2 de febrero
LA CANDELARIA O
LA FIESTA DE LA LUZ
Por
Antonio DÍAZ TORTAJADA
Delegado
Episcopal de Religiosidad Popular
La conmemoración
litúrgica de la Presentación de Jesús en el Templo y la purificación de María,
es una de las celebraciones cristianas más enraizada en la religiosidad popular
de nuestros pueblos, llamada Candelaria, fiesta de las Candelas o fiesta de la
luz, es una fiesta popular católica, advocación mariana muy arraigada de España
así como en Hispanoamérica.
Qué duda cabe
que en nuestra religiosidad popular la Virgen María ocupa un lugar de gran
relieve.
Dice una canción
popular:
“Cuarenta días Señora estuvisteis recogida/en el
portal de Belén guardando la ley divina./No viene a lavar sus manchas la sin
mancha concebida/viene a cumplir con la ley que Dios puso a las paridas.
María como es tan pobre no le ofrece a Dios
cordero/que le ofrece dos palomas como reza el Evangelio./El corazón de la
Virgen fue partido de dolor/al oir la profecía del anciano Simeón”
Esta
procesión, que en Occidente había sustituido a los cortejos paganos licenciosos
y que era de tipo penitencial, posteriormente se caracterizó por la bendición
de las candelas, que se llevaban encendidas durante la procesión, en honor de
Cristo “luz para alumbrar a las naciones”.
Además
las comunidades cristianas son sensibles al gesto realizado por la Virgen
María, que presenta a su Hijo en el Templo y se somete, según el rito de la Ley
de Moisés, al rito de la purificación. En la religiosidad popular el episodio
de la purificación se ha visto como una muestra de la humildad de la Virgen,
por lo cual, la fiesta del 2 de febrero es considerada con frecuencia la fiesta
de los que realizan los servicios más humildes en la Iglesia.
La primera
noticia de esta conmemoración nos la da Egeria en su peregrinación a Jerusalén
a finales del siglo IV. Se llamaba “Quadragesima de Epiphania” porque entonces
se celebraba aún el nacimiento también el seis de enero, es decir, el catorce
de febrero.
Junto a la
Presentación del Señor como primogénito, motivo central de la fiesta pese a su
título mantenido hasta la última reforma del calendario romano, en la que
también María cobra una importancia especial por la profecía de la espada, va
pareja la purificación de María, pues toda mujer que pariera un varón debía
presentarse para su purificación acaba la cuarentena, rito al que se somete por
humildad. Ambas ceremonias se reseñan y aparecen en Lucas 2, 22: “Cumplidos los
días de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a
Jerusalén para presentarlo al Señor”.
Desde Jerusalén
esta fiesta se fue extendiendo por Oriente. En Constantinopla, donde se
celebraba ya a principios del siglo VI, tenía ya esta fiesta un carácter
mariano muy marcado, pues se invitaba en ella a recurrir a la intercesión
mariana y la corte imperial la celebraba en el templo mariano de la Blancherna.
El Emperador
Justiniano I, en agradecimiento por atribuir a la intercesión mariana el cese
de una epidemia, en el 542 extendió su celebración a todo su Imperio como día festivo.
Se trasladó al dos de febrero porque la Navidad ya había sido fijada el
veinticinco de diciembre.
Originalmente,
la fiesta de la Candelaria se llamaba “Ipapante”, palabra griega que significa
encuentro, en referencia al encuentro entre Jesús, María y José,y Simeón y Ana
en el templo. Se ha atestiguado desde el siglo IV, en Oriente, y
posteriormente, gracias al Papa Sergio I, también se extendió en Occidente.
A Roma la
debieron llevar los monjes bizantinos. Según el “Liber Pontificalis”, la fiesta
de la Purificación, a la que, según la ley mosaica tuvo que someterse María, se
celebraba ya en Roma con carácter mariano en el pontificado de Sergio I
(687-701), de origen sirio.
El título de
Purificación aparece por primera vez en el “Sacramentario Gelasiano” (siglo
VIII), y se cree de procedencia galicana, aunque este tema no desempeña papel alguno
en los textos eucológicos que se centran en la figura de Jesús, aunque pasó al
Misal Romano, hasta la reforma de 1969, en que pasó a denominarse de la
Presentación del Señor.
San Cirilo de
Alejandría, a principios del siglo V, ya habla de las candelas. En Roma aparece
ya la procesión de los cirios en el Orden de San Pedro, del 667, que es
ratificada por el citado Sergio I, por lo que la fiesta recibe el nombre
popular de Candelaria. El origen de las luces quizá provenga de que estas
procesiones eran nocturnas.
Esta procesión
en Roma tenía un marcado carácter penitencial, pues la comitiva pontificia iba
descalza, con ornamentos primero negros y luego morados, color que se conservó
hasta la reforma de 1969. Debió adquirirlo, lo que se cree a partir de Beda,
como desagravio por los Amburbalia, fiesta pagana de purificación de la ciudad,
que consistía en recorrer la muralla procesionalmente llevando las víctimas a
sacrificar una vez acabado el itinerario, celebrada por última vez el 394.
Aunque era una fiesta movible, se solía celebrar en febrero.
La primera
bendición de las candelas se remonta a finales del siglo IX y era precedida de la
bendición del fuego como en la vigilia pascual: se interpreta como una fiesta
de la luz como símbolo de Cristo, basándose en la profecía de Simeón: “Luz para
alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.
La bendición
solemne de las candelas empezó en la Iglesia galicana en el siglo X, y de ahí
se fue difundiendo con lentitud. En Roma se documenta por el “Sacramentario” de
Padua, en una adición del mismo siglo X. En la Península Ibérica, ya presente
en el siglo XI, y después por el resto de Europa.
Esta fiesta
conocida popularmente como la “Candelaria” tiene un alto componente de
religiosidad y fervor popular, cuyas raíces se entroncan con la siembra de la
fe de muchos de nuestros pueblos con siglos de vivencia de fe y de amor
respetuoso hacia la Santísima Virgen. Es una de las celebraciones cristianas en
las que la religiosidad popular ha introducido desde antiguo muchísimas
costumbres y tradiciones: como el usar velas, luces o candelas para significar
que Cristo es luz; presentar niños en el templo como hicieron los padres de
Jesús en su tiempo; suelta de palomas como en la ofrenda que llevaron entonces
José y María al anciano sacerdote Simeón…
En muchos
pueblos los niños nacidos en el último año son presentados a la Virgen y se
bendicen a las madres poniendo de manifiesta la antigua bendición “post partum”
La bendición post-parto es un momento especial de la madre con Dios, y sería
una hermosa práctica volver a hacerla propia.
La fiesta de la
Presentación del Señor y Purificación de María conserva un carácter popular,
tanto en lo religioso como en lo culinario. Sin embargo es necesario que esta
fiesta responda verdaderamente al sentido auténtico de la misma.
No resultaría
adecuado que la religiosidad popular, al celebrar esta fiesta se olvidase el
contenido cristológico, que es el fundamental, para quedarse casi
exclusivamente en los aspectos mariológicos; el hecho de que deba “ser
considerada como memoria simultánea del Hijo y de la Madre” no autoriza
semejante cambio de la perspectiva; las velas, conservadas en los hogares,
deben ser para los fieles un signo de Cristo “luz del mundo” y por lo tanto, un
motivo para expresar la fe.
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