lunes, 19 de abril de 2021

VIA LUCIS

 

VIA LUCIS PASCUAL

 

 

Por Antonio DIAZ TORTAJADA

Delegado Episcopal de Religiosidad Popular

 

 

 

 

Primera estación

CRISTO HA RESUCITADO Y EL AMANECER SE HA LLENADODE LUZ Y DE CLARIDAD

 

Lectura del Evangelio Lucas 24, 1-12

 

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.

 

Es domingo. Ha amanecido y es una mañana llena de claridad, porque Cristo ya no está en la tumba y cuando las mujeres han ido a buscarle se han encontrado que allí no había nadie y los rayos de luz, aún estaban en el aire. Después de varios días de tristeza, oscuridad de miedo y de muerte, de desesperanzas y preguntas, el ángel vestido de blanco resplandeciente, ha anunciado que Cristo ya no está allí y que la alegría de la Pascua ha entrado por todas las ventanas del alma, de quienes le buscan, para que vivan en la luz más radiante, pues la muerte no ha vencido a la vida y la vida si que ha vencido a la muerte y ahora todo es fiesta y esperanza, ya que todo se ha hecho luminoso para que tú camines en la luz. ¡Cristo vive en ti! ¡Alegría y Aleluya!, pues va a tu lado en el camino de tu vida y te acompaña siempre y en todo momento, para que vivas como resucitado y anuncies a todos los que están contigo que Él vive en cada corazón y que nos quiere felices. Es una mañana luminosa, como nunca la hubo y desde ahora, sabemos que siempre amanece y que por muy largas que sean las noches y por grandes que sean los sufrimientos, siempre amanece.

 

 

Segunda estación

JESÚS SE APARECE A MARÍA MAGDALENA.

 

Lectura del Evangelio según San Juan: 20, 11-17

 

Los discípulos se volvieron a casa. María estaba frente al sepulcro, afuera, llorando. Llorosa se inclinó hacia el sepulcro y ve dos ángeles vestidos de blanco, sentados: uno a la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cadáver de Jesús. Le dicen: ---Mujer, ¿por qué lloras? Responde: ---Porque se han llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto. Al decir esto, se dio media vuelta y ve a Jesús de pie; pero no lo reconoció. Jesús le dice: ---Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le dice: - --Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo. Jesús le dice: - --¡María! Ella se vuelve y le dice en hebreo: ---Rabbuni --que significa maestro--. Le dice Jesús: ---Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: ---He visto al Señor y me ha dicho esto. María Magdalena, va al frente de las mujeres que se dirigen al sepulcro para terminar de embalsamar el cuerpo de Jesús. Llora su ausencia porque ama, pero Jesús no se deja ganar en generosidad y sale a su encuentro.

 

María Magdalena fue a la tumba, pero se quedó fuera llorando, porque desde que había conocido a Jesús su vida era seguirle a donde fuera Él y en estos momentos sentía que todo se había venido abajo y que sin Él, ya no era lo mismo; por eso y mientras lloraba, rota por el dolor, oyó una voz que le llamaba por su nombre y ella creyó que era el encargado de la finca, pero cuando se dio cuenta que era Jesús saltó de alegría, pues en Jesús había encontrado la amistad verdadera, y por eso, quiso retenerle, pues de nuevo recobraba la esperanza y la alegría, sin embargo su misión ahora era anunciar a los apóstoles y a sus hermanos lo que había visto para que todos se llenarán de su misma alegría y lo anunciaran por todos los lugares, pues no había noticia mejor. Cristo había resucitado y todo se llenaba de sentido y futuro. De nuevo había amanecido en su alma y la felicidad volvía a brillar en su corazón. La amistad es un don del cielo y por eso tener amigos es una bendición, que no dejar de maravillarnos y nos ayuda a ser mejores y a pasar por la vida como Jesús haciendo siempre el bien. No hay nada más importante que hacer siempre el bien. Jesús vivió la amistad como algo esencial y tuvo buenos amigos, por eso en Betania y con sus amigos siempre se sentía feliz. Pocas veces vemos a Jesús llorar, pero cuando Lázaro murió, lloró como se llora la muerte de un amigo.

 

 

Tercera estación

LOS DISCÍPULOS BUSCAN A JESÚS.

 

Lectura del Evangelio según San Juan: 20, 3-8

 

Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio los lienzos en el suelo, pero no entró. Después llegó Simón Pedro, detrás de él, y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza, no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó.

