martes, 6 de diciembre de 2016

NOVENA A LA INMACULADA


Lo más adecuado es respetar el sentido y el desarrollo de cada celebración sin mezclar la liturgia con los ejercicios de piedad ni sus contenidos (Cf. Juan Pablo II: Vigesimus quintus annus (1989) n. 18). Por tanto la novena no se hará dentro del rezo de las Vísperas, sino antes, o a continuación de ellas, aunque sea sustituyendo algún otro ejercicio piadoso, como, por ejemplo, el rosario.




Día primero:
MARIA OYENTE DE LA PALABRA

María es la virgen oyente, que acoge en su corazón la Palabra de Dios. Escuchar y acoger la Palabra es la premisa y el camino para la maternidad divina. Como dicen los Padres de la Iglesia: “María, llena de fe, concibió a Cristo antes en la mente que en el vientre”.

Oración:
Abre, Señor, nuestro corazón y nuestra mente para que, escuchando tu Palabra, la acojamos con la docilidad con que la recibió la Virgen María en su corazón. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lc 11, 27-28: “Estaba él diciendo estas cosas cuando alzó la voz una mujer de entre la gente y dijo: "¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!" Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan.”

María es una mujer que reflexiona y trata de comprender los acontecimientos de la historia para darse cuenta de lo que el Señor quiere. No permanece pasiva; su actitud de docilidad la convierte en colaboradora activa de la Encarnación del Hijo de Dios.
La Iglesia escucha, acoge, venera la Palabra de Dios, y a su luz escruta los signos de los tiempos, interpreta y vive los acontecimientos de la historia. Así a lo largo de los siglos ha realizado un trabajo de profundización y penetración de la Palabra
Lo que María ha realizado y lo que la Iglesia lleva a cabo debe ser actualizado por cada cristiano: acoger la Palabra, tratar de hacerla sustancia de la propia vida y comprenderla cada vez más.
Como María, que medita la palabra de Dios y la confronta con los acontecimientos, así el cristiano debe hacer una lectura “sapiencial” de la propia vida y de la historia humana, implorando al Espíritu el don profético de interpretar la voluntad del Padre y colaborar en su proyecto de salvación de los hombres.
La Iglesia nos exhorta a cumplir nuestro servicio profético y nos pide cultivar en profundidad la experiencia de Dios; discernir, a la luz del Espíritu, los desafíos de nuestro tiempo y traducirlos con valentía y audacia a opciones y proyectos coherentes tanto con el carisma original como con las exigencias de la situación histórica concreta. Necesitamos, pues, una sólida espiritualidad de la acción, viendo a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios

Preces
Roguemos a Dios nuestro Padre, que quiso que su Palabra se hiciera carne en el seno de María y digámosle como ella: Hágase en mí según tu palabra.

Te pedimos, Señor, que tu Iglesia anuncie la Buena Nueva de la salvación a todos los hombres. R/
Da a los ministros de tu Palabra el coraje de encarnarla en sus vidas. R/
Que tu Palabra, Señor, ilumine y guíe nuestros pasos por el camino de la paz. R/
Danos la capacidad de escuchar a nuestros hermanos y abrirnos a sus necesidades. R/
Haznos atentos a los signos de los tiempos para descubrir en ellos tu voluntad y valientes para traducirla en opciones y proyectos de evangelización. R/
Padrenuestro

Oración:
Tu Madre, Señor, profirió la Palabra porque antes la concibió en su corazón, y proclamó un Magníficat profético porque antes creyó: haz que, como ella, acojamos tu palabra con corazón dócil y la hagamos fructificar en plenitud. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


MARÍA, DISCÍPULA DEL SEÑOR

María fue la primera discípula de Cristo. Ella acogió el anuncio del ángel, y día a día se mantuvo fiel a la palabra dada. Aceptando la voluntad de Dios, no sólo engendró a su Hijo, sino que vivió unida a Él, se puso en actitud de discípula, lo siguió por los caminos de Palestina hasta el Calvario compartiendo con Él el dolor de la pasión y muerte en cruz.

