VIA LUCIS
PASCUAL
Por Antonio DIAZ
TORTAJADA
Delegado Episcopal de
Religiosidad Popular
Primera estación
CRISTO HA
RESUCITADO Y EL AMANECER SE HA LLENADODE LUZ Y DE CLARIDAD
Lectura del
Evangelio Lucas 24, 1-12
El primer día de
la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que
habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron,
pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a
causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como
las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo,
ellos les preguntaron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No
está aquí, ha resucitado. Recordad lo que él les decía cuando aún estaba en
Galilea: «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los
pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». Y las mujeres
recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los
Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de
Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los
Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.
Es
domingo. Ha amanecido y es una mañana llena de claridad, porque Cristo ya no está
en la tumba y cuando las mujeres han ido a buscarle se han encontrado que allí no
había nadie y los rayos de luz, aún estaban en el aire. Después de varios días
de tristeza, oscuridad de miedo y de muerte, de desesperanzas y preguntas, el
ángel vestido de blanco resplandeciente, ha anunciado que Cristo ya no está
allí y que la alegría de la Pascua ha entrado por todas las ventanas del alma, de
quienes le buscan, para que vivan en la luz más radiante, pues la muerte no ha vencido
a la vida y la vida si que ha vencido a la muerte y ahora todo es fiesta y
esperanza, ya que todo se ha hecho luminoso para que tú camines en la luz.
¡Cristo vive en ti! ¡Alegría y Aleluya!, pues va a tu lado en el camino de tu
vida y te acompaña siempre y en todo momento, para que vivas como resucitado y
anuncies a todos los que están contigo que Él vive en cada corazón y que nos
quiere felices. Es una mañana luminosa, como nunca la hubo y desde ahora,
sabemos que siempre amanece y que por muy largas que sean las noches y por
grandes que sean los sufrimientos, siempre amanece.
Segunda estación
JESÚS SE APARECE
A MARÍA MAGDALENA.
Lectura del
Evangelio según San Juan: 20, 11-17
Los discípulos
se volvieron a casa. María estaba frente al sepulcro, afuera, llorando. Llorosa
se inclinó hacia el sepulcro y ve dos ángeles vestidos de blanco, sentados: uno
a la cabecera y otro a los pies de donde había estado el cadáver de Jesús. Le
dicen: ---Mujer, ¿por qué lloras? Responde: ---Porque se han llevado a mi señor
y no sé dónde lo han puesto. Al decir esto, se dio media vuelta y ve a Jesús de
pie; pero no lo reconoció. Jesús le dice: ---Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién
buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le dice: - --Señor, si tú te lo has
llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo. Jesús le dice: -
--¡María! Ella se vuelve y le dice en hebreo: ---Rabbuni --que significa
maestro--. Le dice Jesús: ---Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a
decir a mis hermanos: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro
Dios. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos: ---He visto al Señor y
me ha dicho esto. María Magdalena, va al frente de las mujeres que se dirigen
al sepulcro para terminar de embalsamar el cuerpo de Jesús. Llora su ausencia porque
ama, pero Jesús no se deja ganar en generosidad y sale a su encuentro.
María
Magdalena fue a la tumba, pero se quedó fuera llorando, porque desde que había
conocido a Jesús su vida era seguirle a donde fuera Él y en estos momentos
sentía que todo se había venido abajo y que sin Él, ya no era lo mismo; por eso
y mientras lloraba, rota por el dolor, oyó una voz que le llamaba por su nombre
y ella creyó que era el encargado de la finca, pero cuando se dio cuenta que
era Jesús saltó de alegría, pues en Jesús había encontrado la amistad
verdadera, y por eso, quiso retenerle, pues de nuevo recobraba la esperanza y
la alegría, sin embargo su misión ahora era anunciar a los apóstoles y a sus
hermanos lo que había visto para que todos se llenarán de su misma alegría y lo
anunciaran por todos los lugares, pues no había noticia mejor. Cristo había
resucitado y todo se llenaba de sentido y futuro. De nuevo había amanecido en
su alma y la felicidad volvía a brillar en su corazón. La amistad es un don del
cielo y por eso tener amigos es una bendición, que no dejar de maravillarnos y
nos ayuda a ser mejores y a pasar por la vida como Jesús haciendo siempre el
bien. No hay nada más importante que hacer siempre el bien. Jesús vivió la
amistad como algo esencial y tuvo buenos amigos, por eso en Betania y con sus
amigos siempre se sentía feliz. Pocas veces vemos a Jesús llorar, pero cuando
Lázaro murió, lloró como se llora la muerte de un amigo.