 

Todos los discípulos de Jesús estaban llenos de tristeza por lo que había pasado y no eran capaces de entender, que siendo Jesús una persona tan buena y tan llena de Dios y de los demás, hubiera acabado así y parecía que todo había terminado definitivamente, pero algo en sus corazones les decía que aquello no podía acabar así cuando había tantas esperanzas e ilusiones sin cumplir y que la vida tenía que renacer y aunque no sabían bien lo que les estaba pasando, algo en sus almas les decía que había futuro en abundancia y que lo sembrado no se podía perder, que algo tenía que cambiar y por eso cuando algunos fueron a la tumba y vieron las vendas por el suelo y que allí no había nada ni nadie, el corazón les dio un salto y empezaron a comprender que algo nuevo estaba naciendo y de este modo empezaron a creer. Ellos que habían vivido con Él, que habían escuchado sus enseñanzas de vida, que habían soñado y esperado y que creían en un reino nuevo no se resistían a pensar que todo hubiera sido un fracaso y que el futuro se hubiera terminado, por eso creyeron y la vida volvió a renacer y así se unieron más que nunca y los que habían sido amigos y discípulos volvieron a esperar.

 

 

Cuarta estación

JESÚS RESUCITADO SE APARECE A LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS.

 

Del Evangelio según San Lucas 24, 13-28

 

Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús. Iban comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo. Él les preguntó: --- ¿De qué vais conversando por el camino? Ellos se detuvieron con semblante afligido, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: --¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días? Jesús preguntó: --¿Qué? Le contestaron: --Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. ¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió todo esto. Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han alarmado; ellas fueron de madrugada al sepulcro y volvieron diciendo que había resucitado. Jesús les dijo: --- ¡Qué necios y torpes para creer cuanto dijeron los profetas! ¿No tenía que padecer eso el Mesías para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él.

 

Todos los discípulos y amigos de Jesús se habían quedado, no solamente llenos de tristeza, sino también desilusionados, deprimidos, abatidos y desolados, como quien ya no espera nada. Todo había terminado y ya no había ni futuro ni esperanza y algunos como los de Emaús se habían marchado ya de Jerusalén para volver a las tareas de siempre y para retomar la vida diaria en sus pueblos y en sus campos o en el lago y en el mar. Todo había sido un sueño precioso, pero al final no había sido posible, con lo cual había que volver a la realidad y dejar de soñar. Y es en ese momento cuando Jesús resucitado se va a encontrar con ellos y van a sentir que algo nuevo les ardía en el corazón y que sus almas se encendían cuando escuchaban las palabras de aquel caminante, que había hecho el camino con ellos, que había entrado en su casa, que se había quedado y que al partir el pan les dio un salto de vida y le reconocieron, y fue de tal manera, tan asombrosa y maravillosa, que todo comenzó de nuevo, pues era verdad que había resucitado, que estaba vivo y que la vida renacía y el cielo se llenaba otra vez de imposibles y de sueños nuevos y luminosos, que ahora eran definitivamente y para siempre posibles partiendo el pan. ¡Era el momento de partir y compartir!

 

 

 

Quinta estación

LE RECONOCIERON AL PARTIR EL PAN.

 

Del Evangelio según San Lucas 24, 28-35

 

Se acercaban a la aldea adonde se dirigían, y él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistieron: ---Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída. Entró paraquedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lopartió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero éldesapareció de su vista. Se dijeron uno al otro: --- ¿No ardía nuestro corazón mientrasnos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura? Al punto se levantaron, volvierona Jerusalén y encontraron a los Once con los demás compañeros, que decían: ---Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.

 

Los discípulos de Emaús habían comprendido muchísimas cosas en un momento, que fue fundamental para ellos y para nosotros, como fue el partir el pan. Sintieron que la alegría renacía de nuevo en sus vidas y en sus caminos y fueron lo más deprisa que pudieron a Jerusalén, para compartir con los demás discípulos lo que habían vivido y que les había parecido tan maravilloso y que desde entonces cada uno de nosotros puede si quiere celebrar, participando en la eucaristía y saboreando ese pan que a ellos les hizo ser personas nuevas, llenas de esperanza y fortalecidas en el cuerpo y en el alma por el alimento recibido y que Jesús había regalado en la última cena del jueves santo, a sus amigos y discípulos y también a cada uno de nosotros paraqué tengamos vida y la tengamos en abundancia. Dios hecho pan para ti, para que nunca tengas hambre ni sed y para que participes de su vida, gustando su bondad tan inmensa que le puedes comer cada día y alimentarte de Él. ¡Maravilla de maravillas y regalo divino al alcance de cada uno de nosotros para andar el camino con alegría y esperanza, pues alimentados con su pan todo es posible!