Oración:
Tú, Señor, no has querido sacrificios ni ofrendas, pero nos has dado un cuerpo. Te decimos, como Jesús, como María Inmaculada: Aquí estamos, oh Dios, venimos para hacer tu voluntad. Acepta nuestro propósito de cumplir tu voluntad dentro de nuestra comunidad  y en medio de nuestra historia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Lc 2,33-35: En aquel tiempo, el padre y la madre del niño estaban admirados de las palabras que les decía Simeón. Él los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

La respuesta al Señor no podemos darla de una vez para siempre. La gozosa adhesión a su llamada va tomando cuerpo día a día. Nada es claro desde el comienzo: sólo la constancia en la fidelidad va realizando el proyecto de amor que el Padre tiene sobre cada uno de nosotros.
María, a invitación del ángel, acepta ser la madre del Mesías Rey, pero no sabe cómo se llevará a cabo o cómo se expresará esta realeza. En la profecía de Simeón, el Mesías aparece como el Siervo del Señor que realizará su misión a través del sacrificio de la cruz. Y María sentirá su alma atravesada por una espada de dolor en su misión de madre de Jesús, cuando hubo de exiliarse a Egipto, al experimentar la angustia de ver perdido a su Hijo en Jerusalén, y en el seguimiento de su Hijo hasta el Calvario.
En palabras del Concilio, María “avanzó en la peregrinación de la fe y conservó fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz” (LG 58). No le fue fácil a María creer: se encontró con un niño en toda su fragilidad, con un hijo incomprendido, perseguido y ajusticiado. Tuvo que hacer un “salto a lo imprevisible” fiándose sólo de la Palabra de Dios.
María ha recorrido el camino propio de toda mujer y de todo hombre. Con el tiempo se fue perfeccionando. Al no tener la posibilidad de abarcar en un momento toda la vida y realizarla de una vez para siempre, la persona tiene que repetir, renovándola una y otra vez, su entrega al Señor a través del tiempo.
La profecía de la vida ordinaria, frecuente entre nosotros, es la que hace posible la gran profecía de los momentos extraordinarios. Se muestra en la oración, como expresión de amistad con Dios, en la búsqueda incesante de su voluntad; en las relaciones en las que prima la ternura, la alegría vital, la compasión, la fe en el otro, el servicio

Preces
Oremos, hermanos, a Dios Padre nuestro, por medio de Cristo y con la intercesión de María Inmaculada, que se mantuvo fiel en el itinerario de su fe. Y pidamos: Haznos fieles a tu voluntad, Señor, por intercesión de María

Concede a la Iglesia que en toda circunstancia se mantenga siempre unida a Cristo a ejemplo de la Virgen María. R/
Ayuda a todos los consagrados a cumplir tu voluntad llevando con gozo y esperanza la cruz de cada día. R/
Consuela a los que viven lejos de sus hogares y de su patria y ayúdales en sus trabajos. R/
Fortalece a los enfermos, los encarcelados, los que sufren  por causa de su fe o de la justicia. R/
Sostennos en nuestro compromiso de ser fieles a nuestra vocación en las cosas pequeñas para ser dignos de tus promesas. R/
Padrenuestro

Oración:
Bajo el amparo de la Inmaculada Virgen María, concédenos, Señor, la fortaleza de ánimo necesaria para los momentos difíciles y el gozo en el seguimiento de tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


Día tercero:


María es para nosotros modelo en el seguimiento de Jesús En ella encontramos la inspiración de nuestra vida evangelizadora y testifical.

Oración:
Recibe, Señor, las esperanzas y los sufrimientos, los gozos y las fatigas de cada día en el seguimiento de Jesús, y que tu Espíritu nos aliente en la fidelidad a escuchar una vez más tu Palabra de salvación. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Jn 2,1-12: Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: "No tienen vino." Jesús le responde: "¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora." Dice su madre a los sirvientes: "Haced lo que él os diga." Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: "Llenad las tinajas de agua." Y las llenaron hasta arriba. "Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala." Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: "Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora." Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos.

