lunes, 27 de febrero de 2023

HOMILIA SEDE JUNTA DIOCESANA DE HERMANDADES

 

HOMILIA SEDE JUNTA DIOCESANA DE HERMANDADES

 

L´ALCUDIA,  26 DE FEBRERO 2023

 

 

 

Os saludo con afecto a todos los que participáis en esta jornada-encuentro para inaugurar la Sede 2023-2024 de la Junta de Hermandades de Semana Santa en L´Alcudia y que habéis venido de diversas ciudades y pueblos de nuestra Diócesis.

Un saludo los que con un corazón cofrade, dedicáis parte de vuestro tiempo a la hermosa labor de anunciar en la calle la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Un saludo a todos los que en este tiempo de preparación para vivir el esplendor de nuestra Semana Santa ya tenéis revisados y dispuestos todos los elementos necesarios para la procesión, porque nada se improvisa y todo lo cuidáis con esmero.

Un saludo a vosotros, que habéis demostrado que sois conscientes de vuestra gran responsabilidad y de que sois enviados por la Iglesia a la evangelización, a sacar a la calle el “misterio central de nuestra Fe”.

1.- El miércoles pasado comenzamos el tiempo de Cuaresma, tiempo fuerte, fundamental en el devenir del año litúrgico, y en la vida de los cristianos, en la vida de los hombres y mujeres de fe, en la vida de los cofrades, si durante todo el año estamos intentado reflexionar sobre lo que significa seguir a Jesús hoy, en este tiempo lo debemos hacerlo de una forma especial. Cuaresma, cuarenta días de preparación a lo que son los acontecimientos centrales de nuestra fe: Pasión, Muerte y sobre todo Resurrección de Jesús.

El Evangelio de hoy nos ha colocado al Señor al comienzo de su vida pública, siendo tentado por el diablo, nosotros también vamos a comenzar un camino, el camino de este tiempo cuaresmal. Nos ponemos en el punto de salida, y en este lugar comienza la posibilidad de que sea un éxito o un fracaso. Es preciso determinar hacia dónde vamos, cuál es nuestra meta, cuál es nuestro objetivo, el miércoles de ceniza nos lo recordaron: Conviértete y cree en el evangelio. Ese es nuestro punto de partida, nuestra meta y nuestro objetivo: la conversión, el llegar a renovar de tal modo nuestra manera de pensar y de actuar que realmente terminemos como hombres y mujeres nuevos. Morir con Jesús en la Cruz, para resucitar con Él como personas cambiadas la noche del Sábado Santo.

Quienes hemos vivido ya muchas cuaresmas puede que perdamos el valor fuerte de los gestos y palabras tantas veces repetidos, y podemos caer en la monotonía de vivir una Cuaresma más o podemos también ponernos al inicio de un camino, conscientes de la tarea que tenemos por delante. De nosotros depende que escojamos una cosa u otra.

 2.- Hemos comenzado la Cuaresma como el tiempo favorable para reavivar nuestras relaciones con Dios y con los demás; para abrirnos en el silencio a la oración y a salir del baluarte de nuestro yo cerrado; para romper las cadenas del individualismo y redescubrir, a través del encuentro y la escucha, quién es el que camina a nuestro lado cada día, y volver a aprender a amarlo como hermano o hermana.

La Cuaresma ciertamente es el tiempo favorable para volver a lo esencial, para despojarnos de lo que nos pesa, para reconciliarnos con Dios, para reavivar el fuego del Espíritu Santo que habita escondido entre las cenizas de nuestra frágil humanidad. Es el tiempo de gracia para volver a Dios de todo corazón

Este es el tiempo favorable para convertirnos, para cambiar la mirada antes que nada sobre nosotros mismos, para vernos por dentro. Cuántas distracciones y superficialidades nos apartan de lo que es importante. Cuántas veces nos centramos en nuestros deseos o en lo que nos falta, alejándonos del centro del corazón, olvidándonos de abrazar el sentido de nuestro ser en el mundo.

La Cuaresma es un tiempo de verdad para quitarnos las máscaras que llevamos cada día aparentando ser perfectos a los ojos del mundo; para luchar, contra la falsedad y la hipocresía. No las de los demás, sino las nuestras.

3.- Vosotros, mis queridos hermanos cofrades, estáis llamados, por vuestra propia vocación cristiana y piedad particular, a restaurar la armonía en el seno de vuestras cofradías, que han de ser auténticas escuelas de fraternidad y concordia.

La unión entre quienes formáis las hermandades, es mucho más que la suma de los esfuerzos para sacar un paso, entonar hermosos acordes para acompañarlos o seguirlos con orden en una respetuosa y silenciosa procesión. Lo que representamos en unos pocos, pero intensos días de la Semana Santa, ha de ser la expresión de lo que estamos llamados a vivir durante todo el año tanto dentro como fuera de las sedes de nuestras cofradías.

Muchas veces nos veremos tentados para querer destacar sobre otros, o realizar nuestros actos de manera exclusiva y diferenciada, o desear que los intereses particulares primen sobre los generales. Somos personas limitadas, y sabemos de nuestras debilidades, pero precisamente la pertenencia a una Hermandad que ante todo ha de estar unida en el amor a Jesucristo, nos va purificando y ayudando a vivir con coherencia el Evangelio del Señor, superando esas carencias y abriéndonos al don de su misericordia en la reconciliación con Dios y con los hermanos.

Nuestras cofradías penitenciales tienen permanentemente el reto de vivir inmersas en el ambiente cotidiano, pero no para diluirse en sus mismos intereses y objetivos, o para mantener las relaciones de enfrentamiento e imposición que tanto lo caracteriza, sino para “ser sal y luz” en medio de la sociedad en la que vivimos, para que viendo como nos amamos, y cómo cuidamos la fraterna unidad, el mundo crea en el Señor.

Las cofradías no son una simple asociación de personas para conseguir unos objetivos más o menos inmediatos. Las cofradías es una forma de vivir en cristiano, de seguir a Jesucristo, de estar en la Iglesia, de caminar como ciudadanos de este mundo, de sentir el calor de la propia familia.

Una hermandad o cofradía no es solamente una agrupación a la que se pertenece, ni siquiera una serie de actividades religiosas en torno a unas imágenes veneradas. La hermandad es un espíritu, una vida, una fe, un patrimonio espiritual. A vosotros, tan importantes y necesarios, queridos cofrades, os pido que aprovechéis este tiempo de Cuaresma y Semana Santa para espabilar vuestros oídos escuchando la Palabra de Dios, potenciando las obras de caridad y que deis gracias a Dios por todas las oportunidades que os regala para la alegría.

Vivir como cristianos todos los días y amar al Señor Jesús de verdad, nos favorece para acogerle en nuestro corazón y en nuestra propia vida.

Para todos los cristianos, pero especialmente para los cofrades, Cristo es el centro de atención y hacia Él deben dirigirse nuestros pasos, pensamientos y toda la actividad, porque Jesús nos ha dado ejemplo de amar a Dios Padre, de hacer su voluntad y de entregar la vida por amor.

 4.- Queridos cofrades, vosotros sois custodios de la piedad popular, de ese bendito tesoro que tiene la Iglesia y que nos ayuda para permanecer en una sana espiritualidad. Dadlo a conocer, anunciadlo a todos con generosidad y proclamad a los cuatro vientos vuestra felicidad por haberos fiado de Jesucristo.

El olor del incienso al paso de las sagradas imágenes nos recuerda la importancia de dar testimonio de vida, porque las buenas obras de caridad, llegan a los otros antes que la palabra y exhalan el buen olor de la fe. Así evangelizaréis las cofradías, con el ejemplo antes que con la palabra, y despertaréis los sentimientos de fe profunda, que están en el corazón de nuestro pueblo y favoreciendo la cercanía del necesitado al corazón misericordioso de Dios.

Acudid siempre a Cristo, fuente inagotable, refuercen su fe, cuidando la formación espiritual, la oración personal y comunitaria, la liturgia. A lo largo de los siglos, las Hermandades han sido fragua de santidad de muchos que han vivido con sencillez una relación intensa con el Señor. Caminad con decisión hacia la santidad; no se conformen con una vida cristiana mediocre, sino que su pertenencia sea un estímulo, ante todo para ustedes, para amar más a Jesucristo.

 5.- Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia os quiere. Sed una presencia activa en la comunidad, como células vivas, piedras vivas… Amad a la Iglesia. Dejaos guiar por ella. En las parroquias, en las diócesis, sed un verdadero pulmón de fe y de vida cristiana.

Cuando veo en nuestras o plazas la gran variedad de colores y de signos en vuestras túnicas, tengo presente a la Iglesia. Así es la Iglesia: Una gran riqueza y variedad de expresiones en las que todo se reconduce a la unidad, al encuentro con Cristo.

Os encomiendo especialmente al cuidado de la Santísima Virgen María, en sus diversas advocaciones, pidiéndole que os ayude a todos los cofrades a responder tan rápidamente como los discípulos a la llamada de Cristo, para que por donde paséis seáis portadores de paz, misericordia y perdón; también para que caminéis siempre cerca de Jesús y atendáis con el mismo corazón del Señor los gritos y súplicas de los que están en las cunetas de los caminos pidiéndonos ayuda. Le pido a Nuestra Señora que os de fortaleza para que seáis generosos en dar el amor y la ternura de Dios.

Que así sea.

 


(L´Alcudia, 26 de febrero de 2023)

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