 

 

 

Sexta estación

JESÚS RESUCITADO SE LES APARECE A LOS DISCÍPULOS.

 

Del Evangelio según San Lucas 24, 36-39

 

Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.

 

Los apóstoles que estaban atemorizados y que no eran capaces de vivir sin miedo y que estaban encerrados en Jerusalén, recibieron a Jesús resucitado, que les trajo la paz que necesitaban. Sin salir del asombro por lo que estaban viendo, sintieron que sus almas se llenaban no sólo de luz, sino de paz, porque el saludo era precisamente la paz en persona que Jesús les regalaba cuando aún era más importante que el aire que respiraban y aunque sorprendidos y desbordados por lo que estaban contemplando ante un Jesús, todavía con las llaga s recientes, empezaron a descansar en lo más hondo de sus corazones. Había llegado la paz y con ella, la luz y la esperanza, la vida y la palabra, la presencia y la resurrección. Brotaba la vida a raudales y aquellos hombres que habían vivido el mayor de los desconciertos, volvían a vivir en quien es la vida y ahora estaba allí, para que no tuvieran miedo nunca más, al saber que Él está con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos. Jerusalén se vistió de nuevo de paz y de luz con esta llegada de Jesús y toda la ciudad volvió a ser luminosa y radiante, brillante y resplandeciente, pues la claridad ilumina de nuevo las calles por las que pasó la luz que no se apaga y la paz que serena las almas de todos los que la habitan.

 

 

 

Séptima estación

JESÚS RESUCITADO DA LA PAZ Y EL PERDÓN.

 

 

Del Evangelio según San Juan 20, 21-23

 

Luego Jesús dijo de nuevo:

– ¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros. Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: –Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar.

 

Llenos de paz, como don esencial de la vida, que Jesús resucitado ha regalado a sus discípulos, sabedores que sin paz no se puede vivir y que con ella la vida es siempre nueva, comienzan a vivir en paz, pues su presencia lo ha serenado todo y en él han descubierto a quien puede quitar todos los miedos y dar comienzo a todos los sueños que habían quedado paralizados. Todo renace a ahora de una manera nueva, pues la esperanza es más fuerte que nunca, con la llegada de quien lo llena todo y hace que la vida recobre de nuevo sentido. Jesús tiene otro regalo, que ellos van a recibir y que les va a llenar de fuerza para ser misericordiosos, pues van a recibir el poder de perdonar los pecados y sanar heridas, haciendo que los corazones rotos y las vidas destrozadas sean curadas con este perdón que Él les ha traído para siempre y por los siglos de los siglos. Y desde entonces el perdón es un regalo para la humanidad, siempre necesitada de reconciliación y de ternura, porque Dios sabe que necesitamos su misericordia y su acogida.

 

 

Octava estación

JESÚS RESUCITADO SE APARECE A TOMÁS.

 

 

Del Evangelio según San Juan 20, 26-29

 

Ocho días después se hallaban los discípulos reunidos de nuevo en una casa, y esta vez también estaba Tomás. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, y poniéndose en medio de ellos los saludó diciendo: – ¡Paz a vosotros! Luego dijo a Tomás: –Mete aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado. ¡No seas incrédulo, sino cree! Tomás exclamó entonces: – ¡Mi Señor y mi Dios! Jesús le dijo: – ¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!

 

Cuando Jesús resucitado se apareció a los discípulos en Jerusalén, Tomás no estaba en la comunidad y cuando le contaron la alegría que sentían y lo que habían visto, él no les creyó, pues le parecía demasiado bonito para ser verdad y dijo que si no lo veía con sus ojos no lo podía creer. Y como Jesús siempre nos da todas las oportunidades que necesitemos, se apareció de nuevo y ahora Tomás se rindió ante Jesús y solo pudo decir: " ¡Señor mío y Diosmío! ", a pesar de que Jesús le dijo que metiera sus dedos en las llagas y en el costado. Es una maravilla fiarse de Dios, de los demás, de uno mismo y de tantas realidades que, aunque no se ven ahí están, como el aire, el amor, la amistad, las emociones, los afectos, el cariño, la presencia en la ausencia y un sinfín de cosas que hacen que nuestra vida sea una fiesta, porque siempre es mejor confiar que desconfiar y fiarse de la bondad de todo lo que nos rodea y de tanta gente que nos quiere, aunque no lo sepamos o no nos demos cuenta.

 

 

Novena estación.

JESÚS RESUCITADO SE APARECE A LOS APÓSTOLES EN EL LAGO DE TIBERÍADES.