Tercera estación
LOS DISCÍPULOS
BUSCAN A JESÚS.
Lectura del
Evangelio según San Juan: 20, 3-8
Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al
sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro y
llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio los lienzos en el suelo, pero no
entró. Después llegó Simón Pedro, detrás de él, y entró en el sepulcro. Observó
los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza, no en el
suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó.
Todos
los discípulos de Jesús estaban llenos de tristeza por lo que había pasado y no
eran capaces de entender, que siendo Jesús una persona tan buena y tan llena de
Dios y de los demás, hubiera acabado así y parecía que todo había terminado
definitivamente, pero algo en sus corazones les decía que aquello no podía
acabar así cuando había tantas esperanzas e ilusiones sin cumplir y que la vida
tenía que renacer y aunque no sabían bien lo que les estaba pasando, algo en
sus almas les decía que había futuro en abundancia y que lo sembrado no se
podía perder, que algo tenía que cambiar y por eso cuando algunos fueron a la
tumba y vieron las vendas por el suelo y que allí no había nada ni nadie, el
corazón les dio un salto y empezaron a comprender que algo nuevo estaba
naciendo y de este modo empezaron a creer. Ellos que habían vivido con Él, que
habían escuchado sus enseñanzas de vida, que habían soñado y esperado y que
creían en un reino nuevo no se resistían a pensar que todo hubiera sido un
fracaso y que el futuro se hubiera terminado, por eso creyeron y la vida volvió
a renacer y así se unieron más que nunca y los que habían sido amigos y
discípulos volvieron a esperar.
Cuarta estación
JESÚS RESUCITADO
SE APARECE A LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS.
Del Evangelio
según San Lucas 24, 13-28
Aquel mismo día,
dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús. Iban comentando todo lo sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a
caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo.
Él les preguntó: --- ¿De qué vais conversando por el camino? Ellos se detuvieron
con semblante afligido, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: --¿Eres tú el
único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días?
Jesús preguntó: --¿Qué? Le contestaron: --Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta
poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Los sumos
sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo
crucificaron. ¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero
ya hace tres días que sucedió todo esto. Es verdad que unas mujeres de nuestro
grupo nos han alarmado; ellas fueron de madrugada al sepulcro y volvieron
diciendo que había resucitado. Jesús les dijo: --- ¡Qué necios y torpes para
creer cuanto dijeron los profetas! ¿No tenía que padecer eso el Mesías para
entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los
profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él.
Todos
los discípulos y amigos de Jesús se habían quedado, no solamente llenos de
tristeza, sino también desilusionados, deprimidos, abatidos y desolados, como
quien ya no espera nada. Todo había terminado y ya no había ni futuro ni
esperanza y algunos como los de Emaús se habían marchado ya de Jerusalén para
volver a las tareas de siempre y para retomar la vida diaria en sus pueblos y
en sus campos o en el lago y en el mar. Todo había sido un sueño precioso, pero
al final no había sido posible, con lo cual había que volver a la realidad y
dejar de soñar. Y es en ese momento cuando Jesús resucitado se va a encontrar
con ellos y van a sentir que algo nuevo les ardía en el corazón y que sus almas
se encendían cuando escuchaban las palabras de aquel caminante, que había hecho
el camino con ellos, que había entrado en su casa, que se había quedado y que
al partir el pan les dio un salto de vida y le reconocieron, y fue de tal
manera, tan asombrosa y maravillosa, que todo comenzó de nuevo, pues era verdad
que había resucitado, que estaba vivo y que la vida renacía y el cielo se
llenaba otra vez de imposibles y de sueños nuevos y luminosos, que ahora eran
definitivamente y para siempre posibles partiendo el pan. ¡Era el momento de
partir y compartir!
