sábado, 1 de julio de 2023

Una mirada: La devoción de la Virgen del Carmen

 

Una mirada:

La devoción de la Virgen del Carmen

 

 

Por Antonio DÍAZ TORTAJADA

Delegado Episcopal de religiosidad Popular

 

 

La devoción a la Virgen del Carmen remonta sus orígenes al monte Carmelo, en Haifa al norte de Israel. Probablemente lo más relevante de esta devoción es aquello que nos narra sobre la existencia de los primeros monjes de vida eremítica inspirados por el profeta Elías. “El más célebre de estos hombres de Dios fue el gran profeta Elías, quien en el siglo IX antes de Cristo defendió valientemente de la contaminación de los cultos idolátricos la pureza de la fe en el Dios único y verdadero. Inspirándose en la figura de Elías, surgió al Orden contemplativa de los ‘Carmelitas’. En el monte Carmelo, en un lugar muy hermoso y sano, los eremitas latinos dedicaron un templo a nuestra Señora.

Los primeros monjes, después de vivir en Tierra Santa como eremitas, emigran Europa hacia el año 1274, pasando a ser una orden mendicante, puesto que su estilo de vida estaba motivado por la pobreza y la austeridad. Dentro de este estilo de vida mendicante uno de los apostolados que más ejercieron era la expansión de la devoción de Nuestra Señora del monte Carmelo. A medida que se expandían los primeros carmelitas, se iba expandiendo a la vez el fervor a la Santísima Virgen del monte Carmelo. El nombre con que eran conocidos y que reza en las constituciones de los carmelitas era “Hermanos de la Bienaventurada Virgen del monte Carmelo”.

Más adelante estas constituciones hacen mención de sus orígenes, como la siguiente: Santa María llena con su presencia la vida de la Orden que tiene sus orígenes en el monte Carmelo, recibe su nombre de la capilla dedicada allí a nuestra Señora y ostenta como timbre de gloria del vivir”.

A lo largo de la historia de la Orden del Carmen, la devoción mariana de Nuestra Señora del monte Carmelo ocupa un lugar muy privilegiado dentro de la vida litúrgica, cultual y espiritual, gracias a los signos del escapulario y el privilegio sabatino, medios de evangelización y acercamiento a esta devoción dentro de la Iglesia. Estos signos van de la mano en la devoción a la Virgen del Carmen.

Al tratar de la devoción a la Virgen del Carmen no podemos olvidar su escapulario, signo que en la tradición de la Iglesia y del Carmelo ha tenido mucho significado. El escapulario es el signo de mayor devoción y que, por tanto, más ha calado en la vida de los fieles devotos de la Virgen del Carmen: El escapulario es un signo exterior de la relación especial, filial y confiada, que se establece entre la Virgen, Reina y Madre del Carmelo, y los devotos que se confían a Ella con total entrega y recurren con toda confianza a su intercesión maternal; recuerda la primacía de la vida espiritual y la necesidad de la oración. Este signo está ligado a la relación con la madre de Dios y es a su vez un símbolo de esperanza y confianza en las personas que lo llevan, pues para ellos es señal de protección, de patrocinio, de acercamiento a Dios.

Este signo es un símbolo de alianza que se da entre la Virgen y sus devotos. Si bien en la tradición de la Iglesia el escapulario – nos señala el directorio de piedad popular y la liturgia --es señal de exterior de la relación especial, filial y confiada, que se establece entre la Virgen, Reina y Madre del Carmelo, y los devotos que se confían a Ella con total entrega y recurren con toda confianza a su intercesión maternal; recuerda la primacía de la vida espiritual y la necesidad de la oración”.

Este signo está ligado a la relación con la madre de Dios y es a su vez un símbolo de esperanza y confianza en las personas que lo llevan, pues para ellos es señal de protección, de patrocinio, de acercamiento a Dios por medio de la compañía de su madre y compromete a las personas que lo portan a que se revistan de Cristo, así como lo recuerda el apóstol Pablo cuando le escribe a los romanos: “revestíos más bien del Señor Jesucristo”.

