HOMILÍA PARA LA FIESTA DE SAN MARTÍN DE TOURS
Los innumerables testimonios de los
santos que imitan a Cristo han de servirnos de lámparas según las cuales hemos
de navegar en nuestras vidas.
Sus historias nos muestran cómo
sobrellevar reveses, crisis y burlas de la manera más acorde a nuestra fe. Sus
biografías nos muestran el camino que nosotros también estamos llamados a
seguir. Y es muy esperanzador ver lo que personas como nosotros (como tú y como
yo) han logrado hacer.
No hace falta que nos inventemos nada
nuevo, ellos nos han precedido por los senderos hacia la santidad, y así sus
ejemplos concretos nos sirven de inspiración, y los sacramentos y la oración como
combustible para seguirlos.
Todos los santos son un enorme tesoro
para la Iglesia y, por eso, es tan importante recordar las obras y momentos que
marcaron sus vidas.
Recordamos hoy a san Martín, obispo
de Tours, uno de los santos más célebres y venerados de Europa. Nacido de
padres paganos en Panonia, en la actualidad Hungría, en torno al año 316.
Es un santo muy conocido por su gesto
de caridad hacia un pobre con el que compartió sus ropas, pero que fue sobre
todo un gran obispo de los primeros siglos de la Iglesia, y un obispo que tuvo
un papel muy importante en el desarrollo del monacato en Occidente.
La vida de san Martín de Tours nos
puede servir de modelo en muchos aspectos.
El papa Francisco dice que “el
Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de
Dios, […] cada santo es un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de
Jesucristo y regala a su pueblo.(Gaudete
et exúltate, 6 y 21).
¿Cuál es el mensaje que el Espíritu
Santo nos regala en la vida de San Martín?
1.- Lo primero que destaca de San
Martín y por lo que ha pasado a la historia de la Iglesia es su caridad inmensa.
El episodio de su vida que más se
conoce sucedió en la etapa de su juventud, cuando el santo tenía tan solo 18
años. La convicción y el valor que mostró ya con esa edad son muestra de que
estaba lleno del Espíritu Santo.
Se trata del episodio del pobre
hombre que tiritaba de frío al que encontró por el camino. Martín, que no
llevaba nada para regalarle, sacó la espada y dividió su manto en dos partes,
dándole la mitad al pobre. Esa noche vio en sueños a Jesucristo que se le
presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que
le decía: “Martín, hoy me cubriste con tu manto”.
Lo que experimentó san Martín es la
verdad de lo que Jesús dice en el evangelio: que Él se identifica con el pobre,
con el que pasa hambre o sed, el que está desnudo o cualquiera que necesite
nuestra ayuda. Así lo vivió san Martín, como también otros santos, que tomaron
en serio las palabras de Jesús y las hicieron vida, dedicándose a acoger a los
más pobres y servirles, porque en ellos veían el rostro mismo de Cristo.
Nosotros, cristianos, también debemos
hacer nuestras estas actitudes, que son un signo claro de nuestra fe. Servir y
amar a Cristo en los más pobres, ser solidario con ellos, ayudar a que se
integren en la vida de la sociedad, son actitudes básicas de quien cree en
Cristo. Creo que celebrar a san Martín como patrono significa, comprometerse de
manera especial en el servicio a los más pobres.
El gesto caritativo de san Martín se
inscribe en la misma lógica que impulsó a Jesús a multiplicar los panes para
las multitudes hambrientas y, sobre todo, a entregarse él mismo como alimento
para la humanidad en la Eucaristía, signo supremo del amor de Dios. Es la
lógica de la comunión, con la que se expresa de modo auténtico el amor al
prójimo.
San Martín nos debe ayudar a
comprender que solamente a través de un compromiso común de solidaridad es
posible responder al gran desafío de nuestro tiempo: construir un mundo de paz
y de justicia, en el que todos los hombres puedan vivir con dignidad. Esto
puede suceder si prevalece un modelo de auténtica solidaridad, que permita
garantizar a todos nuestros hermanos el alimento, el agua, la asistencia médica
necesaria, pero también el trabajo y los recursos energéticos, así como los
bienes culturales, el saber científico y tecnológico.
2.- El segundo aspecto que podemos
destacar de la vida de san Martín es su vocación
monástica. San Martín, que comenzó siendo soldado como su padre, después de
su conversión a la fe en Cristo dejó la espada y buscó la soledad. Su maestro san
Hilario de Poitiers, le cedió unas tierras para que edificara con algunos
amigos un monasterio y se retirara allí.
Fue el primer monasterio que hubo en Europa, el de Ligugé. En esta soledad
estuvo diez años dedicado a orar, hacer sacrificios y estudiar las Sagradas
Escrituras. Este monasterio se convirtió muy pronto a en un gran centro de vida
religiosa. Todo esto nos habla de la importancia de la oración en la vida del
cristiano.
San Martín buscaba y deseaba el
retiro y la oración, porque sabía que era indispensable para vivir en el
seguimiento de Cristo. La vida de este santo nos obliga a preguntarnos qué
lugar ocupa la oración en nuestra vida: ¿dedicamos tiempo al silencio y la
contemplación? ¿leemos con serenidad las Sagradas Escrituras dejando que
transformen nuestra vida?
Ser devoto de San Martín significa,
también, dedicar como él tiempo a la oración.
3.- Finalmente, unos diez años
después de establecerse en Tours, los cristianos de la ciudad, que se habían
quedado sin pastor, lo aclamaron como su obispo. Desde entonces san Martín, se
dice que él lo aceptó por “deber”, se
dedicó con ardiente celo a la evangelización de las zonas rurales y a la
formación del clero.
Lo cierto es que fue un obispo evangelizador, que realizó un
gran esfuerzo porque el Evangelio de Jesús llegara a todos los rincones y a
todas las personas. Para ello recorrió cada pueblo de su diócesis, dejando a un
sacerdote en cada uno de ellos. Con ello, fue el fundador de las parroquias
rurales en Francia.
San Martin evangelizaba no sólo con
la palabra sino con el testimonio de su vida. Además de la caridad con los más
pobres, que mantuvo siempre, tenía buen genio y era alegre y amable. En su
trato empleaba la más exquisita bondad con todos, por lo que se ganó el cariño
de todo el pueblo.
La vida de san Martín nos interpela para
que nosotros también seamos evangelizadores. Los cristianos del siglo XXI hemos
perdido la fuerza misionera. Quizás nuestra fe es demasiado débil o nos
sentimos acomplejados ante una sociedad que está muy alejada de Dios. Hemos de
recuperar la alegría de vivir la fe y de transmitirla.
“El Señor nos ha ungido, nos ha
enviado a llevar la buena nueva a los desvalidos de nuestra sociedad”. Estas
palabras eco de las palabras del profeta se cumplen en san Martín y están
dirigidas también a nosotros.
Cada uno somos enviados para
proclamar la buena nueva a todos, pero especialmente a los más pobres. Si nos
comprometemos al servicio de los pobres, y vivimos unidos a Dios en la oración
y recuperamos el entusiasmo evangelizador, habremos celebrado con autenticidad
esta fiesta en honor del glorioso san Martín.
Dirijámonos ahora a la Virgen María,
para que nos ayude a ser, como san Martín, testigos generosos del Evangelio de
la caridad y constructores incansables de la comunión solidaria.
Y que san Martín parta su capa con
nosotros para que nuestro corazón no se hiele de frio y nos otorgue vivir como
comunidad cristiana la vida de Cristo.
Amén.
11 de
noviembre 2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario