sábado, 26 de septiembre de 2015

SALUDO A LA COMUNIDAD PARROQUIAL DE SAN MATEO APOSTOL Y EVANGELISTA




Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos seáis todos:

¡Bendito sea Dios Padre que, en Cristo, por el Espíritu, nos ha enriquecido con toda clase de gracias y dones, sin mérito alguno de nuestra parte!
No podían ser otras, mis primeras palabras en este templo parroquial de san Mateo Apóstol y Evangelista. Para seguidamente añadir, con sinceridad: Gracias, ante todo y sobre todo, a todos vosotros fieles, por vuestra generosa acogida y por las muestras de afecto sincero y desbordante,
Al recibir la invitación de aceptar el ejercicio del ministerio sacerdotal en esta Comunidad Parroquial una vez más escuché en mi interior el eco del comprometido mensaje del beato Juan Pablo II, cuando en nuestra ciudad de Valencia, en el año 1982, manifestó a los que allí se ordenaban: “Sed sacerdotes de cuerpo entero y al servicio de la Iglesia universal; allí donde os necesite”. Con esta actitud he tratado de vivir hasta ahora y con esta actitud hoy me presento ante vosotros.
Gracias al señor arzobispo de Valencia, don Antonio, Cardenal Cañizares Llovera por confiar en mi persona. Sí, deseo de corazón servir, en la verdad y en la caridad allí donde la Iglesia me ha enviado.
Pido a al Apóstol y Evangelista san Mateo que acierte a ser sacerdote de todos, con todos y para todos. Que sea un valiente y verdadero evangelizador. Y, siempre, según el corazón, el modelo y las actitudes del Buen Pastor; Jesucristo.
Un saludo agradecido y muy cordial, en Cristo a los sacerdotes que me han antecedido en la conducción pastoral de esta Comunidad: A don Leoncio Alpuente, don Juan Pedro Cegarra, don Vicente Bataller y don Joan Almela. A ellos mi gratitud más cordial.
Gracias a estos sacerdotes que vivieron en esta zona de Valencia los gozos y esperanzas, alegrías y tristezas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, y a los fieles laicos que les acompañaron en su dedicación por fundar, edificar y consolidar la parroquia que hoy tenemos la alegría de contemplar no solo en su dimisión física sino sobre todo espiritual.
Un saludo muy agradecido a mi familia: A mis padres que me acompañan desde la Casa de Dios Padre, a mis hermanos sus esposas e hijos; a mis amigos más cercanos a quienes debo lo mejor de mí mismo.
En estos momentos saludo especialmente a los llegados desde las diversas comunidades cristianas en las que he trabajado – Nuestra Señora del Pilar,en el barrio de Velluters, san Maximiliano María Kolbe de Benimaclet Nuestra Señora de los Ángeles del Cabañal y Santa María del ´Mar del Grao de Valencia--¡A todas ellas, gracias de corazón!
¡Dios os pague todo el bien que me habéis hecho!
Un saludo muy cercano a los sacerdotes de este Arciprestazgo. Espero mantener con vosotros, al menos, la misma relación que tuve con mis compañeros de los anteriores arciprestazgos.
Saludo extensivo a todas las asociaciones, grupos de espiritualidad, hermandades, cofradías y movimientos laicales que me acompañáis.
Saludo a las familias, particularmente a las más afectadas por el paro y la crisis. ¡Seguiremos estando con vosotras de forma solidaria, cercana y comprometida a través de la acción caritativa de la Cáritas Parroquial!
Un recuerdo y una oración para los enfermos, los mayores, los impedidos y los hospitalizados. ¡Estáis también aquí presentes!