 

Del Evangelio según San Juan 21,4-7. 10. 13

 

Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que fuera él. Jesús les preguntó: –Muchachos, ¿no habéis pescado nada?–Nada –le contestaron. Jesús les dijo: –Echad la red a la derecha de la barca y pescaréis. Así lo hicieron, y luego no podían sacar la red por los muchos peces que habían cogido. Entonces aquel discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro: – ¡Es el Señor! Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se lanzó al agua. Jesús les dijo: –Traed algunos peces de los que acabáis de sacar. Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado.

 

 

El lago Tiberíades es el lugar donde empezó todo y allí vuelve Jesús resucitado, para que recobren las ilusiones del principio y vuelvan a vivir con la misma alegría que al principio. Estaban pescando y aquella noche no habían pescado absolutamente nada y la cosa no había podido ser peor, cuando aparece Jesús y es el discípulo amado el que se da cuenta que es el Señor. Es entonces cuando Pedro salta de alegría y en el momento que les dice que echen de nuevo las redes, se fiaron y las echaron, aunque era de día, para llenarse de asombro y sorpresa cuando no podían sacar las redes de lo llenas que estaban. Aquello fue una fiesta y la esperanza renació en el lugar donde lo sueños no habían faltado y ahora de nuevo todo empezaba a brillar de una manera luminosa, porque la luz había llegado y el lago de Tiberiades no podía ser más transparente, ni sus almas más claras.

 

 

 

Décima estación

JESÚS LE PREGUNTA A PEDRO QUE SI LE AMA.

 

Del Evangelio según San Juan 21, 15

Cuando ya habían comido, Jesús preguntó a Simón Pedro: –Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Pedro le contestó: –Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: –Apacienta mis corderos.

 

Después de comer y felices por la presencia de Jesús resucitado, después de la ausencia por la que tanto habían sufrido, se respiraba una paz en el lago, que dulcificaba los corazones y hacía que todo pareciera una fiesta como nunca antes lo habían sentido ni imaginado. Fue en ese momento cuando le preguntó Jesús a Pedro que si le amaba y él sin dudarlo le contestó que sí y lo mismo hizo la segunda vez, pero cuando de nuevo le hizo la misma pregunta, Pedro se sorprendió muchísimo y se quedó un poco entristecido y es cuando le dijo: Tú lo sabes todo y sabes bien que te quiero, con lo cual y en ese momento Jesús le dijo que apacentase sus ovejas. Jesús lo sabe todo y sabe que le queremos y que deseamos quererle más. Porque adónde vamos a ir sin Él, cuando tantas veces nos hemos dado cuenta que no hay mejor compañía que la suya, ni mayor esperanza que caminar a su lado o en sus hombros cuando no podemos ni con nuestra alma.

 

 

Undécima estación.

JESÚS ENVÍA A SUS DISCÍPULOS A ANUNCIAR LA BUENA NOTICIA.

 

Del Evangelio según San Mateo 28,16-20

 

Así pues, los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al ver a Jesús, le adoraron, aunque algunos dudaban. Jesús se acercó a ellos y les dijo: –Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a cumplir todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

 

Comienza la misión de anunciar a todos los pueblos la mejor noticia que nunca se ha recibido y es que Dios nos ama y que nosotros somos sus hijos. La tarea ahora es bautizar y hacer discípulos en el nombre del Padre que es Dios y nos ama como nadie puede imaginar, del Hijo, que nos ha regalado su amor y ha muerto por nosotros, regalándonos su vida que es eterna para que vivamos siempre y del Espíritu Santo, que es la fuerza de lo Alto que nos acompaña en todo momento, para que seamos testigos y mensajeros del amor y la reconciliación y así construyamos una humanidad fraterna, cercana, acogedora y universal donde todos seamos hermanos. Y todo esto con la esperanza y la alegría de saber, porque Él nos lo ha dicho, que estará con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos, para que sintamos su presencia y sepamos que nunca estaremos solos, porque Él camina a nuestro lado con nosotros y en nosotros. Es momento de anunciar la Vida y la Resurrección, porque Él vive y la vida verdadera ha llegado a todo el que quiera vivir de verdad, por los siglos de los siglos.

 

 

Duodécima estación.

JESÚS RESUCITADO SUBIÓ A LOS CIELOS.

 

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 1, 8-11

 

Pero cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, recibiréis poder y saldréis a dar testimonio de mí en Jerusalén, en toda la región de Judea, en Samaria y hasta en las partes más lejanas de la tierra. Dicho esto, mientras ellos le estaban mirando, Jesús fue llevado arriba; una nube lo envolvió y no volvieron a verle. En tanto ellos miraban fijamente cómo Jesús subía al cielo, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: –Galileos, ¿qué hacéis ahí, mirando al cielo? Este mismo Jesús que estuvo entre vosotros y que ha sido llevado al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que le habéis visto ir allá.