Quinta estación
LE RECONOCIERON
AL PARTIR EL PAN.
Del Evangelio según San Lucas 24, 28-35
Se acercaban a
la aldea adonde se dirigían, y él fingió seguir adelante. Pero ellos le insistieron:
---Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída. Entró
paraquedarse con ellos; y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo
bendijo, lopartió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo
reconocieron. Pero éldesapareció de su vista. Se dijeron uno al otro: --- ¿No
ardía nuestro corazón mientrasnos hablaba por el camino y nos explicaba la
Escritura? Al punto se levantaron, volvierona Jerusalén y encontraron a los
Once con los demás compañeros, que decían: ---Realmente ha resucitado el Señor
y se ha aparecido a Simón.
Los
discípulos de Emaús habían comprendido muchísimas cosas en un momento, que fue
fundamental para ellos y para nosotros, como fue el partir el pan. Sintieron
que la alegría renacía de nuevo en sus vidas y en sus caminos y fueron lo más
deprisa que pudieron a Jerusalén, para compartir con los demás discípulos lo que
habían vivido y que les había parecido tan maravilloso y que desde entonces
cada uno de nosotros puede si quiere celebrar, participando en la eucaristía y
saboreando ese pan que a ellos les hizo ser personas nuevas, llenas de
esperanza y fortalecidas en el cuerpo y en el alma por el alimento recibido y
que Jesús había regalado en la última cena del jueves santo, a sus amigos y
discípulos y también a cada uno de nosotros paraqué tengamos vida y la tengamos
en abundancia. Dios hecho pan para ti, para que nunca tengas hambre ni sed y
para que participes de su vida, gustando su bondad tan inmensa que le puedes
comer cada día y alimentarte de Él. ¡Maravilla de maravillas y regalo divino al
alcance de cada uno de nosotros para andar el camino con alegría y esperanza,
pues alimentados con su pan todo es posible!
Sexta estación
JESÚS RESUCITADO
SE LES APARECE A LOS DISCÍPULOS.
Del Evangelio
según San Lucas 24, 36-39
Mientras ellos
aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a
vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu.
Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?
Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu
no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.
Los
apóstoles que estaban atemorizados y que no eran capaces de vivir sin miedo y que
estaban encerrados en Jerusalén, recibieron a Jesús resucitado, que les trajo
la paz que necesitaban. Sin salir del asombro por lo que estaban viendo,
sintieron que sus almas se llenaban no sólo de luz, sino de paz, porque el
saludo era precisamente la paz en persona que Jesús les regalaba cuando aún era
más importante que el aire que respiraban y aunque sorprendidos y desbordados
por lo que estaban contemplando ante un Jesús, todavía con las llaga s
recientes, empezaron a descansar en lo más hondo de sus corazones. Había
llegado la paz y con ella, la luz y la esperanza, la vida y la palabra, la
presencia y la resurrección. Brotaba la vida a raudales y aquellos hombres que
habían vivido el mayor de los desconciertos, volvían a vivir en quien es la
vida y ahora estaba allí, para que no tuvieran miedo nunca más, al saber que Él
está con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos. Jerusalén se
vistió de nuevo de paz y de luz con esta llegada de Jesús y toda la ciudad volvió
a ser luminosa y radiante, brillante y resplandeciente, pues la claridad
ilumina de nuevo las calles por las que pasó la luz que no se apaga y la paz
que serena las almas de todos los que la habitan.
Séptima estación
JESÚS RESUCITADO
DA LA PAZ Y EL PERDÓN.
Del Evangelio
según San Juan 20, 21-23
Luego Jesús dijo
de nuevo:
– ¡Paz a
vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros. Dicho esto,
sopló sobre ellos y añadió: –Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los
pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán
sin perdonar.
