viernes, 3 de febrero de 2023

FIESTA DE LAS CANDELAS O DE LA LUZ

 

FIESTA DE LAS CANDELAS O DE LA LUZ

 

 

 

Por Antonio DIAZ TORTAJADA

Delegado Episcopal de Religiosidad Popular

 

 

 

El 2 de febrero, día de la “la Candelaria”, una fiesta conocida con diversos nombres: la presentación del Señor, la purificación de María, la fiesta de la Luz y la fiesta de las candelas; coincide aproximadamente con el ecuador del invierno, lo que tiene un gran simbolismo, dando origen a una fiesta de tradición cristiana, que se remonta muy atrás en el tiempo, y que pudo tener un origen pagano, en la antigua Roma.

La fiesta de las candelas –también conocida como de la Luz– tiene en el fuego su principal elemento simbólico, admitiendo varias interpretaciones, que van desde la propia identidad de Jesucristo hasta la bienvenida a la luz, tras quedar atrás el período de menos horas de sol del año.

Lo más llamativo de esta fiesta es la procesión de las candelas de ahí el nombre de “candelaria”. Esta fiesta es de origen oriental y hasta el siglo VI tenía lugar a los cuarenta días de la Epifanía, el 15 de febrero, después pasó a celebrarse el 2 de febrero, por ser a los cuarenta días de la Navidad. Los cuarenta días han sido tomados desde tiempos remotísimos como un periodo de seguridad y salvaguarda de la vida y la salud tanto de la madre como del niño después del parto. La procesión de la “candelaria” o “purificación” aunque toma elementos del ritual judaico es de origen bizantino. Esta procesión se consideraba especial y tenía lugar en las liturgias medievales, después de la hora tercia y antes de la misa de esta festividad. La procesión de la “purificación” puede considerarse como una de las más antiguas de las establecidas en la Iglesia como refleja los primeros antifonarios de la misa de esta festividad escritos en Europa en los siglos VIII-IX. En la procesión se establecen también unos cantos propios de esta celebración por supuesto en latín y al final la formación de velas de aquellos que participaban en la procesión.

A raíz del concilio Vaticano II la fecha festiva del 2 de febrero se toma como la de la consagración de Jesús (por tanto la de todas las personas consagradas: frailes, monjas, clérigos etc) y es llamada únicamente de la presentación del Señor, separándose de su foco mariano que había tomado con el tiempo recuperando de este modo su sentido original. Así ahora en esta celebración la Iglesia da mayor realce al ofrecimiento que María y José hacen de Jesús. Ellos reconocen que este niño es propiedad de Dios y salvación para todos los pueblos.

La primera bendición de las candelas en esta fiesta del “purificación” se remonta a finales del siglo IX y era precedida de la bendición del fuego como en la vigilia pascual: Se interpreta como una fiesta de la luz como símbolo de Cristo, basándose en la profecía de Simeón: “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. La bendición solemne de las candelas empezó en la Iglesia galicana en el siglo X, y de ahí se fue difundiendo con lentitud. En Roma se documenta por el Sacramentario de Padua, en una edición del mismo siglo X. En la Península Ibérica, ya presente en el siglo XI, y después por el resto de Europa.

Existía en algunos lugares rurales de España hasta principios del siglo XX la mujer después del parto no podía entrar en la iglesia sin ser purificada, ya que según la tradición judeocristiana el derramamiento de sangre la contaminaba. Por eso la bendición “postpartum”, era un rito antiquísimo de purificación.

La “religiosidad popular” es sensible al acontecimiento, providencial y misterioso, de la concepción y del nacimiento de una vida nueva. En particular las madres cristianas advierten la relación que existe, a pesar de las notables diferencias – la concepción y el parto de María son hechos únicos– entre la maternidad de la Virgen, la purísima, madre de la Cabeza del Cuerpo Místico, y su maternidad: Ellas también son madres según el plan de Dios, pues han generado los futuros miembros del mismo Cuerpo Místico. En esta intuición, y como imitando el rito realizado por María, tenía origen el rito de la purificación de la que había dado a luz.

La fiesta del 2 de febrero todavía conserva un carácter popular. Sin embargo es necesario responder verdaderamente al sentido auténtico de la fiesta. No resultaría adecuado que la religiosidad popular, al celebrar la presentación del Señor, se olvidase el contenido cristológico, que es el fundamental, para quedarse casi exclusivamente en los aspectos mariológicos; el hecho de que deba "ser considerada ...como memoria simultánea del Hijo y de la Madre" no autoriza semejante cambio de la perspectiva; las velas, conservadas en los hogares, deben ser para los fieles un signo de Cristo "luz del mundo" y por lo tanto, un motivo para expresar la fe.

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