En el Antiguo Testamento, Dios había escogido el templo para morar entre los hombres. María inaugura la presencia salvífica entre los hombres, convertidos en templos de Dios. Consagrada por la acción del Espíritu, María Inmaculada responde a la llamada de Dios con su palabra de ofrenda, de obediencia y confianza. Por eso siente el deseo de dedicarse totalmente al Señor, de pertenecer a Él, de servir con plena disponibilidad sus designios de salvación.
María invita a todos a obedecer a Cristo, a seguir con gozo a Jesús en el camino de la castidad por el Reino de los cielos, a consagrarnos a Dios para estar más disponibles a su plan de salvación. Por su pertenencia plena y entrega total a Dios, María es ejemplo sublime de perfecta consagración.
La vida cristiana, engendrada en la Trinidad por el bautismo hace presente en el mundo la forma de vida que el mismo Jesús adoptó y que propuso a sus discípulos y que, la primera entre ellos, abrazó en la fe la Virgen María. Esta vida bautismal, por tanto, la asumimos a imitación de Jesucristo y a ejemplo de la Virgen María tiene como primer objetivo hacer visibles las maravillas que Dios realiza en la frágil humanidad de las personas llamadas y da un testimonio profético de la primacía de Dios y de los bienes futuros.
De la misma manera que la Concepción Inmaculada de María no la aparta de las necesidades de los hombres, nuestra vida está llamada a amar, amar más cada día y a todos los hombres: Más intensamente y a más personas con un amor puro, fraterno, libre, eterno.

Preces
Invoquemos, hermanos, a Dios nuestro Señor, que nos ha dado en el seguimiento de Jesús, tal como se propone en el Evangelio, la regla suprema de nuestra vida: Que el ejemplo de tu Madre nos estimule, Señor, en el seguimiento de Jesús

Para que la Virgen Inmaculada, ejemplo sublime de perfecta consagración, ayude a todos los cristianos a entregarse al servicio de Dios y de los hombres según su propia vocación. R/
Para que todos los creyentes den en su vida la primacía a Dios y no se dejen llevar por los criterios de este mundo. R/
Para que el testimonio de las personas consagradas interpele y sostenga en el camino de la gracia a los que viven alejados de Dios. R/
Para que sean muchos los que reconozcan en la profesión de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia un camino de elección hacia la santidad y lo sigan. R/
Para que la presencia de María Inmaculada entre nosotros anime nuestra consagración bautismal a Dios y para la predicación del Evangelio. R/
Padrenuestro

Oración:
Dios todopoderoso, que nos has dado en María un ejemplo para nuestra vida apostólica y una imagen de nuestra gloria futura, concédenos a los que aún peregrinamos por este mundo la gracia de amarte sobre todas las cosas y dar testimonio de la resurrección. Por Jesucristo Nuestro Señor:


Día cuarto:
MARÍA, LA PRIMERA ENTRE LOS POBRES

Dios elige instrumentos humanamente inadecuados para realizar grandes empresas: saca de la nada el universo, de la pobreza la riqueza de su gracia, de la pequeñez cosas grandes. María, la primera entre los pobres del Señor nos descubre este plan de Dios.

Oración:
Tú, Señor, has hecho obras grandes en nuestro favor, y tu nombre es santo. En María reconocemos tu fidelidad a las promesas que hiciste a nuestros padres. Abre nuestros ojos y nuestra mente para reconocer tu intervención en quienes por nuestra pobreza sólo podemos esperar en Ti Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

1Cor 1,26-31: ¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor.

Dios ha elegido lo pobre y despreciable de este mundo para confundir lo fuerte. ¿Por qué esta elección tan paradójica? Primero para que el hombre abandone su autosuficiencia y reconozca la gratuidad de la salvación. Pero también porque Dios ama a los pobres, a todos aquellos que están desprovistos de todo y sólo pueden confiar en la providencia de Dios. Estos son los que heredarán el reino de los cielos.
María Inmaculada pertenece al mundo de los pobres por su modesta condición económica, como se indica en la oferta que hace en la presentación de su Hijo en el Templo (Lc 2,24), pero sobre todo porque, por su actitud de pobreza, se sitúa a la cabeza de los pobres de Israel que esperan y acogen la salvación (Sof 3,14-18).
Por la profesión de la pobreza, vivimos y prolongamos en la Iglesia la misma pobreza de Cristo, que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros ‘para que abundáramos nosotros de bienes con su escasez’ Al practicarla de modo real y efectivo os configuramos con la caridad redentora de Cristo, por la que se anonadó a sí mismo y asumió la condición pobre y los sufrimientos de los hombres para salvarlos”
Nos cuesta ser pobres y encontrar el camino para serlo. Estamos convencidos de que nuestro ministerio sólo adquiere gran fuerza profética cuando la Palabra que proclamamos está avalada por nuestra pobreza apostólica, una auténtica opción por los pobres, una economía solidaria y nuestro propio trabajo. Repensemos constantemente nuestras economías y estilo de vida

