martes, 18 de enero de 2022

             

2 de febrero

 

 

LA CANDELARIA O LA FIESTA DE LA LUZ

 

 

Por Antonio DÍAZ TORTAJADA

Delegado Episcopal de Religiosidad Popular

 

 

 

 

La conmemoración litúrgica de la Presentación de Jesús en el Templo y la purificación de María, es una de las celebraciones cristianas más enraizada en la religiosidad popular de nuestros pueblos, llamada Candelaria, fiesta de las Candelas o fiesta de la luz, es una fiesta popular católica, advocación mariana muy arraigada de España así como en Hispanoamérica.

Qué duda cabe que en nuestra religiosidad popular la Virgen María ocupa un lugar de gran relieve.

Dice una canción popular:

“Cuarenta días Señora estuvisteis recogida/en el portal de Belén guardando la ley divina./No viene a lavar sus manchas la sin mancha concebida/viene a cumplir con la ley que Dios puso a las paridas.

María como es tan pobre no le ofrece a Dios cordero/que le ofrece dos palomas como reza el Evangelio./El corazón de la Virgen fue partido de dolor/al oir la profecía del anciano Simeón”

Esta fiesta siempre ha tenido un marcado carácter popular. Los fieles, de hecho asisten con gusto a la procesión conmemorativa de la entrada de Jesús en el templo y de su encuentro, ante todo con Dios Padre, en cuya morada entra por primera vez, después con Simeón y Ana.

Esta procesión, que en Occidente había sustituido a los cortejos paganos licenciosos y que era de tipo penitencial, posteriormente se caracterizó por la bendición de las candelas, que se llevaban encendidas durante la procesión, en honor de Cristo “luz para alumbrar a las naciones”.

Además las comunidades cristianas son sensibles al gesto realizado por la Virgen María, que presenta a su Hijo en el Templo y se somete, según el rito de la Ley de Moisés, al rito de la purificación. En la religiosidad popular el episodio de la purificación se ha visto como una muestra de la humildad de la Virgen, por lo cual, la fiesta del 2 de febrero es considerada con frecuencia la fiesta de los que realizan los servicios más humildes en la Iglesia.

La primera noticia de esta conmemoración nos la da Egeria en su peregrinación a Jerusalén a finales del siglo IV. Se llamaba “Quadragesima de Epiphania” porque entonces se celebraba aún el nacimiento también el seis de enero, es decir, el catorce de febrero.

Junto a la Presentación del Señor como primogénito, motivo central de la fiesta pese a su título mantenido hasta la última reforma del calendario romano, en la que también María cobra una importancia especial por la profecía de la espada, va pareja la purificación de María, pues toda mujer que pariera un varón debía presentarse para su purificación acaba la cuarentena, rito al que se somete por humildad. Ambas ceremonias se reseñan y aparecen en Lucas 2, 22: “Cumplidos los días de la purificación de María, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor”.

Desde Jerusalén esta fiesta se fue extendiendo por Oriente. En Constantinopla, donde se celebraba ya a principios del siglo VI, tenía ya esta fiesta un carácter mariano muy marcado, pues se invitaba en ella a recurrir a la intercesión mariana y la corte imperial la celebraba en el templo mariano de la Blancherna.

El Emperador Justiniano I, en agradecimiento por atribuir a la intercesión mariana el cese de una epidemia, en el 542 extendió su celebración a todo su Imperio como día festivo. Se trasladó al dos de febrero porque la Navidad ya había sido fijada el veinticinco de diciembre.

Originalmente, la fiesta de la Candelaria se llamaba “Ipapante”, palabra griega que significa encuentro, en referencia al encuentro entre Jesús, María y José,y Simeón y Ana en el templo. Se ha atestiguado desde el siglo IV, en Oriente, y posteriormente, gracias al Papa Sergio I, también se extendió en Occidente.

A Roma la debieron llevar los monjes bizantinos. Según el “Liber Pontificalis”, la fiesta de la Purificación, a la que, según la ley mosaica tuvo que someterse María, se celebraba ya en Roma con carácter mariano en el pontificado de Sergio I (687-701), de origen sirio.

El título de Purificación aparece por primera vez en el “Sacramentario Gelasiano” (siglo VIII), y se cree de procedencia galicana, aunque este tema no desempeña papel alguno en los textos eucológicos que se centran en la figura de Jesús, aunque pasó al Misal Romano, hasta la reforma de 1969, en que pasó a denominarse de la Presentación del Señor.

San Cirilo de Alejandría, a principios del siglo V, ya habla de las candelas. En Roma aparece ya la procesión de los cirios en el Orden de San Pedro, del 667, que es ratificada por el citado Sergio I, por lo que la fiesta recibe el nombre popular de Candelaria. El origen de las luces quizá provenga de que estas procesiones eran nocturnas.

Esta procesión en Roma tenía un marcado carácter penitencial, pues la comitiva pontificia iba descalza, con ornamentos primero negros y luego morados, color que se conservó hasta la reforma de 1969. Debió adquirirlo, lo que se cree a partir de Beda, como desagravio por los Amburbalia, fiesta pagana de purificación de la ciudad, que consistía en recorrer la muralla procesionalmente llevando las víctimas a sacrificar una vez acabado el itinerario, celebrada por última vez el 394. Aunque era una fiesta movible, se solía celebrar en febrero.

La primera bendición de las candelas se remonta a finales del siglo IX y era precedida de la bendición del fuego como en la vigilia pascual: se interpreta como una fiesta de la luz como símbolo de Cristo, basándose en la profecía de Simeón: “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

La bendición solemne de las candelas empezó en la Iglesia galicana en el siglo X, y de ahí se fue difundiendo con lentitud. En Roma se documenta por el “Sacramentario” de Padua, en una adición del mismo siglo X. En la Península Ibérica, ya presente en el siglo XI, y después por el resto de Europa.

Esta fiesta conocida popularmente como la “Candelaria” tiene un alto componente de religiosidad y fervor popular, cuyas raíces se entroncan con la siembra de la fe de muchos de nuestros pueblos con siglos de vivencia de fe y de amor respetuoso hacia la Santísima Virgen. Es una de las celebraciones cristianas en las que la religiosidad popular ha introducido desde antiguo muchísimas costumbres y tradiciones: como el usar velas, luces o candelas para significar que Cristo es luz; presentar niños en el templo como hicieron los padres de Jesús en su tiempo; suelta de palomas como en la ofrenda que llevaron entonces José y María al anciano sacerdote Simeón…

En muchos pueblos los niños nacidos en el último año son presentados a la Virgen y se bendicen a las madres poniendo de manifiesta la antigua bendición “post partum” La bendición post-parto es un momento especial de la madre con Dios, y sería una hermosa práctica volver a hacerla propia.

La fiesta de la Presentación del Señor y Purificación de María conserva un carácter popular, tanto en lo religioso como en lo culinario. Sin embargo es necesario que esta fiesta responda verdaderamente al sentido auténtico de la misma.

No resultaría adecuado que la religiosidad popular, al celebrar esta fiesta se olvidase el contenido cristológico, que es el fundamental, para quedarse casi exclusivamente en los aspectos mariológicos; el hecho de que deba “ser considerada como memoria simultánea del Hijo y de la Madre” no autoriza semejante cambio de la perspectiva; las velas, conservadas en los hogares, deben ser para los fieles un signo de Cristo “luz del mundo” y por lo tanto, un motivo para expresar la fe.

 

 

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