La confianza, hoy en día en la vida y existencia de tantas personas que lo portan sigue teniendo la misma vigencia que ha tenido a lo largo de la historia, como señal de amor y entrega de la Santísima Virgen a las personas que se acogen bajo su amparo. Bien dice Santa Teresa, “imitadla y considerad que tal debe ser la grandeza de esta Señora y el bien que ha detenerla por patrona”. Este signo alimenta una verdadera devoción mariana, ya que sus innumerables bienes espirituales que trae consigo a las personas sencillas que se acogen bajo su patrocinio, son un reflejo de una vida cristiana sensible a su presencia en todos los momentos de la vida. Por ello, la conciencia de que la devoción hacia Ella no puede limitarse a oraciones y obsequios en su honor en algunas circunstancias, sino que debe constituir un ‘hábito’, es decir una tesitura permanente de la propia conducta cristiana, entretejida de oración y de vida interior, mediante la frecuente práctica de los Sacramentos y el concreto ejercicio de las obras de misericordia espiritual y corporal.

El escapulario es por lo tanto un distintivo del cristiano que quiere seguir el proyecto del Reino de Dios, acogiendo sus exigencias en las prácticas de una vida que se experimenta llena de las bondades de su Hijo Jesucristo y su Madre la Reina del Carmelo.

La Virgen, como buena madre que cuida de sus hijos, los acompaña en todos los momentos de sus vidas, en especial en sus dificultades intercediendo ante su Hijo Jesucristo. Pero hay que tener claro que esta tradición tan arraigada en los pueblos donde se profesa la devoción a la Virgen del Carmen, nos lleva a profundizar los contenidos innatos dentro la devoción popular. Estos contenidos llevan a los signos a tener un peso espiritual y teológico que permiten asimilar su acción de intercesión ante la Virgen María, que conduce a las personas que le claman hacia su hijo Jesús, así como lo hizo en las Bodas de Caná de Galilea. De esta misma manera, a través de estos privilegios o regalos, la Virgen María sigue intercediendo ante su Hijo por las necesidades de las personas que se acogen bajo su amparo.

El privilegio sabatino está íntimamente ligado al escapulario del Carmen, por el cual la Virgen promete a sus seguidores que el sábado después de su muerte, los sacará del purgatorio sí allí fueren.

Según la tradición de la Iglesia, este privilegio lo concedió Juan XXII por medio de una visión que tuvo, en la cual la Virgen le prometió la pronta liberación del purgatorio a los que guardaran castidad. Sobre este episodio de la visión del Papa Juan XXII se ha especulado mucho. Lo que interesa en este caso es que “desde Alejandro V (1409), han hablado repetidas veces de manera positiva. En 1613 se promulgó un decreto por el que se permitía la predicación de la especial asistencia de la Virgen a sus devotos en el purgatorio, particularmente el sábado” Desde esta fecha hasta nuestros días se habla de este privilegio de salvación que entre los devotos de la Virgen del Carmen tiene mucho significado: “entonces tenemos el sábado por ejemplo en nuestra liturgia ahí aparece el pedir por todos los peregrinos porque es una responsabilidad de nosotras grandísima.

Este privilegio está ligado con la salvación de las personas y la esperanza de la gente que se acerca a Ella esperando ser librada de todo mal y peligro, en concreto en el paso de esta vida mortal a la eterna. Aunque se debe clarificar que este tema del purgatorio es un tema que versó en la popularidad de la gente antes del concilio Vaticano II, “el pueblo sigue creyendo lo que hasta antes del Vaticano II se predicaba, de que ella libra de las penas del purgatorio el sábado siguiente a la muerte, a los que pertenecen a la cofradía del Carmen y lleven consigo el escapulario

Pero lo más importante de esta promesa, que aun está viva en la memoria de las personas que se acogen bajo su protección, es la confianza en que María es corredentora en la obra de salvación; por eso la invocamos y le decimos según las palabras de la encíclica “Spe Salvi”: “Santa María madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brillas obre nosotros y guíanos en nuestro camino”.