Preces
Roguemos a Dios nuestro Padre que escuche el grito de cuantos ponen en Él su esperanza y les dé lo necesario para poder servirlo con libertad de espíritu; digámosle: Que busquemos siempre tu Reino y su justicia, Señor.

Dios que has cumplido tu palabra y has hecho entrar en la tierra prometida al pueblo de Israel. R/
Dios providente que alimentaste a tu pueblo en el desierto. R/
Dios que has querido que tu Hijo se hiciera pobre para enriquecernos. R/
Dios salvador que elegiste a María, primera entre los pobres, para Madre de tu Hijo. R/
Dios misericordioso que has prometido tu reino a los pobres. R/
Padrenuestro.

Oración:
Señor Dios nuestro que, como a la InmaculadaVirgen María, nos permites compartir la pobreza de Jesucristo, ayúdanos para que nuestra vida y nuestra actividad estén informadas por el espíritu de pobreza y para que, compartiendo nuestros bienes con los necesitados, hagamos creíble el evangelio de salvación. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


Día quinto:

María, “al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo” (LG 56). Movidos por el Espíritu Santo, también nosotros deseamos entregarnos decididamente a Él.

Oración:
Te pedimos, Señor, que, alimentados con su amor, estimulados por su ejemplo, y sostenidos por su plegaria, la Inmaculada Virgen María nos ayude a servir a Cristo en los hermanos y a trabajar sin descanso por el Reino. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lc 2,41-51: Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.”. El les dijo: “Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

La Virgen no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. Dice San Ireneo que “obedeciendo se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano”. Así, de la misma manera que Eva estuvo asociada a la caída de Adán y es “madre de muerte”, María está asociada a Cristo en el momento de la redención, y es “madre de vida”.
María estuvo unida a su Hijo en todos los momentos decisivos de su vida, desde el momento de la encarnación hasta el Calvario, al pie de la cruz, ofreciendo al Padre el sacrificio de su Hijo y su propio sacrificio, como contribución a nuestra salvación. También para Ella resultó difícil comprender las exigencias de la fe: María, de hecho, no entendió lo que su Hijo le quería decir al descubrirlo en el Templo en medio de los doctores, pero lo “conservaba todo en su corazón”.
Por el bautismo nos unimos a Cristo, nos hacemos propiedad suya para no pertenecerle más que a él. Eso significa asumir una actitud de obediencia al Padre, renunciar a conducir la propia vida autónomamente, o según los dictados de la carne. La obediencia de la fe aparece como un sacrificio de la autonomía personal, pero es sobre todo la entrega al amor a Cristo, como un despojamiento de la propia naturaleza.
Como bautizados nos configuramos con Jesucristo, que se hizo obediente hasta la muerte. No tenemos otro camino que el de Jesús y María: Unirnos en todo a la voluntad salvífica del Padre, teniendo en cuenta que no hay obediencia sin amor y sin la firme decisión de prolongar su amor apasionado y benevolente al mundo.
Nuestra misión es la de anunciar el misterio íntegro de Cristo, según la vocación especial que hemos recibido, lo cual se realiza a través de la predicación, pero también por medio de signos claros de la propia vida y de compromiso en la transformación del mundo según las bienaventuranzas. Para nosotros implica la sensibilidad ante lo más urgente, oportuno y eficaz, pero también una disponibilidad total y el sentido de catolicidad, es decir, la apertura abierta a todas las latitudes, a todos los pueblos, a todas las formas de vida.

