Queridos hermanos y hermanas, bienvenidos seáis todos:
¡Bendito sea Dios Padre que, en Cristo,
por el Espíritu, nos ha enriquecido con toda clase de gracias y dones, sin
mérito alguno de nuestra parte!
No
podían ser otras, mis primeras palabras en este templo parroquial de san Mateo
Apóstol y Evangelista. Para seguidamente añadir, con sinceridad: Gracias, ante
todo y sobre todo, a todos vosotros fieles, por vuestra generosa acogida y por
las muestras de afecto sincero y desbordante,
Al
recibir la invitación de aceptar el ejercicio del ministerio sacerdotal en esta
Comunidad Parroquial una vez más escuché en mi interior el eco del comprometido
mensaje del beato Juan Pablo II, cuando en nuestra ciudad de Valencia, en el
año 1982, manifestó a los que allí se ordenaban: “Sed sacerdotes de cuerpo entero y al servicio de la Iglesia
universal; allí donde os necesite”. Con esta actitud he tratado de vivir
hasta ahora y con esta actitud hoy me presento ante vosotros.
Gracias
al señor arzobispo de Valencia, don Antonio, Cardenal Cañizares Llovera por
confiar en mi persona. Sí, deseo de corazón servir, en la verdad y en la
caridad allí donde la Iglesia me ha enviado.
Pido
a al Apóstol y Evangelista san Mateo que acierte a ser sacerdote de todos, con
todos y para todos. Que sea un valiente y verdadero evangelizador. Y, siempre,
según el corazón, el modelo y las actitudes del Buen Pastor; Jesucristo.
Un
saludo agradecido y muy cordial, en Cristo a los sacerdotes que me han
antecedido en la conducción pastoral de esta Comunidad: A don Leoncio Alpuente,
don Juan Pedro Cegarra, don Vicente Bataller y don Joan Almela. A ellos mi
gratitud más cordial.
Gracias
a estos sacerdotes que vivieron en esta zona de Valencia los gozos y
esperanzas, alegrías y tristezas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, y
a los fieles laicos que les acompañaron en su dedicación por fundar, edificar y
consolidar la parroquia que hoy tenemos la alegría de contemplar no solo en su
dimisión física sino sobre todo espiritual.
Un
saludo muy agradecido a mi familia: A mis padres que me acompañan desde la Casa
de Dios Padre, a mis hermanos sus esposas e hijos; a mis amigos más cercanos a
quienes debo lo mejor de mí mismo.
En
estos momentos saludo especialmente a los llegados desde las diversas comunidades
cristianas en las que he trabajado – Nuestra Señora del Pilar,en el barrio de
Velluters, san Maximiliano María Kolbe de Benimaclet Nuestra Señora de los Ángeles
del Cabañal y Santa María del ´Mar del Grao de Valencia--¡A todas ellas,
gracias de corazón!
¡Dios
os pague todo el bien que me habéis hecho!
Un
saludo muy cercano a los sacerdotes de este Arciprestazgo. Espero mantener con
vosotros, al menos, la misma relación que tuve con mis compañeros de los
anteriores arciprestazgos.
Saludo
extensivo a todas las asociaciones, grupos de espiritualidad, hermandades, cofradías
y movimientos laicales que me acompañáis.
Saludo
a las familias, particularmente a las más afectadas por el paro y la crisis.
¡Seguiremos estando con vosotras de forma solidaria, cercana y comprometida a
través de la acción caritativa de la Cáritas Parroquial!
Un
recuerdo y una oración para los enfermos, los mayores, los impedidos y los hospitalizados.
¡Estáis también aquí presentes!
Hermanos:
No tengo ningún programa preconcebido.
El
centro de nuestra vida parroquial debe ser Jesucristo: Presencia viva y real,
siempre joven,
Quien
se encuentra con Jesucristo no sólo no pierde nada, sino que gana todo. Porque
Él es la Verdad que ilumina nuestra mente, la Belleza que calma el corazón y la
Bondad que hace buenas nuestras pobres obras.
Hemos
de ser testigos de Jesucristo en este nuestro barrio. ¡Sin miedos! ¡Testigos y
comunidad llena de Vida!
¡No
es tiempo de palabras, sino de hechos!
Permitidme,
para concluir con una plegaria:
Deseo
ser sacerdote para vosotros.
Y
nada más.
Porque
jamás quiero ser otra cosa.
Ni
mejor cosa.
Deseo
que mis manos estén siempre libres
para
consagrar, perdonar y bendecir.
Y
que mis ojos permanezcan bien abiertos,
asombrados
aún de tanto amor como recibí sin merecerlo,
y
de tanto amor recibido para repartirlo.
Perdonad
cuando no sepa entregarme como el pan de la Eucaristía.
Deseo
ser para todos un vaso transparente y comunicante de los dones y misterios de
Dios.
¡Cuando
fui otras cosas,
al
final, me descubrí volviendo a ser tan sólo existencia expropiada y mendigo de
Cristo!
¡Soy
tan débil y quisiera llevar sobre mis espaldas
a
tantas personas y familias necesitadas!
Llevo
carbones encendidos en mi boca
y
no son mías las palabras.
Son
palabras prestadas por el Espíritu Santo,
que
caerán sembradas con suavidad en cada corazón
e
iluminarán con Aquella Luz que sólo Dios enciende.
¡Cómo
me envuelve el misterio!
Ahora
sé bien que nada es sólo mío.
Que
donde pongo pan o vino,
Palabra
y Sacramentos
Alguien
los convierte en su carne y sangre,
en
su Vida y en su Palabra.
No
soy sólo yo quien bendice
ni
mi sola voz la que habla.
Espíritu
Santo, que guías mis pasos
y
que ahora me seguirás sosteniendo;
Espíritu
Santo, que haces grande mi amor pequeño
y
que alumbrarás mis pasos hasta el final,
déjame
suplicarte:
Continúa
siendo río y fuerza de Dios Uno y Trino, fecundando mis resecas orillas;
continúa
sosteniendo
mis
tartamudeos y mis dudas en la noche;
continúa
floreciendo el pan entre mis dedos
hasta
que un día duerman,
por
fin, mis huesos en el seno Trinitario.
Mientras,
te
lo ruego, sigue hablando con mis pobres labios,
con
mi voz a veces cansada,
con
mi corazón desgastado,
y
con mis brazos siempre abiertos.
Todo
es tuyo; y, por ti y contigo,
de
Cristo y de su Iglesia,
para
el Padre de todos los dones
y
para estas comunidad de hermanos
que
Él, como Pastor, me va regalando.
¡Ayudadme
a ser pastor de todos!
¡Ayudadme
a hacer presente
el
bello misterio de Jesucristo y de su Iglesia!.
Si
alguna vez me encontráis más cansado o desanimado, pedid con mayor fuerza por
mí y regaladme el don de vuestra vida cristiana coherente y entregada.
En
esta hora de tantas desafecciones
para
con la madre Iglesia,
es
oportuno recordar unas palabras de San Juan Crisóstomo: “¡No te separes de la
Iglesia!
Ningún
poder tiene su fuerza.
Tu
esperanza es la Iglesia.
Tu
salvación es la Iglesia.
Tu
refugio es la Iglesia.
Ella
es más alta que el cielo y más grande que la tierra.
No
envejece jamás; su juventud es eterna.
Ya
desde ahora os encomiendo a todos en la Eucaristía de cada día y pido al
Espíritu Santo,
que
hará posible un vez más
el
milagro de convertir el pan y el vino
en
el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
me
conceda luz y fuerza para saber gastarme y desgastarme
con
todo mi ser en el martirio del amor sacerdotal,
Que
el Apóstol y Evangelista San Mateo sea siempre mi modelo de vida sacerdotal,
y
que María, reina de los Apóstoles interceda por todos nosotros.
Amén.
Valencia 20 de septiembre de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario