martes, 25 de febrero de 2025

 



 

 

LA CRUZ EN LA VIDA DE SAN VICENTE FERRER

 

 

 

Por Antonio DÍAZ TORTAJADA

Delegado Episcopal de Religiosidad Popular

 

 

 

Glorioso Vicente Ferrer,

patrono de los desamparados y consuelo de los afligidos:

que viviste intensamente el signo de contradicción que trae la Cruz,

pero que también es signo de unidad.

Alcánzanos una fidelidad auténtica y sincera

para valorar debidamente las cosas divinas,

rectitud y pureza de costumbres como la que tú predicabas,

y un amor ardiente para amar a Dios y al prójimo.

Tu vida, desde muy joven,

fue una constante contemplación mística

de la pasión, muerte y resurrección de Cristo,

esforzándote por vivirla como Domingo de Guzmán.

Al contemplar los campos de mies

y la falta de obreros

y apenado por la desunión existente en el seno de la Iglesia,

sentiste el impulso de Cristo a seguirle en la radicalidad

y la llamada a anunciar la “buena noticia”.

Saliste por los caminos de Europa

recorriendo grandes comarcas

de España, Alemania, Francia, Bélgica, Holanda e Italia,

anunciando a Cristo por plazas, caminos y campos.

Con el anuncio de la “buena noticia” del Evangelio

llamabas a la conversión personal y colectiva,

invitando a salir de las costumbres de muerte

para lanzarse a los riesgos de una vida nueva;

llamaste a reflexionar sobre el futuro,

comenzando su construcción en el presente,

respaldando este anuncio con una vida austera y penitente.

Tus exhortaciones a pesar de ser muy largas,

tocaban el corazón de los hombres y mujeres,

que, disfrutaban oyéndote.

A pesar de que muchos predicadores

de tu tiempo buscaban su lucimiento personal

tú siempre pasabas largos ratos de oración

pidiéndole a Cristo que Él fuese siempre

el eje de tus alocuciones

para que aprendiesen los oyentes de ti,

como un verdadero testigo,

de todo lo que decías a los demás para su santificación.

El misterio de Cristo Jesús

que pasó haciendo el bien,

predicando y curando a los enfermos,

que sufrió y padeció muerte, y muerte de cruz y que resucitó,

fue el centro de toda tu predicación

que armonizaste con un carácter franco y jovial.

Tu palabra era fuego que conmovía el corazón de las multitudes,

respondiendo con pública penitencia,

y abandono de sus situaciones de pecado.

Tú sufriste en carne propia el terrible escándalo

que había comenzado en 1378

así como las consecuencias del cisma cristiano de Occidente.

Pero más que un predicador apocalíptico,

fuiste un predicador de los misterios de Cristo.

Del Cristo que ha venido,

y también del Cristo que vendrá

para juzgar a vivos y muertos.

Pero este pensamiento

no era una mala noticia,

porque el juicio, como todo en la vida de Cristo,

está modulado por la misericordia divina.

Y el criterio del juicio es y será el amor:

nuestra actitud para con el prójimo.

Para explicar la vida de Cristo,

como apóstol de Jesucristo, y éste crucificado

te serviste de ejemplos muy sencillos

que tus oyentes perfectamente entendían.

Hoy nos explicas a los hombres y mujeres del siglo XXI,

–pues tus palabras tienes vigencia y actualidad—

que después de su Resurrección,

Cristo se presentó a sus discípulos

bajo tres figuras o imágenes:

como peregrino, como jardinero y como mercader,

mostrando así las tres formas de vida

que había tenido mientras vivió su historia con los hombres

Qué gran profundidad teológica la de tus palabras:

el Resucitado muestra la forma de vida del Crucificado.

Sin centrar nuestra atención en la persona de Jesucristo en la Cruz,

no hay modo de comprender su Resurrección.

Las tres imágenes que retratan esa vida

y que muestra el Resucitado son:

fue peregrino durante su vida en esta tierra,

donde no tenía casa ni sitio donde reposar su cabeza;

fue jardinero por su predicación,

pues el jardinero desarraiga las malas hierbas y planta las buenas,

como Cristo hacía por medio de su palabra;

y fue mercader de piedras finas

porque su muerte fue el precio de nuestra redención.

Nosotros, Vicente Ferrer, amado de Dios y de los hombres,

en el seguimiento de Cristo,

estamos llamados a ser peregrinos,

o sea, a vivir moderadamente

como quién no tiene su morada en este mundo,

pues los cristianos tenemos otra ciudad,

la nueva Jerusalén, la ciudad celestial sin ocaso,

por eso somos huéspedes y peregrinos sobre la tierra.

Estamos llamados a ser jardineros,

pues cada uno debemos desarraigar

de nuestra vida las malas hierbas,

o sea, soberbias, envidias y vicios,

y plantar en su lugar la paz, el servicio,

la humildad y demás virtudes que brillaron en tu vida.

Y estamos llamados a ser mercaderes,

perseverando en una vida santa,

para que al término de nuestro viaje

podamos recibir el premio del cielo.

Los últimos años de tu vida,

siempre se caracterizaron

por un agravamiento de tus achaques y enfermedades,

pero nada de esto te hizo perder el vigor y alegría

que ponías al anunciar al Señor Jesús.

Vicente Ferrer, amigo de Dios:

¿qué nos dices hoy del Crucificado…

tú que sabes mucho

porque pasabas, horas y horas,

de la noche dialogando con Él?

 

 

 

Valencia, 5 de marzo de 2025, miércoles de Ceniza


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