Preces
Invoquemos a Dios nuestro Padre, que nos ha llamado a configurarnos con su Hijo Jesucristo que se hizo obediente hasta la muerte de cruz. Digámosle: Que María, Señor, nos forme a imagen de Jesús.

Señor, Tú quieres que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad y se salven: Ilumínalos con la luz de la fe. R/
Haz, Señor, que el Papa, los obispos, todos los ministros de la Iglesia anuncien el evangelio con su palabra y con una vida santa. R/
Suscita, Señor, abundantes vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa y matrimonial, para que prolonguen en el mundo tu misión de salvación. R/
Concédenos, Señor, crecer en tu amor, que nos impulse a obedecerte pronta y perfectamente y a estar disponibles para el anuncio del evangelio. R/
Devuelve a la Iglesia a los que han perdido la fe o viven como si no la tuvieran. R/
Padrenuestro

Oración:
Señor, que has querido asociar a tu obra de redención a la Inmaculada Virgen María, y nos has concedido también a nosotros el don de seguir a Cristo testificando el Evangelio,  con obras y palabras, haz que empleemos todos los medios posibles para extender por el mundo entero la Buena Nueva del Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Día sexto:

“Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo, mientras Él moría en la cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia” (LG 61). Su maternidad perdura sin cesar en la economía de la gracia (cf LG 62) Celebremos con amor de hijos a nuestra Madre y hagamos nuestra su misión: dar a Jesús al mundo.

Oración:
Señor Jesús, tú que al morir nos diste a tu Madre como Madre nuestra para que continuara en nosotros la misión que tuvo contigo, concédenos ser formados por Ella para ser configurados contigo, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Jn 19,25-27: Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»  Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

La Virgen María es el criterio verificador de la fe en Cristo. María nos garantiza que Jesús es verdadero hombre y verdadero Dios en virtud de su maternidad virginal. El acto de fe no nos orienta hacia una idea, sino hacia una persona: Cristo. No hacia un Cristo soñado, idealizado, sino al verdadero, al hijo de la Virgen María. Afirmar que María es Madre del Señor es afirmar que Dios se ha hecho uno de nosotros para nuestra salvación.
De Madre de Jesús se convierte en discípula suya para recibir luego de Él una maternidad universal. Cuando la maternidad física parece agotada por la muerte de Cristo, Él dilata el corazón de María para que reciba maternalmente a la humanidad. María recorre un itinerario de Madre de Jesús a discípula que escucha su palabra, y de ahí a Madre de la humanidad.
María está presente en el nacimiento de la Iglesia y, asunta al cielo, sigue ejerciendo un influjo salvífico sobre el Pueblo de Dios. Participa por gracia en la condición de Cristo resucitado; desvinculada de los límites de la materia, puede hacerse presente a los cristianos en los diversos momentos y lugares de la historia, y colabora en la comunicación de la vida divina a los hombres. Es madre para nosotros en el orden de la gracia.
Como Madre, la Inmaculada Virgen María hace posible que Dios Padre por medio de su Espíritu nos configure con Cristo y su misterio. Quien se confía a María, como hijo suyo, espera de su función maternal la configuración con Cristo.

Preces
Pidamos al Señor que su Madre nos ayude con su protección: R/.Que seamos fieles hijos de tan maternal Madre.

Protege, Señor, al Santo Padre Francisco, a nuestros obispos y a todos los pastores de la Iglesia para que sean fieles en su misión de darnos a Jesús. R/
Bendice a nuestros padres y a cuantos nos han iniciado en el camino de la fe y de la vida misionera ayudándonos a conocer y amar a Jesús. R/
Concede el don del amor a los padres de familia para que sepan transmitir el amor de Cristo. R/
Sostén a las viudas, protege a los huérfanos, consuela a los tristes y a cuantos viven solos, aumenta la esperanza de los ancianos y de los moribundos. R/
Haz que experimentemos constantemente la protección de María, Madre tuya y nuestra, y nos configure plenamente contigo. R/
Padrenuestro

Oración:
Te damos gracias, Señor, por habernos dado a tu Madre Inmaculada como Madre nuestra. Haz que la acojamos con todo amor y nos comportemos siempre como dignos hijos de su amor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


Día séptimo:
MARÍA INMACULADA, FORMADORA DE EVANGELIZADORES

La Inmaculada Virgen María nos forma en la fragua de su misericordia y de su amor y nos hace instrumentos de su amor maternal para con los hombres en el ejercicio de nuestro servicio como evangelizadores con obras y palabras. Nos confiamos a Ella y nos ponemos en sus manos.