Llenos
de paz, como don esencial de la vida, que Jesús resucitado ha regalado a sus discípulos,
sabedores que sin paz no se puede vivir y que con ella la vida es siempre nueva,
comienzan a vivir en paz, pues su presencia lo ha serenado todo y en él han descubierto
a quien puede quitar todos los miedos y dar comienzo a todos los sueños que
habían quedado paralizados. Todo renace a ahora de una manera nueva, pues la
esperanza es más fuerte que nunca, con la llegada de quien lo llena todo y hace
que la vida recobre de nuevo sentido. Jesús tiene otro regalo, que ellos van a
recibir y que les va a llenar de fuerza para ser misericordiosos, pues van a
recibir el poder de perdonar los pecados y sanar heridas, haciendo que los
corazones rotos y las vidas destrozadas sean curadas con este perdón que Él les
ha traído para siempre y por los siglos de los siglos. Y desde entonces el
perdón es un regalo para la humanidad, siempre necesitada de reconciliación y
de ternura, porque Dios sabe que necesitamos su misericordia y su acogida.
Octava estación
JESÚS RESUCITADO
SE APARECE A TOMÁS.
Del Evangelio
según San Juan 20, 26-29
Ocho días
después se hallaban los discípulos reunidos de nuevo en una casa, y esta vez
también estaba Tomás. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, y poniéndose
en medio de ellos los saludó diciendo: – ¡Paz a vosotros! Luego dijo a Tomás: –Mete
aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado. ¡No seas incrédulo,
sino cree! Tomás exclamó entonces: – ¡Mi Señor y mi Dios! Jesús le dijo: – ¿Crees
porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!
Cuando
Jesús resucitado se apareció a los discípulos en Jerusalén, Tomás no estaba en
la comunidad y cuando le contaron la alegría que sentían y lo que habían visto,
él no les creyó, pues le parecía demasiado bonito para ser verdad y dijo que si
no lo veía con sus ojos no lo podía creer. Y como Jesús siempre nos da todas
las oportunidades que necesitemos, se apareció de nuevo y ahora Tomás se rindió
ante Jesús y solo pudo decir: " ¡Señor mío y Diosmío! ", a pesar de
que Jesús le dijo que metiera sus dedos en las llagas y en el costado. Es una
maravilla fiarse de Dios, de los demás, de uno mismo y de tantas realidades que,
aunque no se ven ahí están, como el aire, el amor, la amistad, las emociones,
los afectos, el cariño, la presencia en la ausencia y un sinfín de cosas que
hacen que nuestra vida sea una fiesta, porque siempre es mejor confiar que
desconfiar y fiarse de la bondad de todo lo que nos rodea y de tanta gente que
nos quiere, aunque no lo sepamos o no nos demos cuenta.
Novena estación.
JESÚS RESUCITADO
SE APARECE A LOS APÓSTOLES EN EL LAGO DE TIBERÍADES.
Del Evangelio
según San Juan 21,4-7. 10. 13
Cuando comenzaba
a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que
fuera él. Jesús les preguntó: –Muchachos, ¿no habéis pescado nada?–Nada –le
contestaron. Jesús les dijo: –Echad la red a la derecha de la barca y
pescaréis. Así lo hicieron, y luego no podían sacar la red por los muchos peces
que habían cogido. Entonces aquel discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo
a Pedro: – ¡Es el Señor! Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió,
porque estaba sin ropa, y se lanzó al agua. Jesús les dijo: –Traed algunos
peces de los que acabáis de sacar. Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y
se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado.
El
lago Tiberíades es el lugar donde empezó todo y allí vuelve Jesús resucitado,
para que recobren las ilusiones del principio y vuelvan a vivir con la misma
alegría que al principio. Estaban pescando y aquella noche no habían pescado
absolutamente nada y la cosa no había podido ser peor, cuando aparece Jesús y
es el discípulo amado el que se da cuenta que es el Señor. Es entonces cuando
Pedro salta de alegría y en el momento que les dice que echen de nuevo las
redes, se fiaron y las echaron, aunque era de día, para llenarse de asombro y
sorpresa cuando no podían sacar las redes de lo llenas que estaban. Aquello fue
una fiesta y la esperanza renació en el lugar donde lo sueños no habían faltado
y ahora de nuevo todo empezaba a brillar de una manera luminosa, porque la luz
había llegado y el lago de Tiberiades no podía ser más transparente, ni sus
almas más claras.
Décima estación
JESÚS LE
PREGUNTA A PEDRO QUE SI LE AMA.
