibir
nuestro cadáver en sus brazos caliente de madre…
Te pedimos por
todos los familiares de quienes han padecido o están padeciendo la enfermedad
del coronavirus, para que el Señor les acompañe y fortalezca en medio de la
situación familiar que están viviendo.
Señor, a la hora
de nuestra muerte que nuestro último suspiro sea un acto de fe en ti, Señor, un
acto de fe en nuestra Madre la Iglesia.
Que nuestra
muerte, como la de Jesús bajado de la cruz, no sea en vano. Confiamos, Señor,
todas nuestras vidas a la misericordia del Padre nuestro y de todos, pero sobre
todo Padre de los más abandonados, pobres, y desesperados.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
XIV Estación
Jesús es puesto
en el sepulcro
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“Está cumplido” (Jn 19,30)
Señor Jesús, tú
mismo dijiste un día: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda solo
y no da fruto, pero si muere dará mucho fruto”. Tú eres ese grano sepultado en
la tierra. Un grano que ya está brotando en nueva vida. El domingo por la
mañana, cuando las piadosas mujeres vayan a tu sepulcro, ya habrás brotado. La
muerte se habrá hecho vida y el crucificado habrá resucitado.
Señor Jesús, que
nuestra esperanza sea más fuerte que nuestros miedos. Que nuestros deseos de
resurrección sean más grandes que nuestros miedos a morir.
Señor Jesús que
aprendamos a asumir tantas realidades dolorosas como nos toca afrontar a lo largo
de la vida, incluida esta del coronavirus. Desde la luz de la fe, en la
esperanza de que todo es pasajero, Que confesemos que Tú, Señor, tienes siempre
la última palabra.
Señor, haznos
comprender que todos somos hijos del mismo Padre. Que la muerte de tu hijo
Jesús haga que los jefes de las naciones y los responsables de las
legislaciones tomen conciencia de su papel en defensa de toda persona creada a
tu imagen y semejanza.
Señor Jesús enséñanos
a velar, junto a tu Madre y a las mujeres que te acompañaron en el Calvario, en
espera de tu resurrección. Que ella sea faro de esperanza, de alegría, de vida
nueva, de fraternidad, de acogida y de comunión entre los hombres. Para que
todos los hijos e hijas del hombre sean reconocidos verdaderamente en su dignidad
de hijos e hijas de Dios nuestro Padre y nunca más tratados como esclavos.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
XV ESTACIÓN
Jesús resucita de su muerte
V/ Te adoramos,
Cristo, y Te bendecimos.
R/ porque por tu
santa cruz redimiste al mundo.
“El primer día de la semana, muy de
mañana, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían
preparado. Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro, y
entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. No sabían qué pensar de
esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos
resplandecientes. Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les
dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha
resucitado. Recordad cómo lo anunció cuando estaba todavía en Galilea”. (Lc
24,1-6)
Señor, Jesús, hemos
caminado contigo el mismo camino del sufrimiento, y por ello nos sentimos más aliviados. Sin
embargo, dolor sigue siendo el mismo. Pero tu presencia lo hace más llevadero.
Al terminar nuestro vía crucis, seguimos clavados en nuestra cruz de la
enfermedad del coronavirus, pero sentimos que nos duele menos. Porque tu
presencia y tu compañía ponen luz y esperanza en nuestro caminar. Sabemos que
tú no nos descolgarás de nuestra cruz, como tampoco tú quisiste bajar de la
tuya. Pero ya es bastante saber que nuestra enfermedad y dolor no te es ajeno
sino que tú mismo has querido compartirlo. Te pedimos, Señor Jesús, que así
como tú compartes nuestro dolor nos enseñes a compartir tu esperanza pascual. Juntos
por el mismo camino de la cruz, pero juntos también hacia la pascua.
V/. ¡Señor!, pequé:
R/. Ten piedad y misericordia de mí. Amén.
Padrenuestro….
ORACION FINAL
Dios, Padre de
bondad, te damos gracias por tu Hijo muerto y resucitado. En Él ha quedado
manifestado plenamente cuánto amas. Al término de este vía crucis confírmanos
como discípulos tuyos que anuncien con valor por el mundo la Buena Noticia de
ese amor redentor. Que nuestro ejemplo de vida atraiga muchos corazones al
seguimiento de tu Hijo, para que prueben y gusten tu bondad, tu misericordia y
experimenten cómo unidos a tu Hijo Jesús
La vida se
transforma. Renueva tu gracia en nosotros durante este tiempo de gracia para
que vivamos más de acuerdo con nuestra condición de hijos tuyos. Te lo pedimos
por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Por las intenciones del Romano Pontífice:
Padrenuestro…
Avemaría…
Gloria…