Oración:
Te pedimos humildemente, Señor, que la Inmaculada Virgen María sea para nosotros Madre y Maestra de nuestras vidas, formadora y directora de nuestros trabajos y nosotros correspondamos siempre como dignos hijos suyos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lc 1,39-45: En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;. y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”

La Inmaculada Virgen María, una vez recibido el Espíritu Santo después de la anunciación del ángel, siente la necesidad de ir a los demás, de salir hacia los otros, de comunicar lo que ha recibido. Se dirige con prontitud a llevar la Buena Nueva a los pobres: Con prontitud, sin detenerse porque siente la urgencia de la proclamación del Reino de Dios (cf. Lc 10,4).
Pero junto a esta finalidad de proclamar a Cristo y llevar la salvación, María se siente impelida a ir junto a su prima Isabel porque la sabe necesitada de ayuda y corre a su encuentro. El ejercicio de la caridad, la sensibilidad frente a las necesidades de los demás es visible también en la iniciativa que toma en las bodas de Caná cuando percibe que los novios se encuentran en un apuro al faltar el vino e indica: “Haced lo que Él os diga”.
Quien no comprende que el don de Dios debe ser proclamado a otros y no lo convierte en alabanza y adoración, calla. Sabernos hijos de la Inmaculada Virgen María nos impulsa a proclamar las maravillas de Dios, las que ha realizado en ella, y las que obra también en nosotros.
Con su acción maternal, la Inmaculada Virgen María forma en nosotros verdaderos y auténticos testigos del Evangelio, tal como Ella engendró a Jesús y lo formó como testigo del Padre. María Inmaculada con su acción maternal nos forma, a través de un proceso interior como ministros de la Palabra, como evangelizadores para extender el Reino por todo el mundo
Somos testigos para prolongar en el mundo y a través del tiempo la función maternal de María en la tarea apostólica, en el anuncio del misterio íntegro de Cristo. Asunta a los cielos no ha dejado esta misión salvadora (maternidad en la economía de la gracia), sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación. Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad” (LG 62). Ella es la estrella de la nueva evangelización

Preces
Formados en la fragua de su amor, por la intercesión de la Inmaculada pidamos al Señor por todos los que esperan una palabra de esperanza y salvación. R/.Haznos, Señor, instrumentos de tu amor.

Para que nuestra entrega al Señor crezca por la acción materna de la Virgen y se alimente de su ejemplo. R/
Para que los sacerdotes y catequistas sepan transmitir e infundir un profundo amor a Cristo y a María. R/
Para que desde el inicio de nuestras tareas evangelizadoras inspiren la propia vida y las propias opciones. R/
Para que, dejándonos guiar por la Inmaculada Virgen María, sepamos traducir y anunciar en lenguaje humano, comprensible, el misterio de Jesús. R/
Para que nuestra espiritualidad nos ayude a perseverar en nuestra vocación y a ejercer con generosidad nuestro ministerio apostólico. R/
Padrenuestro

Oración:
Bendito seas, Señor, por habernos llamado a ser hijos de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, haz que nos dejemos formar en la fragua de su amor para ser servidores de tu Palabra. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.



LA VIRGEN MARIA, ES TODA INMACULADA

María es toda ella Inmaculada, desde su Concepción. Dios se fijó en María para ser la Madre de su Único Hijo, Jesús, y así desde el primer instante de su concepción fue librada de todo pecado. En María tenemos un espejo maravilloso para mirarnos. Ella, la toda santa, la toda pura e inmaculada, nos abre siempre sus brazos de Madre y nos ayuda a vencer todo pecado y a ser puros y transparentes, amigos y discípulos fieles de su Hijo.
En ella encontramos acogida, comprensión, y ternura.