Del Evangelio
según San Juan 21, 15
Cuando ya habían
comido, Jesús preguntó a Simón Pedro: –Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que
estos? Pedro le contestó: –Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: –Apacienta
mis corderos.
Después
de comer y felices por la presencia de Jesús resucitado, después de la ausencia
por la que tanto habían sufrido, se respiraba una paz en el lago, que
dulcificaba los corazones y hacía que todo pareciera una fiesta como nunca
antes lo habían sentido ni imaginado. Fue en ese momento cuando le preguntó
Jesús a Pedro que si le amaba y él sin dudarlo le contestó que sí y lo mismo
hizo la segunda vez, pero cuando de nuevo le hizo la misma pregunta, Pedro se
sorprendió muchísimo y se quedó un poco entristecido y es cuando le dijo: Tú lo
sabes todo y sabes bien que te quiero, con lo cual y en ese momento Jesús le
dijo que apacentase sus ovejas. Jesús lo sabe todo y sabe que le queremos y que
deseamos quererle más. Porque adónde vamos a ir sin Él, cuando tantas veces nos
hemos dado cuenta que no hay mejor compañía que la suya, ni mayor esperanza que
caminar a su lado o en sus hombros cuando no podemos ni con nuestra alma.
Undécima estación.
JESÚS ENVÍA A SUS DISCÍPULOS A ANUNCIAR LA BUENA
NOTICIA.
Del Evangelio
según San Mateo 28,16-20
Así pues, los
once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al
ver a Jesús, le adoraron, aunque algunos dudaban. Jesús se acercó a ellos y les
dijo: –Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y
haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a cumplir todo lo que os
he mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo.
Comienza
la misión de anunciar a todos los pueblos la mejor noticia que nunca se ha recibido
y es que Dios nos ama y que nosotros somos sus hijos. La tarea ahora es
bautizar y hacer discípulos en el nombre del Padre que es Dios y nos ama como
nadie puede imaginar, del Hijo, que nos ha regalado su amor y ha muerto por
nosotros, regalándonos su vida que es eterna para que vivamos siempre y del Espíritu
Santo, que es la fuerza de lo Alto que nos acompaña en todo momento, para que
seamos testigos y mensajeros del amor y la reconciliación y así construyamos
una humanidad fraterna, cercana, acogedora y universal donde todos seamos
hermanos. Y todo esto con la esperanza y la alegría de saber, porque Él nos lo
ha dicho, que estará con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos,
para que sintamos su presencia y sepamos que nunca estaremos solos, porque Él
camina a nuestro lado con nosotros y en nosotros. Es momento de anunciar la
Vida y la Resurrección, porque Él vive y la vida verdadera ha llegado a todo el
que quiera vivir de verdad, por los siglos de los siglos.
Duodécima
estación.
JESÚS RESUCITADO
SUBIÓ A LOS CIELOS.
Lectura de los
Hechos de los Apóstoles 1, 8-11
Pero cuando el
Espíritu Santo venga sobre vosotros, recibiréis poder y saldréis a dar testimonio
de mí en Jerusalén, en toda la región de Judea, en Samaria y hasta en las partes
más lejanas de la tierra. Dicho esto, mientras ellos le estaban mirando, Jesús
fue llevado arriba; una nube lo envolvió y no volvieron a verle. En tanto ellos
miraban fijamente cómo Jesús subía al cielo, se les aparecieron dos hombres
vestidos de blanco que les dijeron: –Galileos, ¿qué hacéis ahí, mirando al
cielo? Este mismo Jesús que estuvo entre vosotros y que ha sido llevado al
cielo, vendrá otra vez de la misma manera que le habéis visto ir allá.
Jesús
los llevó a lo alto del monte de los Olivos y desde allí y en presencia de
ellos subió a los cielos para prepararnos sitio, antes de enviarnos el Espíritu
Santo. La misión de Jesús en la tierra había terminado y ahora eran ellos los
que tenían que continuar la preciosa tarea de ser testigos de su Vida y su
Resurrección y aunque en un primer momento se quedaron ensimismados mirando al
cielo, un ángel les hizo ver que a partir de ese momento luminoso y glorioso,
tenían que seguir con aquel sueño que empezó en Galilea, junto al lago de
Tiberíades y aunque se marcharon tristes y contentos a la vez, por la ausencia
que respiraba presencia, estaban convencidos que había llegado la hora en que
algo importante iba a transformar sus vidas todavía más y se les veía en
Jerusalén felices y alabando a Dios en el templo a la espera de que sucedieran
acontecimientos que lo cambiarían todo definitivamente. Jesús no podía dejarles
solos y ahora más que nunca iban a sentir algo nuevo en sus almas, que les
haría confiar y esperar todavía más
Decimotercera
estación.
