viernes, 16 de febrero de 2024

HOMILIA A LAS COFRADÍAS

 

HOMILÍA CELEBRACIÓN DE LA XLI EXPOSICIÓN DIOCESANA

 

 

BENETÚSSER, 18 FEBRERO DE 2024

 

 

 

 

 

Lectura del libro del Génesis 9, 8-15

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 3, 18-22

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 12-15

 

 

 

1.- Con la imposición de la Ceniza comenzábamos el pasado miércoles la Cuaresma, tiempo que precede y dispone a la celebración de la gran fiesta de la Pascua.

La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios “de todo corazón”, a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar.

De este tiempo de Cuaresma, que nos conduce a la Semana Santa, a la Pascua, se ha dicho infinidad de definiciones. Personalmente deseo destacar dos.

La primera, estando en pleno primer domingo de este tiempo es: La Cuaresma, una llamada a la conversión.

La cuaresma es un viaje de regreso a Dios. En el Evangelio de san Marcos, que acabamos de escuchar, notamos que a dos verbos en indicativo siguen dos en imperativo: el anuncio de lo que Dios hace exige la correspondencia humana. Jesús –hemos oído- proclama la Buena Noticia, el tiempo de la promesa “ha cumplido el plazo” y “está cerca” el Reino, al que tendía toda la antigua Alianza: para acogerlo, para entrar en el Reino, es necesario “cambiar de mentalidad”, “convertirse”, y aceptar la lógica exigente y desconcertante de la fe, la adhesión amorosa y activa al designio de Dios; cambiar “el rumbo”, dejando el mal camino, el malgastar la vida, a veces cayendo muy bajo (como el Hijo Pródigo), y volver al padre, a casa, a nuestro ser hijos, a la vida, a Dios.

La segunda es: La Cuaresma, una primavera espiritual. Hace referencia al número cuarenta. Cuarenta años de Israel, de Egipto a la Tierra Prometida; cuarenta días de Moisés en el Sinaí; cuarenta días de Jesús en el desierto. Significa tiempo favorable de encuentro con Dios, un tiempo de gracia y de amor. Tiempo propicio para reconocer la voluntad de Dios en nuestra vida, de discernir y saber qué me pide Dios en esta etapa de mi vivir. Esto bien se puede calificar de arranque, de “primavera espiritual”, ocasión para renacer y crecer en el espíritu, en su voluntad. Todo crecimiento, comporta crisis, prueba. Las tentaciones son pruebas que nos permiten decir sí a Dios, confiar en Él en medio de las dificultades y contrariedades; ser fieles al camino debido, a la vocación recibida. Ahí en la prueba, en la tentación, vencer es usar la libertad para ser fieles a Dios y decir sí a Él, cueste lo que cueste.

 

2.- Junto a la libertad para ser fieles a Dios está el amor a Dios y el amor que recibimos de Dios –su gracia- con el que podemos decir sí, serles fieles hasta el fin. Se ha dicho con toda razón que hacerse hombre significa hacerse “pobre”. Ser humano es no tener nada con que presentarse fuerte frente a Dios, ningún apoyo, ninguna fuerza o seguridad fuera del compromiso y el sacrificio del propio corazón, y esto fruto de la gracia. De ahí que muchas de las vidas de los seres humanos parezcan una carrera para tapar esa pobreza radical de nuestro ser, tratando de revestirnos de dinero, de poder, fama, apariencia, nombre; de cubrir nuestra consustancial fragilidad y desnudez.

De ahí que todo eso se torne en ídolos a los que nos encadenamos y servimos: ídolos frágiles, también, mentiras con las que parecer algo en la vida, con las que tapar nuestra humana desnudez. Por ello la tentación de Satanás, desde los comienzos, hizo y hace lo mismo, y siempre le reconocemos por las palabras: “Seréis como dioses”.

Esta es la tentación de las tentaciones, con mil variaciones: la tentación contra la verdad de la naturaleza asignada al hombre. Y Jesús vence, recordando al Tentador la verdad, que sólo Dios es Dios; y cuál es la verdad, la autenticidad del ser humano. Y, por tanto, su libertad y felicidad para lo que ha sido creado. De esta manera, es necesario tener la valentía de rechazar todo lo que nos lleva fuera del camino, los falsos valores que nos engañan atrayendo nuestro egoísmo de forma sutil. Solamente Dios puede darnos la verdadera felicidad. Es inútil que perdamos nuestro tiempo buscándola en otro lugar, en las riquezas, en los placeres, en el poder, en la carrera…El Reino de Dios es la realización de todas nuestras aspiraciones, porque es, al mismo tiempo, salvación del hombre y gloria de Dios.

 

3.- Para suplicar, entender, y vivir, todo esto hemos acudido a celebrar esta Eucaristía. Para suplicarle vivir una Cuaresma de conversión, de vuelta a Dios, de renacimiento espiritual, de encuentro con Cristo nuestro Salvador, fijando nuestra mirada en su rostro, en el de Aquel que “sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conducirnos a Dios”.