Oración:
Enciende en nosotros, Señor, el amor que inflamó el Corazón de María para que te amemos sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como Tú nos has amado. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lc 2,15-20: Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.” Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

El Espíritu Santo desciende sobre María, y crea en Ella un corazón nuevo, el “corazón nuevo” prometido por los profetas y que impulsa a proclamar la Buena Noticia. Los profetas reprochan continuamente las infidelidades del pueblo de Israel, su dureza de corazón, la ruptura de la alianza establecida con el Señor. Anuncian una alianza nueva, para la cual el Señor quitará a su pueblo “el corazón de piedra” y le dará un “corazón nuevo”, un “espíritu nuevo”.
El Señor pensó para María, la propia felicidad, y la deseó con todas mis fuerzas. Y ésta se cumplió, se realizó en ella según la Palabra de Dios. Lo que importa menos es que entendamos al Señor; lo que importa únicamente que yo nos guiar por el Señor, acogiendo su plan sobre nosotros.
La Inmaculada representa esa certeza ejemplar, esa gracia sucedida, de que en medio de los borrones de tantos días Dios nos muestra en María una página blanca y limpia en la que poder leer una historia sin mancha. Y aunque sean tantas las fechorías de las que somos capaces, aunque sean evidentes las demasiadas corrupciones económicas y políticas de los aprovechados de la cosa pública, aunque nuestras debilidades nos recuerden lo frágiles que somos y cómo nos acompaña la humana vulnerabilidad, hay alguien que nos señala un camino diverso. Porque aunque todo eso se da en nosotros y entre nosotros, la Inmaculada nos señala la historia que Dios quiso, la historia que en María verdad y belleza se hizo, una historia que nos pertenece porque por ella la nuestra sale de su maleficio y estrena la posibilidad a la que no sabemos renunciar.
La Iglesia en su labor apostólica se fija con razón en aquella que engendró a Cristo… La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estemos animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperamos a la regeneración de los hombres.

Preces
Con la ternura y el amor de María Inmaculada presentemos al Señor nuestras plegarias a favor de la Iglesia y del mundo. R/.Señor, danos un corazón nuevo.

Para que Dios, que en María nos ofrece un modelo de belleza y perfección, conceda a todos sus hijos ser reflejo de la Madre de su Hijo, viviendo en vigilante espera este tiempo de Adviento.  R/
Para que Aquél que preservó a María de todo pecado, guíe nuestros pasos, nos defienda de todo peligro de cuerpo y alma y nos haga fieles discípulos de su Hijo Jesús, que rechacen siempre toda forma de pecado. R/
Para que el Espíritu Santo, que descendió sobre María, se derrame sobre todos nosotros, para que hagamos de nuestra vida un cántico de acción de gracias a Dios por todo cuanto nos dispensa. R/
Para que a todos aquellos que rechazan a Dios, se han olvidado de él o no lo conocen, por medio de María, la Madre de Jesús, se les muestre su rostro bondadoso y paternal. R/
Para Dios conceda a los jóvenes y niños responder como María, con generosidad y sin reservas, a su llamada de predilección. R/
Padrenuestro.

Oración:
Te damos gracias, Padre, por la Concepción de la Virgen María, la llena de tu gracia y favor, la madre inmaculada de Jesús; y al  unimos la espera y la esperanza de la venida de Cristo enciende en nuestros corazones, el fuego que ardió incesantemente en su vida para que, animados por sus mismos amores, abrasemos por donde pasemos y todos los hombres te amen y te sirvan por los siglos de los siglos. Amén.

MARIA INMACULADA, MADRE DE LOS SACERDOTES

Cuando Dios decidió hacerse hombre en su Hijo, necesitaba el "sí" libre de la Inmaculada Concepción.  Dios no actúa contra nuestra libertad. Y sucede algo realmente extraordinario: Dios se hace dependiente de la libertad, del "sí" de una criatura suya; espera este "sí. El cielo, la tierra y Dios mismo esperaron lo que diría esta criatura.
El "sí" de María es, por consiguiente, la puerta por la que Dios pudo entrar en el mundo, hacerse hombre. La Encarnación, el hacerse hombre del Hijo, desde el inicio estaba orientada al don de sí mismo, a entregarse con mucho amor en la cruz a fin de convertirse en pan para la vida del mundo. De este modo sacrificio, sacerdocio y Encarnación van unidos, y María se encuentra en el centro de este misterio.