 

 

Jesús los llevó a lo alto del monte de los Olivos y desde allí y en presencia de ellos subió a los cielos para prepararnos sitio, antes de enviarnos el Espíritu Santo. La misión de Jesús en la tierra había terminado y ahora eran ellos los que tenían que continuar la preciosa tarea de ser testigos de su Vida y su Resurrección y aunque en un primer momento se quedaron ensimismados mirando al cielo, un ángel les hizo ver que a partir de ese momento luminoso y glorioso, tenían que seguir con aquel sueño que empezó en Galilea, junto al lago de Tiberíades y aunque se marcharon tristes y contentos a la vez, por la ausencia que respiraba presencia, estaban convencidos que había llegado la hora en que algo importante iba a transformar sus vidas todavía más y se les veía en Jerusalén felices y alabando a Dios en el templo a la espera de que sucedieran acontecimientos que lo cambiarían todo definitivamente. Jesús no podía dejarles solos y ahora más que nunca iban a sentir algo nuevo en sus almas, que les haría confiar y esperar todavía más

 

 

Decimotercera estación.

MARÍA Y LOS DISCÍPULOS ESPERAN LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.

 

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 1, 12-14

 

Desde el llamado monte de los Olivos, los apóstoles regresaron a Jerusalén. La distancia era corta: precisamente la que la ley permitía recorrer en sábado. Al llegar a la ciudad subieron al piso alto de la casa donde estaban alojados. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago hijo de Alfeo, Simón el Celote y Judas hijo de Santiago. Todos ellos, junto con algunas mujeres, y con María la madre de Jesús y los hermanos de él, se reunían siempre para orar.

 

Los discípulos volvieron del monte de los Olivos, después de presenciar asombrados la subida de Jesús a los cielos y reunidos en lo alto de Jerusalén vivían unidos con María y esperando la llegada del Espíritu Santo que les hacía arder de esperanza en sus corazones, acompañados de María, la madre de Jesús, que siempre había estado presente y especialmente en los momentos más difíciles y que seguía estando ahora que también la necesitaban. Rezaban todos juntos y alababan a Dios que no les había dejado solos y que ahora lo sentían más presente que nunca, porque estaba llegando la hora del Espíritu Santo que sacaría de ellos lo mejor y serían personas nuevas y sin ningún miedo ni tristeza, porque el momento de la misión iba a empezar de una forma nueva, al ser fortalecidos por la fuerza que da Dios a quienes tienen la misión de ser sus testigos. Iban al templo y allí también rezaban y sentían la presencia de Dios, entre las gentes yen los acontecimientos diarios, donde descubrían que Dios está al lado y en el corazón de cada persona que camina y espera. Rezar es fundamental, porque nos abre a Dios y a los hermanos y de esta forma estamos siempre unidos como familia y comunidad, sintiendo que el Señor nos reúne siempre que lo hacemos en su nombre.

 

 

Decimocuarta estación.

LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.

 

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-14

 

Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. De pronto, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego, repartidas sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen.

 

Maria y los apóstoles estaban reunidos en la casa, en Jerusalén y de repente un ruido tremendo resonó de una forma increíble, apareciendo unas lenguas de fuego sobre sus cabezas, que transformó totalmente sus vidas. Era el Espíritu Santo, que a partir de ahora sería su fuerza y aquellos apóstoles que en algún momento habían sido cobardes y miedosos, eran para siempre hombre nuevos, llenos del Espíritu Santo, hablando en todas las lenguas posibles y anunciando a todas las gentes las maravillas de Dios, que había resucitado en su Hijo Jesús y que ahora era viento fresco y aire renovador para todos los pueblos Era la hora de Espíritu para ellos y para todos y hoy lo es para ti, que estás invitado a ser testigo de la vida y la Resurrección, porque Él vive en ti y lo ha llenado todo de claridad, para que tú también seas luz, pues Cristo arde en tu corazón y tú necesitas llevar su fuego luminoso por todos los caminos, diciendo que la Alegría que no se apaga, te llena de felicidad y tú necesitas anunciarla a todo el que se encuentra contigo cada mañana. Dios sigue llamando cada día personas que lo anuncien, para hacer que su Reino, que es un regalo para todos siga siendo la mejor noticia de todos los tiempos, pues ensancha el alma y llena el corazón de todos los que generosamente quieren ser sus amigos y enviados.

 

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