martes, 25 de febrero de 2025

 


 

 

 

SAN VICENTE FERRER TAMBIÉN ESTABA EN CAMPANAR

 

 

 

 

 

Por Antonio DÍAZ TORTAJADA

Delegado Episcopal de Religiosidad Popular

 

 

 

Glorioso san Vicente Ferrer,

patrono de los desamparados y consuelo de los afligidos:

Nuestra ciudad está desolada y triste

por el devorador incendio del edificio

de nuestro barrio valenciano de Campanar.

Acudimos a ti en busca de luz, de esperanza y protección.

por los que han perdido sus seres queridos y sus hogares.

Tú, que dedicaste tu vida a llevar la paz y la fe

con tu palabra a aquellos que más lo necesitaban,

te rogamos que intercedas por nosotros

ante nuestro Dios amado,

el Dios de la vida,

y el Dios de todo consuelo.

¿Dónde estabas Vicente Ferrer,

protector nuestro en esos momentos

que el fuego devoraba ese coloso edificio?

Pensábamos que estábamos abandonados de tu mano.

Pero ¿cómo podemos seguir siendo hombres de fe

cuando contemplábamos tantas vidas rotas

y la vida estaba atravesada por la muerte,

la desgracia, la tragedia, y el horror del fuego?

¿Dónde estabas Vicente Ferrer, patrono de nuestra ciudad?

¿Nos habías abandonado de la mano?

¿No pudiste frenar la fuerza del fuego destructor?

Sin embargo, estabas en medio del sufriente pueblo valenciano,

es más, estabas sufriendo con nosotros

las agresiones de las llamas;

estabas padeciendo los efectos del fuego,

que el egoísmo y la inconsciencia de nosotros,

humanos muchas veces nos fabricamos.

A veces debemos contemplar más allá de nuestro entorno

y tener claro que hay desastres

que no son naturales, sino resultado de nuestra falta de previsión.

No fue voluntad de Dios, no,

el que surgiera esa hoguera que lo destruía todo.

Dejemos el discurso de la complicidad.

Menos aún podría ser un castigo de Dios.

Quien diga esto nunca podrá entender al Dios de Jesús.

Que veamos, más bien, en estos acontecimientos luctuosos

los signos o sacramentos de una realidad misteriosa,

la de un Dios, que con todos sus santos participa

en los gozos y esperanzas, sufrimientos y tristezas

de los hombres de todos los tiempos.

¿Dónde estabas Vicente Ferrer aquel jueves de febrero

de dos mil veinticuatro?

Tú estabas en los huecos de las escaleras,

en las habitaciones y comedores

de esos monumentales bloques de viviendas

sin poder escapar de las llamas,

sufriendo con todos nosotros

y contemplando como el fuego devoraba vidas y recuerdos.

Tú estabas viendo como un puñado de hogares

se estaban quemando,

e impotente de poder extender tu mano para frenarlo;

tú contemplabas desde el fuego como miles de personas

lloraban desesperadamente cuando el fuego lo destruía todo.

Vicente Ferrer tú estabas en quienes sufrían la desgracia;

estabas viviendo en carne propia

el miedo, el sufrimiento y el abandono.

Pero también estabas en las manos

de quienes arriesgaron su vida por salvar otras vidas,

en quienes planificaron y se entregaron totalmente:

bomberos, policía o protección civil,

al servicio de los hombres y mujeres que estaban sufriendo impotentes sin poder hacer nada.

Precisamente ahora nos toca a nosotros

seguir estando con estos hermanos que siguen sufriendo.

Nos toca ayudarte.

Nos toca, contigo, hacer presente al Dios de la esperanza

en las vidas de tantas familias rotas por el fuego.

Tú, Vicente Ferrer, estás allí, entre el rescoldo de las llamas,

ensuciándote las manos y debemos ayudarte.

Tú no estás en las nubes,

tú estás en las manos de todos.

Tú estás en el corazón generoso de los valencianos.

Tú estás entre nosotros.

Protégenos de todo mal y peligro que pueda rodearnos.

Enséñanos a encontrar la esperanza en medio de las dificultades

y a confiar en la providencia divina en todo momento.

Concédenos fuerza para actuar

y devolver la esperanza a tantas familias y personas

que han vivido, y lo seguirán viviendo, el drama del fuego.

Quizás a través de nosotros puedan llegar al misterio de Dios,

el impensado, que en su escondidez y ocultación

sigue siendo fuente de dignidad y esperanza.

Vicente Ferrer, modelo de santidad plena,

de caridad y de humildad,

te imploramos que nos guíes en nuestro camino

y nos ayudes a encontrar la paz interior que nos falta.

Fortalécenos en estos momentos de desesperación

y concédenos la fuerza para superar cualquier adversidad.

Confiamos en tu poderosa intercesión ante el trono de Dios,

y te agradecemos por escuchar nuestras plegarias.

Que tu luz divina nos acompañe siempre,

protegiéndonos y guiándonos

hacia la esperanza y la felicidad plena.

Amén.

 

 (Valencia, 22 febrero 2023)


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