MARÍA Y LOS
DISCÍPULOS ESPERAN LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.
Lectura de los
Hechos de los Apóstoles 1, 12-14
Desde el llamado
monte de los Olivos, los apóstoles regresaron a Jerusalén. La distancia era
corta: precisamente la que la ley permitía recorrer en sábado. Al llegar a la ciudad
subieron al piso alto de la casa donde estaban alojados. Eran Pedro, Juan, Santiago,
Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago hijo de Alfeo, Simón el Celote
y Judas hijo de Santiago. Todos ellos, junto con algunas mujeres, y con María
la madre de Jesús y los hermanos de él, se reunían siempre para orar.
Los
discípulos volvieron del monte de los Olivos, después de presenciar asombrados
la subida de Jesús a los cielos y reunidos en lo alto de Jerusalén vivían
unidos con María y esperando la llegada del Espíritu Santo que les hacía arder
de esperanza en sus corazones, acompañados de María, la madre de Jesús, que
siempre había estado presente y especialmente en los momentos más difíciles y
que seguía estando ahora que también la necesitaban. Rezaban todos juntos y
alababan a Dios que no les había dejado solos y que ahora lo sentían más
presente que nunca, porque estaba llegando la hora del Espíritu Santo que sacaría
de ellos lo mejor y serían personas nuevas y sin ningún miedo ni tristeza,
porque el momento de la misión iba a empezar de una forma nueva, al ser
fortalecidos por la fuerza que da Dios a quienes tienen la misión de ser sus
testigos. Iban al templo y allí también rezaban y sentían la presencia de Dios,
entre las gentes yen los acontecimientos diarios, donde descubrían que Dios
está al lado y en el corazón de cada persona que camina y espera. Rezar es
fundamental, porque nos abre a Dios y a los hermanos y de esta forma estamos
siempre unidos como familia y comunidad, sintiendo que el Señor nos reúne siempre
que lo hacemos en su nombre.
Decimocuarta
estación.
LA VENIDA DEL
ESPÍRITU SANTO.
Lectura de los
Hechos de los Apóstoles 2, 1-14
Cuando llegó la
fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo
lugar. De pronto, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó
en toda la casa donde estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego, repartidas
sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron
a hablar en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen.
Maria
y los apóstoles estaban reunidos en la casa, en Jerusalén y de repente un ruido
tremendo resonó de una forma increíble, apareciendo unas lenguas de fuego sobre
sus cabezas, que transformó totalmente sus vidas. Era el Espíritu Santo, que a
partir de ahora sería su fuerza y aquellos apóstoles que en algún momento
habían sido cobardes y miedosos, eran para siempre hombre nuevos, llenos del
Espíritu Santo, hablando en todas las lenguas posibles y anunciando a todas las
gentes las maravillas de Dios, que había resucitado en su Hijo Jesús y que
ahora era viento fresco y aire renovador para todos los pueblos Era la hora de
Espíritu para ellos y para todos y hoy lo es para ti, que estás invitado a ser
testigo de la vida y la Resurrección, porque Él vive en ti y lo ha llenado todo
de claridad, para que tú también seas luz, pues Cristo arde en tu corazón y tú
necesitas llevar su fuego luminoso por todos los caminos, diciendo que la
Alegría que no se apaga, te llena de felicidad y tú necesitas anunciarla a todo
el que se encuentra contigo cada mañana. Dios sigue llamando cada día personas
que lo anuncien, para hacer que su Reino, que es un regalo para todos siga
siendo la mejor noticia de todos los tiempos, pues ensancha el alma y llena el
corazón de todos los que generosamente quieren ser sus amigos y enviados.
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