Hermanos: No tengo ningún programa preconcebido.
El centro de nuestra vida parroquial debe ser Jesucristo: Presencia viva y real, siempre joven,
Quien se encuentra con Jesucristo no sólo no pierde nada, sino que gana todo. Porque Él es la Verdad que ilumina nuestra mente, la Belleza que calma el corazón y la Bondad que hace buenas nuestras pobres obras.
Hemos de ser testigos de Jesucristo en este nuestro barrio. ¡Sin miedos! ¡Testigos y comunidad llena de Vida!
¡No es tiempo de palabras, sino de hechos!
Permitidme, para concluir con una plegaria:

Deseo ser sacerdote para vosotros.
Y nada más.
Porque jamás quiero ser otra cosa.
Ni mejor cosa.
Deseo que mis manos estén siempre libres
para consagrar, perdonar y bendecir.
Y que mis ojos permanezcan bien abiertos,
asombrados aún de tanto amor como recibí sin merecerlo,
y de tanto amor recibido para repartirlo.
Perdonad cuando no sepa entregarme como el pan de la Eucaristía.
Deseo ser para todos un vaso transparente y comunicante de los dones y misterios de Dios.
¡Cuando fui otras cosas,
al final, me descubrí volviendo a ser tan sólo existencia expropiada y mendigo de Cristo!
¡Soy tan débil y quisiera llevar sobre mis espaldas
a tantas personas y familias necesitadas!
Llevo carbones encendidos en mi boca
y no son mías las palabras.
Son palabras prestadas por el Espíritu Santo,
que caerán sembradas con suavidad en cada corazón
e iluminarán con Aquella Luz que sólo Dios enciende.
¡Cómo me envuelve el misterio!
Ahora sé bien que nada es sólo mío.
Que donde pongo pan o vino,
Palabra y Sacramentos
Alguien los convierte en su carne y sangre,
en su Vida y en su Palabra.
No soy sólo yo quien bendice
ni mi sola voz la que habla.
Espíritu Santo, que guías mis pasos
y que ahora me seguirás sosteniendo;
Espíritu Santo, que haces grande mi amor pequeño
y que alumbrarás mis pasos hasta el final,
déjame suplicarte:
Continúa siendo río y fuerza de Dios Uno y Trino, fecundando mis resecas orillas;
continúa sosteniendo
mis tartamudeos y mis dudas en la noche;
continúa floreciendo el pan entre mis dedos
hasta que un día duerman,
por fin, mis huesos en el seno Trinitario.
Mientras,
te lo ruego, sigue hablando con mis pobres labios,
con mi voz a veces cansada,
con mi corazón desgastado,
y con mis brazos siempre abiertos.
Todo es tuyo; y, por ti y contigo,
de Cristo y de su Iglesia,
para el Padre de todos los dones
y para estas comunidad de hermanos
que Él, como Pastor, me va regalando.
¡Ayudadme a ser pastor de todos!
¡Ayudadme a hacer presente
el bello misterio de Jesucristo y de su Iglesia!.
Si alguna vez me encontráis más cansado o desanimado, pedid con mayor fuerza por mí y regaladme el don de vuestra vida cristiana coherente y entregada.
En esta hora de tantas desafecciones
para con la madre Iglesia,
es oportuno recordar unas palabras de San Juan Crisóstomo: “¡No te separes de la Iglesia!
Ningún poder tiene su fuerza.
Tu esperanza es la Iglesia.
Tu salvación es la Iglesia.
Tu refugio es la Iglesia.
Ella es más alta que el cielo y más grande que la tierra.
No envejece jamás; su juventud es eterna.
Ya desde ahora os encomiendo a todos en la Eucaristía de cada día y pido al Espíritu Santo,
que hará posible un vez más
el milagro de convertir el pan y el vino
en el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
me conceda luz y fuerza para saber gastarme y desgastarme
con todo mi ser en el martirio del amor sacerdotal,
Que el Apóstol y Evangelista San Mateo sea siempre mi modelo de vida sacerdotal,
y que María, reina de los Apóstoles interceda por todos nosotros.
Amén. 




Valencia 20 de septiembre de 2015

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