Para aprender de su rostro, su mirada de compasión, y su perenne lección de humildad. Humildad, que si somos capaces de aprenderla algo más en esta Cuaresma, nos dará la necesaria sabiduría para vencer las tentaciones y escapar de las recurrentes y consabidas trampas del enemigo de nuestra salvación y de nuestra felicidad.

Que la Semana Santa a la que nos estamos preparando nos ayude a vivir de la luz y la fortaleza para seguir la voluntad de Dios en nuestras vidas. Que para ello nos dispongamos a acoger la gracia que fluye en estos días santos en la Palabra de Dios, en los ejercicios piadosos y actos de nuestras Hermandades y Cofradías, en los Sacramentos y celebraciones litúrgicas de nuestras parroquias, especialmente en el sacramento de la Penitencia y en la Eucaristía.

Recordemos que para nosotros, cristianos, la Cruz es Jesús, y en nosotros gracias a Él, camino y puerta de la Resurrección. Y lo es porque aquella Cruz suya, aquel Viernes, quedó transformada por su amor; de lugar infame e ignominioso pasó a ser signo de su amor y entrega absoluta por nosotros; lugar de esperanza y de perdón.

Por ello, en tiempos de interrogantes y sufrimientos, seamos gente comprometida en volver a Dios, tan olvidado; en volver a la verdad de nosotros mismos, viviendo desde dentro la oportunidad de renacer a la fe, para ser así portadores de ayuda, ánimo y consuelo; auténticos “cirineos” en tantas pasiones dolorosas que tenemos cerca, también “cirineos” de tantos servidores del prójimo, cuidadores de nuestros ancianos, profesionales sanitarios y de servicios que atienden de tantas formas a nuestros conciudadanos.

 

4.- Que nuestras Hermandades y Cofradías sigan llenas de hombres y mujeres que, siempre, se sientan queridos por Dios en la persona de su Hijo. Y. por ello, fervientes testigos de su amor y portadores de esperanza.

Este tiempo de Cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del Padre. Este Padre que nos espera para sacarnos las ropas del cansancio, de la apatía, de la desconfianza y así vestirnos con la dignidad que solo un verdadero padre o madre sabe darle a sus hijos, las vestimentas que nacen de la ternura y del amor.

Junta Mayor Diocesana y queridos miembros de las Hermandades y Cofradías de nuestra diócesis de Valencia tan rica, gracias a vosotros de celebraciones solemnes de la Semana Santa durante generaciones: No perdáis la esperanza.

Queremos seguir las huellas de Jesucristo, pero sabemos que no es fácil. Sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder. Por eso, la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a la conversión con una sola certeza. Él nos está esperando y quiere sanar nuestros corazones de todo lo que degrada, degradándose o degradando a otros. Es el Dios que tiene un nombre: Misericordia. Su nombre es nuestra riqueza, su nombre es nuestra fama, su nombre es nuestro poder y en su nombre una vez más volvemos a decir con el salmo: “Tú eres mi Dios y en ti confío”.

 

5.- Quisiera añadir una tercera idea que os debe caracterizar: “ser misioneros”. Tenéis una misión específica e importante, que es mantener viva la relación entre la fe y las culturas de los pueblos a los que pertenecéis, y lo hacéis a través de la religiosidad popular. Cuando, por ejemplo, lleváis en procesión el crucifijo con tanta veneración y tanto amor al Señor, no hacéis únicamente un gesto externo; indicáis la centralidad del misterio pascual del Señor, de su Pasión, Muerte y Resurrección, que nos ha redimido; e indicáis, primero a vosotros mismos y también a la comunidad, que es necesario seguir a Cristo en el camino concreto de la vida para que nos transforme. Del mismo modo, cuando manifestáis la profunda devoción a la Virgen María, señaláis al más alto logro de la existencia cristiana, a Aquella que por su fe y su obediencia a la voluntad de Dios, así como por la meditación de las palabras y las obras de Jesús, es la perfecta discípula del Señor.

Esta fe, que nace de la escucha de la Palabra de Dios, vosotros la manifestáis en formas que incluyen los sentidos, los afectos, los símbolos de las diferentes culturas... Y, haciéndolo así, ayudáis a transmitirla a la gente, y especialmente a los sencillos, a los que Jesús llama en el Evangelio “los pequeños”.

En efecto, el procesionar juntos por nuestras calles y plazas y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador.

Es necesario seguir por este camino. Sed también vosotros auténticos evangelizadores. Que vuestras iniciativas sean “puentes”, senderos para llevar a Cristo, para caminar con Él. Y, con este espíritu, estad siempre atentos a la caridad. Cada cristiano y cada comunidad es misionera en la medida en que lleva y vive el Evangelio, y da testimonio del amor de Dios por todos, especialmente por quien se encuentra en dificultad. Sed misioneros del amor y de la ternura de Dios. Sed misioneros de la misericordia de Dios, que siempre nos perdona, nos espera siempre y nos ama tanto.

Y que la Santísima Virgen del Socorro, que vivió en su soledad y dolor llena de fe al pie de la Cruz, sea el gran modelo de entereza y entrega en este tiempo. Que su amor de Madre sea nuestro socorro, llenando nuestras vidas de su luz y su consuelo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Benétusser 18 febrero 2024

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