Oración:
Concédenos, Señor, que al reconocer a la Inmaculada Virgen María, por su “sí” a la invitación de Dios, como madre de todos los bautizados y especialmente de los sacerdotes, sintamos su presencia materna y el estímulo de su ejemplo e intercesión en nuestra vida de cada día. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Lc 1,46-55: Y dijo María: “Engrandece mi alma al Señor. y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador. Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -- como había anunciado a nuestros padres -- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.”

 “Dichosa me dirán todas las generaciones”. Se proclama dichosa a María porque ha sido objeto de la mirada complaciente de Dios que la ha sacado de la insignificancia de la vida y la ha colocado en un estado en que todo el pueblo la reconoce salvada y amada de Dios. Se reconoce que Dios ha hecho en ella grandes cosas. María recibe la alabanza de los cristianos pero los proyecta hacia la fuente de su grandeza, que es Dios Salvador. En eso consiste su misión: en llevar a los hombres a Dios.
La presencia de María en Pentecostés no es una presencia ocasional, sino una presencia muy significativa: explica la maternidad querida por Jesús, que consiste en la imploración del don del Espíritu Santo y en la cooperación a la regeneración sobrenatural de los hombres.
Acoger a María significa introducirla en el dinamismo de toda la propia existencia —no es algo exterior— y en todo lo que constituye el horizonte de nuestro propio apostolado. Se comprende, por lo tanto, que la peculiar relación de maternidad que existe entre María y los sacerdotes es la fuente primaria, el motivo fundamental de la predilección que alberga por cada uno de ellos. De hecho, son dos las razones de la predilección que María siente por ellos: porque se asemejan más a Jesús, amor supremo de su corazón, y porque también ellos, como ella, están comprometidos en la misión de proclamar, testimoniar y dar a Cristo al mundo. Por su identificación y conformación sacramental a Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, todo sacerdote puede y debe sentirse verdaderamente hijo predilecto de esta altísima y humildísima Madre Inmaculada.

Preces
Acudamos al Señor y pidámosle que, por intercesión de las suplicas que le dirigimos a María Inmaculada, Madre y Reina del colegio apostólico, atienda en nuestras necesidades. R/.Que la llena de gracia interceda por nosotros.
Para que nuestro arzobispo Antonio y sus obispos auxiliares, sus presbíteros y diáconos, sean para nosotros fermento de vida cristiana y con su ejemplo y su oración asidua acrecienten la caridad evangélica de nuestro pueblo. R/
Para que por la poderosa intercesión de santa María Virgen, Dios guarde de todo mal a las religiosas y religiosos que sirven al Reino de Dios en nuestra diócesis.  R/
Para que todos los que colaboramos en las tareas pastorales y evangelizadoras de la Iglesia tengamos en María a la fuente de nuestra comunión, y vivamos nuestras acciones y carismas testimoniando la fraternidad de la iglesia.  R/
Para que quienes se sienten tentados por la soberbia, la ambición o la sensualidad, pongan sus ojos en María y, ayudados por su intercesión, venzan sus tentaciones.  R/
Para que todos nosotros, por intercesión de la Virgen fidelísima, perseveremos en el bien hasta la muerte. Roguemos al Señor.  R/

Oh, Dios, que quisiste que la Inmaculada Madre de tu Hijo fuese también la Madre de tus apóstoles, concede a nuestros pastores fidelidad a su misión evangelizadora y a todos nosotros concédenos que confiando en la ayuda poderosa de Nuestra Señora, avancemos con fortaleza por los caminos de la salvación. Por Cristo nuestro Señor.
Padrenuestro

Oración:
Oh Dios omnipotente y eterno, tú que has enviado tu Palabra al mundo haciéndola nacer de María, la Virgen; y no cesas de obrar maravillas a favor de tu Iglesia, confírmanos como servidores de esa misma Palabra y concédenos arraigo, vigor y abundante fruto apostólico en nuestros trabajos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


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